domingo, 29 de julio de 2012

Presentación

El protagonista de esta colección de anécdotas nació judío hacia 1480 y murió a cuchilladas en las calles de Béjar en 1532, mientras ejercía su trabajo de alguacil mayor del concejo. El nombre cristiano por el que se hizo conocer, con sorna y pomposidad, fue el de don Francés de Zúñiga. Fue sastre remendón en su juventud, antes de pasar al servicio del duque como bufón de corte por sus dotes incomparables para la diversión y el buen humor. Eso ocurría en los últimos años del reinado de los Reyes Católicos. En el palacio que los duques tenían en la actual plaza de la Piedad su tarea diaria era entretener con sus chanzas y bromas a los familiares e invitados, mediante el ingenio y la capacidad para decir todo aquello que más pudiera herir a unos cortesanos y hacer reír a otros. Fue un maestro soberbio en ese arte, el mejor que ha habido en España y uno de los mejores de los que se guarda memoria en toda Europa. Prueba de ello es la Crónica burlesca del emperador Carlos V que escribió sobre sus andanzas en la corte imperial durante los siete años en que estuvo al servicio del monarca español, de quien no se separaba jamás, siendo el terror de todos los que se acercaban al joven rey, ya que no se alejaban de su lado sin haber recibido una regocijante puñalada verbal que luego corría por los mentideros de los palacios. El oficio de bufón tuvo su esplendor entre los siglos XV y XVII. Nuestro personaje fue maestro de maestros en la profesión. No tuvo la fortuna de ser incluido en la magnífica serie de retratos de bufones del genial Velásquez, pero por sí mismo alcanzó fama en toda Europa por ser el único de todos ellos que llegó a escribir un libro, por el que ha pasado a la historia de la literatura y ha sido objeto de estudio en universidades europeas y norteamericanas. Además de la Crónica, se conservan de él una veintena de cartas dirigidas a importantes personajes españoles y europeos, incluido el papa, todas ellas con el mismo humor socarrón que anticipa a Quevedo y describiendo situaciones y escenas cómicas que llevaron a Valle-Inclán a afirmar que don Francés y no él había sido el inventor del esperpento. Una mínima muestra de ello son las anécdotas que aquí se muestran, recogidas en obras de autores varios a lo largo del siglo XVI, ya muerto nuestro paisano, anécdotas incluso apócrifas que le atribuyen andanzas y dichos que no fueron suyos, como un Cid cualquiera o un Jaimito que todo se lo carga. Era prueba de su larga fama durante mucho tiempo después de su muerte. Luego cayó en un olvido del que todavía no se ha acabado de recuperar, ni siquiera en su pueblo natal.

El Día de la Liberación

Hay por ahí un think tank que dice llamarse Civismo que dio a conocer hace un par de meses un estudio en el que proclamaba el 4 de mayo como el Día de la Liberación. La cosa está vinculada mitad por mitad a un gesto de humor y neoliberalismo, a partir de ecuaciones que tienen que ver con los salarios y los impuestos. Parece ser que por promedio general ese es el día en que los asalariados comenzamos cada año a ganar dinero para nosotros mismos. Me explicaré: según sus cálculos, entre el 1 de enero y el 3 de mayo todo lo que ganamos cada cual se lo entregamos al Estado, no tanto en un gesto de buena voluntad como de imposición: entre impuestos directos, indirectos, municipales y mediopensionistas, durante el equivalente a cuatro meses de cada año el sudor de cada asalariado se lo queda el Estado.

Mucho me temo que después de la andanada descomunal que nos ha arreado en los bolsillos el presidente accidental Rajoy (el auténtico presidente está en Bruselas, o en Frankfurt, o en Berlín, o vaya usted a saber dónde) los economistas antiestatales del think tank citado estarán con toda urgencia reformulando sus números y haciendo gráficos que retrasarán, como fiesta movible que es, el proclamado Día de la Liberación. Puede que a estas alturas ya se haya desplazado hasta junio, aunque si la cosa no se remedia de forma convincente en las próximas semanas —y tiene pinta de que no va a ser así—, lo mismo acaba coincidiendo con la festividad de la Virgen del Castañar, a la que no paro de rezar para que esta apropiación de sudores se detenga, sin que por el momento la patrona me haga mucho caso, quizá por hereje y rojo. Bien me conformaría, dado que mi condición de ateo no surte efecto en las rogativas, que por el bien del prójimo, cuando menos, haga algo la celestial señora para amansar esta celebración-bala y no acabe recalando en las mismísimas navidades, allende la lotería de El Gordo, este Día de la Liberación.

En este régimen de monarquía parlamentaria en el que vivimos, los empadronados en este país tenemos la condición de súbditos. Uno ha querido durante mucho tiempo, con mucho respeto y sin ningún resultado, que fuéramos simplemente ciudadanos, pero a la vista de la rapidez con que los diezmos medievales nos están comiendo la cosecha, sospecho si de aquí a nada no nos quedaremos en simples siervos de la gleba.

Puestos a volver al Medievo, digo yo si no podrían reinstaurarse unos bonitos autos de fe en los que, en vez de echar funcionarios a la pira, gente ruin al cabo, que los hay por docenas y son todos unos inútiles que arden fatal, digo yo si no podríamos ver sofocados y atados al madero a unos cuantos de esos que se indemnizan a sí mismos con millones de doblones después de haber propagado la peste y la codicia.

Ese sí que sería un buen ajuste. Pero de cuentas. Y una buena oportunidad para celebrar el Día de la Liberación, aunque sea espiritual y no venga a cuento.

lunes, 23 de julio de 2012

Ilustres visitas

Leo con regocijo que la villa corita ha preparado un largo verano, hasta mediados de septiembre, en homenaje a don Miguel de Unamuno, en este que está siendo por arte de birlibirloque su año de celebración (que no lo es en rigor: lo fue el pasado, 75 años de su muerte; y lo será dentro de dos, 150 de su nacimiento; pero sea, pues ahí está). Han puesto paneles por las rúas que explican al escritor vasco, lecturas de sus textos, charlas, concurso literario, exposición y así hasta una quincena de actos. Enhorabuena sea por la iniciativa. Siempre es bueno darse a la lectura, como reza el título del último libro de Ángel Gabilondo, o cuando menos a merodear por ella.

Y todo ello a simple cuento de que en el verano de 1935 el rector alquiló una casa para pasar allí unas semanas de descanso con la familia, empujado por aquel otro veraneante señalado que fue don Filiberto Villalobos. Sería su último verano feliz, porque en el siguiente se armó la que todos sabemos y no estaba la cosa como para paseos bucólicos por la villa chacinera.

El pasado 29 de junio se cumplió un siglo cabal de la visita a Béjar de Pablo Iglesias. Hacía apenas dos años que se había convertido en el primer diputado socialista de la historia del Parlamento español. La estancia, fugaz como el aire, dejó sin embargo una frase para la historia local: “He venido a Béjar a aprender socialismo”. Ahí es nada. Le debió de costar lo suyo al periodista cazar sus palabras, porque los asistentes al acto se rebullían de continuo en sus sillas y no dejaban de aplaudir en vez de escuchar.

Aunque ambos sean ya pura historia, ya sé que no es lo mismo Iglesias que Unamuno: aquel es tenido por simple político, y este por escritor, aunque pocos personajes del momento se entregaron más a la política que Unamuno, que dio zurriagazos a todas las ideologías y partidos, sin marginar ni al rey ni a la república. Menudo era.

Está bien, acepto a Pablo Iglesias como animal de compañía doméstica socialista y habrá que dedicarle un recuerdo en privado, pero ¿qué me dicen de Pío Baroja? Una de sus más señaladas novelas, César o nada, está ambientada en buena medida en Béjar, para lo que visitó en varias ocasiones nuestra ciudad, dejando anécdotas muy sabrosas y más de un personaje retratado en las páginas de su obra, que fue publicada por entregas en un periódico madrileño en 1910 y en libro al año siguiente, esto es, un siglo cumplido también apenas hace nada, hecho que pasó por Béjar sin que el silencio se inmutase no ya con aplausos, sino ni siquiera con rebullir de sillas.

Lo dicho: aquí no salimos del Corpus Christi y Mateo Hernández. ¡Viva Candelario!

domingo, 8 de julio de 2012

El regreso de los fibbers

La primavera ha estado indecisa, mudando la piel del invierno en la del verano a trompicones, poniendo de los nervios a la marmota, que no sabía si asomar ya la nariz o dejarlo para el mes que viene. Pero de un día para otro al cabo, como ocurre todos los años, el gordo sol castellano ha puesto sus posaderas sobre el cielo y todo se ha vuelto amarillo, del campo a la toalla, del toldo de la terraza a la cerveza espumosa que se derrama sobre el mármol dejando un círculo que parece un astro apagado por la sed.

Los más avisados de los corrillos sentados a la fresca del anochecer, con un botijo y un abanico con los que sacarse de encima la sofoquina, descuentan las noches que restan para asomarse a los vericuetos que bajo las farolas del Castañar se poblarán en breve de ese espécimen que deja la madriguera urbana en la que se refugia el resto del año y bajo la forma de turista accidental, con una púa a modo de monóculo, se arroja a la arena de la plaza de toros bejarana en la que, durante un fin de semana de julio, vienen a dar los náufragos felices de haberse perdido en los mares del blues.

Antaño eran los lobos, acaso los jabalíes los que acudían a la espesura boscosa del bendito monte bejarano. Quizá hubo un tiempo de ciervos o de algún oso desnortado que hozó a sus anchas bajo las sombras de la noche montuna. Como en un concilio convocado de un verano para otro, ahora son los monjes del blues los que atraviesan montañas y ríos desde sus lugares remotos para saludarse a las puertas del coso blusero y reconocerse en la tez de la tribu de los fibbers, esos hermanos de hábito que esconden bajo la camiseta el tatuaje de un Robert Johnson cabalgando el mástil de una guitarra sobre un fondo de luna de oblea que lleva la marca de aguas del diablo.

El Festival Internacional de Blues de Béjar, patria a la que regresan los fibbers, abre las puertas a su XIII edición con trompetas y atabales tocados por una banda de ángeles negros que se pasaron del gregoriano al swing y vagan por el mundo predicando la palabra de B. B. King. Bi-en-ve-ni-dos, hijos del blues.

Guiño literario

La primera novela de Óscar Rivadeneyra, Las calles tienen tu nombre (2010) encerraba muchos guiños y cameos literarios. De algunos de ellos fui consciente cuando la leí, otros sin duda se me escaparon. Ahora, al tomar la carátula de un viejo disco de Van Morrison, me percato de que este escribió una canción a comienzos de los ochenta con el título de The street only know your name, que tiene un razonable parecido con el de la novela del bejarano.

Hay libros que nunca se terminan de leer del todo. Son los mejores.

domingo, 24 de junio de 2012

El Museo Textil

Le tengo mucho afecto al Museo Textil. Durante un tiempo, no hace mucho, me tocó arremangarme para ayudar a sacarlo adelante, junto al empuje del ministro Jesús Caldera y la entrega de Cipriano González, que no cejaron ni un instante de revolver Roma con Santiago para que el edificio fuera entregado como se había proyectado, sin mermas que no viene al caso comentar. Eran mejores tiempos que los actuales y ni por esas era fácil mover los despachos en Madrid para que la madeja se desenredara. Para explicar que su entrega al Ayuntamiento se haga ocho años después de lo debido requeriría una paciencia que sin duda los lectores no tienen ni merece la pena que la gasten en este sortilegio que alguna meiga ha malmirado. Cien años nos costó sacar adelante el embalse de Navamuño y otros tantos se va a llevar ver abierto el Parador Nacional de Turismo, si es que antes no se privatiza la cadena y se desvanece el sueño.

Que la Administración Central nos entregue por fin el edificio que ha de albergar el Museo Textil es el final de una aventura y el comienzo de otra. Las primeras informaciones llegadas del feliz acontecimiento hablan de unas jornadas de puertas abiertas para que todos los bejaranos puedan visitar la nueva instalación museística, oportunidad que yo no desaprovecharía para echarle una ojeada, porque la aventura que ahora comienza es la de dotarlo de contenido, que es más ardua que disponer del edificio.

Dotarlo de contenido quiere decir disponer de un proyecto museístico en condiciones que haga del edificio un auténtico centro de interés y no un simple depósito de máquinas desusadas. En el Museo Gutenberg de Maguncia, que es lo mío, me contaron toda la historia de las artes gráficas tal como eran en el siglo XV y me imprimieron, con una prensa manual, un retrato del inventor de la imprenta, que atesoro en casa. Dudo que en el museo que contará qué fue Béjar durante tres siglos me acaben tejiendo el paño para una manta. Un proyecto museístico implica una colección estable y bien relatada que explique los procesos y los objetos textiles, pero también exposiciones temporales, conferencias, seminarios, biblioteca, investigación, actividades divulgativas, publicaciones, un sitio web y sobre todo una dirección, un personal técnico y un presupuesto. Por eso digo que ahora comienza otra aventura, más dura y difícil que la de alzar y disponer el edificio.

La excusa para no hacerlo está servida de antemano, porque no son tiempos los actuales para inversiones y por lo tanto me da la impresión de que la pompa y el tronío de las declaraciones quedarán al poco diluidos en esa costumbre bejarana de fingir museos lo que en realidad son depósitos de fantasmas que vagan en la nada.

Lo que no obstará para que le vendamos la moto al turismo, que es el fin último de todas las iniciativas que en Béjar han sido y serán.

martes, 19 de junio de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (17)

Que estando el Emperador para ir a Hungría contra el Turco, ofrecíansele muchos señores de Castilla para servirle en aquella jornada y otros caballeros disimulaban con él, por donde dijo generalmente:

─ Muchos han de querer ir conmigo y yo los tengo de consentir; y otros se querrán quedar holgando y mandarles he que vayan.

Oyolo el Francés e interpretolo a otro sentido y dijo a los Grandes que estaban presentes:

─ Habéis visto qué bien acondicionado es su Majestad, que quiere a los que no le quieren y no quiere a los que le desean servir.

Y tornóselo a decir al Emperador, diciéndole:

─ Bien acondicionado sois, que amáis a quien no os ama y alanzáis de vos a los que os quieren servir.

Repitió esto tantas veces y por tantas maneras que hizo enojar al Emperador y desde allí le desfavoreció, de manera que el truhán, viéndose privado primero y después perdida su privanza, acordó de dejar la corte. Y fuese a su casa pensando de lograr un mayorazgo grueso que había ganado por sus gracias, siendo un pobre sastre remendón. Mas no gozó de él muchos días, que un señor de Castilla le hizo dar de puñaladas por las malicias graciosas que le había dicho, cuando estaba favorido y pujante, delante del Emperador.

[Francisco Monzón, Espejo del príncipe christiano, Lisboa, 1544, fol. clxiii]

lunes, 18 de junio de 2012

El clima y los bodigos

Bien, veamos: por una parte hemos tenido un rifirrafe de declaraciones entre la Alcaldía y Gecobesa sobre si se ha emitido factura o no se ha emitido, sobre si se deben de pagar o no 600.000 euros de canon anual a las arcas municipales por la gestión de la estación de esquí. No me he aclarado si al final se iban a (tener que) pagar o no, porque Gecobesa ha hecho el Don Tancredo y ha dicho que vengan otros a hacer las cuentas. Pero todo parece indicar que no van a entrar esas perras en el arcón del tesoro municipal, más roído que el baúl donde el ciego guardaba los bodigos que Lázaro de Tormes se comía a escondidas.

Por otra parte sabemos que la falta de caudal en el magro Cuerpo de Hombre, río cada vez menos productivo y vago, no mueve las turbinas hidrológicas de Samuel Solórzano y Tranco del Diablo, por lo que las turbinas económicas municipales también están dejando de moler trigo por valor ya de 750.000 euros, de lo que se deduce que de seguir así no va a quedar un bodigo que el mísero pero avispado Lázaro de Tormes se pueda llevar a la boca municipal bejarana, porque el arcón está poco menos que criando telarañas, esos ornatos que crecen en las esquinas donde habita el vacío.

Mal pinta la suma de lo uno con lo otro, que en realidad es resta. El silogismo se vuelve transparente a poco que uno concatene efectos y consecuencias: como no nieva no hay esquiadores, por lo que no hay ingresos en la estación de esquí, razón de que hablar del canon pagable al ayuntamiento (hoy o en el año de la quimera) sea risible y el arcón quede sin tintineo de monedas; y como no nieva, vuelta la burra al trigo, no hay agua que vaya a parar al Cuerpo de Hombre y por lo tanto no se mueven los molinos municipales, ergo no hay electricidad que vender a Iberdrola, de lo que se vislumbra que no hay maravedíes que brillen en la palma de la mano municipal.

La conclusión del silogismo parece conducir a donde nadie querría: con la palma de la mano vacía por falta de doblones por culpa del cambio climático en el que no cree el primo de Rajoy, el bofetón en el bolsillo del contribuyente bejarano se anuncia en lontananza, digamos el año que viene, por ejemplo. Permítanme que parodie el dicho salmanticense universitario que entenderán perfectamente: “Quod Natura non dat, bexariensis praestat”. Que en cristiano al libre modo quiere decir que lo que la Naturaleza no otorga, lo van a poner los bejaranos.

Atentos pues, porque todo tiene visos de que los lloros municipales van a ser enjugados con el pañuelo de las tasas por colgar la ropa a secar en los balcones, por irse a merendar a la Fuente del Lobo o por echar tomillo a los pies del Santísimo Sacramento, que queda la calle luego como si hubiera habido un botellón espiritual y hay que barrerlo todo, sin pagar IBI ni impuesto municipal de recogida de basuras.

jueves, 14 de junio de 2012

Sistema Béjar

En 1877 la revista La Ilustración Española y Americana reproducía una xilografía de 9 x 21 cms a cuyo pie se describía como “Máquina electro-dinámica y alarma telefónica, sistema Béjar” de cuyo inventor, funcionamiento y utilidad no tenemos mayores noticias.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (16)

Estando un día el Emperador en el Alcázar de Segovia ... entró este Gonzalo del Río, regidor de Segovia, y díjole este Francesillo:

─ Cuando entrasteis, estaba yo suplicando al Emperador que os hiciese merced de aquel lugarillo ...

Y como el Emperador callase, volvió el don Francesillo:

─ Mas en esto del dar no hay que hablar con su Majestad.

Este regidor era opuesto del Francesillo, con quien andaba tan discreto y gracioso que siempre que se juntaban le concluía y atajaba y le hacía callar, de que el emperador gustaba mucho; y ansí en entrando el regidor, le hacía del ojo para que comenzase con él plática.

[Acotación al margen de la Crónica burlesca, Biblioteca Nacional, ms. 1838, fol 43v]

sábado, 9 de junio de 2012

Béjar y la estatua de la Libertad

No se lo creerán, pero se publicó un libro en los Estados Unidos, ese país desconocido e imprevisible, que se titulaba The Bejar Name in History [El nombre de Béjar en la historia], que no tenía lugar ni año de edición porque se hacía en el formato de edición bajo demanda, que es una manera nueva de vender libros: si lo quieres, te imprimimos un ejemplar; si no, no. Lo encontré en internet, claro. Ahí hay de todo. Lo más fascinante del hallazgo no resultó que fuera un libro de título absoluto y aparentemente fundamental para la bibliografía bejarana cuya lectura se me hubiera escapado hasta ahora, sino que en su cubierta aparecía nada menos que la mismísima estatua de la Libertad de la isla de Ellis, frente a Manhattan, el lugar por el que pasaban antaño todos los inmigrantes que querían asentarse en los Estados Unidos y que hemos visto en tantas películas. Ahí es nada. Béjar y la estatua de la Libertad juntas. Como sé que no se lo creen, aquí se lo reproduzco:



Luego, cuando averigüé más, resultó que no era para tanto. No era un libro total y absoluto que nos proporcionase todas las fuentes de las crónicas medievales, cristianas y musulmanas, en las que aparecía Béjar, o los legajos del Consejo Real del Archivo Nacional de Simancas, por poner algunos ejemplos que serían investigaciones de largo aliento y que se agradecerían, sino tan sólo un compendio de listas de embarque y pamplinas parecidas en las que aparecía alguien que se apellidaba Béjar y había emigrado a los Estados Unidos alguna vez, entrando, eso sí, por la famosa aduana de la isla de Ellis.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (15)

A la tristeza de la ciudad [de Burgos] corresponde la del cielo, casi siempre nublado, siendo raro ver el sol limpio, por lo cual no decía mal don Francés: “Que Burgos traía luto por toda Castilla, y que el sol, como las otras cosas, viene a Burgos de acarreo”.

[Andrea Navagero, Viaje por España (1524-1526), Madrid: Turner, 1983, pp. 80-81]

Cruces

El martes me dio un arrebato y me apunté por libre a la romería de la Peña de la Cruz, a la que no acudía desde cuando Béjar estaba floreciente, aunque tengo que reconocer que el campo estaba esplendoroso, como suele en estas fechas, que es lo que le queda a esta urbe desnortada. Como dice un amigo mío, daban ganas de ponerse a cuatro patas y liarse a comer hierba, de bonito que estaba. En otros siglos me recuerdo recogiendo pamplinas por el camino, pero esta vez fue polvo a más no poder lo que me comí, del tráfico cosmopolita que de continuo me rebasaba. Jodía civilización.

Son ya muchas las veces que tengo subidas las cuestas que conducen a la Peña de la Cruz y sigo preguntándome a qué se debe esa cruz. Parece inmemorial, desde luego, por más que en los años setenta se levantara la que ahora contemplamos. Una vez que lo pregunté en público, alguien me respondió que se erigió con motivo de la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa, pero lo cierto es que nunca he leído nada en ninguna parte que explique el origen de la tal cruz. Sabemos ya con certeza cómo se originaron los hombres de musgo, cómo fue la construcción de la plaza de toros, los detalles de la llegada de los flamencos, las vicisitudes de El Bosque o lo más grueso de lo que pasó en la Revolución de 1868, pero hay otras cosas de las que las noticias son escasas o ningunas. Valga el caso del origen de la Peña de la Cruz.

Ahora que estamos todos con el IBI a cuestas, convendría inventariar y tasar la prolija colección de cruces y derivados escultóricos que los bejaranos tenemos rodeándonos por todas partes, dentro y fuera, vigilándonos, instándonos a creer, acompañándonos en todo momento para que nuestra alma no esté sola en ningún rincón escondido, no sea que el diablo nos aceche y nos pille sin protección. Solo de Béjar a la Peña de la Cruz no sé las que habrá, de todas las formas y tamaños, a cada vuelta y revuelta. No pagan IBI, desde luego, y supongo que tampoco ocupación de espacio público ni nada parecido. Bien se dijo que la cruz era la marca comercial más antigua y rentable de las que en el mundo han sido y serán. Ni Coca-Cola ni Apple ni Nike disponen de tantos reclamos a la vista. Y si los tienen, pagan religiosamente.

Y por si fueran poco las estáticas, ahora a cada parpadeo se las encuentra uno moviéndose por las calles, por los motivos más variopintos, como si volvieran las Cruzadas contra el turco infiel. Atentos, porque llega el próximo domingo el órdago a la mayor, martillo de herejes. Otra vez a encerrarse en casa con una pila de libros. Entre la crisis y la clandestinidad, está uno que no le llega la camisa al Cuerpo.

The Free State of Bejar

Hubo un tipo llamado Jack C. Butterfield que en 1963 publicó un libro que se titulaba nada menos que The Free State of Bejar [El Estado Libre de Béjar]. Asustado, y no siendo vasco el autor, como obviamente se deducía por su nombre (aunque nunca se sabe...), luego miré mejor la referencia bibliográfica y resultó que estaba editado por The Library Committee, The Daughters of the Republic of Texas, esto es, el Comité Bibliotecario de las Hermanas de la República de Tejas. El libro, claro, estaba publicado en la ciudad de San Antonio y precisamente venía a contar cómo la antigua ciudad de “San Antonio de Bejar”, sin acento, perdió además el apellido y se quedó sin más en “San Antonio”, para lo cual necesitaron pergeñar 35 páginas. Lo que no se entiende es que si el argumento del libro era cómo perdió precisamente el topónimo, el libro se titulara como se tituló, con relumbrón del topónimo echado a perder.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (14)

De Medina del Campo solía decir [don Francés] que era una villa sin suelo y sin cielo, porque en el invierno estaba cubierto con media vara de lodo el suelo, y no se podía ver el cielo con las continuas nieblas.


[Adolfo de Castro, “Apuntes biográficos” a la Crónica burlesca, B.A.E., XXXVI, p. XII]

Llamas de plata

A eso de la medianoche, fervorosa hora de abrir los libros secretos y misteriosos, una treintena de catecúmenos nos reunimos el jueves pasado en ese pequeño teatro cercano, doméstico, casi conyugal que es el templo de La Alquitara, para escuchar desde el altar del escenario cómo Luis Pastor desgranaba sus poemas y canciones en un concierto que más que íntimo fue susurrado, casi de cristal, por momentos a capella, cuyas palabras revoloteaban y se posaban en los oídos desde la claridad del aire ahora sin humos, aire intacto que apenas vibraba porque las canciones eran dichas con tanta delicadeza que parecíamos estar escuchando la buena nueva.

Abotargados como estamos por el pedal fijo de la radiofórmula, dejarse sumir por canciones que parecen traídas de otro mundo resulta un ejercicio de voluntad al que cuesta esfuerzo llegar. Más de cuatro de los espectadores estábamos allí por las reminiscencias de ese otro mundo, el mundo del que venimos, el mundo de aquel tiempo de la Transición en el que la música era un arma para transformar la vida y descubrir otros territorios, los que solo se llega a través de la poesía y la conquista. Me inicié entonces en Luis Pastor, pero en un concierto universitario que dio al alimón con los portugueses Sergio Godinho y Fausto mediados los setenta yo me quedé prendado de la música lusitana de este último y corrí en pos de él, dejando atrás a quien me lo descubrió. Veinte años después Fausto espació tanto sus discos que no pude encontrarlo sino en las canciones nuevas de Luis Pastor, cuyos discos, lejos de la industria, son obras hechas por mano de orfebre, la lírica más emotiva en estos tiempos de fárragos sin respiración.

Que en medio de la noche bejarana, alumbrados por una llama de plata, a lomos de una estrofa se pusiera a cantar en catalán, después de haberlo hecho en portugués, mientras nos íbamos del valle del Jerte al mestizaje de Lavapiés, de la renuncia al oropel a la denuncia del desvarío del mundo, de la nostalgia al optimismo, de los recortes en educación y sanidad al desmantelamiento de la cultura, que en mediod e la noche bejarana nos pusiera el corazón en llamas, no puede ser otra cosa que un gesto de la esperanza, que aun respira entre los matorrales.

Luis Pastor es esa llama de plata que todavía incendia las ganas de hacer un mundo mejor, precisamente ahora que la penuria extiende su manto de sombras. Ayer cerró sus puertas en Béjar el Contenedor de Arte No Te Salves, un fogonazo de esa cultura abierta, libre y renovadora que viaja en islas, sin llegar nunca a tierra firme. Cuando se despedía, Luis Pastor, naufrago de esas islas, dio las gracias a La Alquitara: “Por resistir”.

viernes, 25 de mayo de 2012

Cuando Béjar casi secuestra a un rey

Si hemos de creer las fuentes en las que bebió Madoz para redactar su entrada de Béjar en su famoso Diccionario (Madrid, 1848), habría que rastrear bien aquel pasaje de la historia en el que los bejaranos, o quien gobernaba en Béjar entonces (el primer duque, don Álvaro de Zúñiga) estuvieron a punto de darle para el pelo nada menos que a un rey, Enrique IV de Castilla. Dice así el pasaje: “A principios de 1467 persuadió el arzobispo de Sevilla a don Enrique IV de Castilla que fuese a Béjar a tratar con los descontentos y terminar todas las diferencias; pero el objeto era apoderarse de su real persona con mayor seguridad. Don Enrique hubiera seguido este consejo si los habitantes de Madrid no se hubiesen armado para impedirle la salida, conociendo que caminaba a su ruina”.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (13)

El cardenal Tavera labró un hospital muy suntuoso en Toledo en la misma sazón que el Rey había pedido al reino un donativo. Dijo don Francés que entre el Rey y el cardenal se juntaba todo el hospital, porque el cardenal labraba la casa y el Rey hacía los pobres.


[Juan de Arguijo, Cuentos, B.A.E., CLXXVI, p. 236, pero la anécdota es apócrifa, porque Tavera fue cardenal después de muerto don Francés y su hospital se terminó en 1541].

Visión de la ruina

Me fui hace una semana a Madrid a ver en Caixaforum la exposición “Las artes de Piranesi”. De la Italia del XVIII tengo pasión por su coetáneo y homónimo Giambattista Bodoni, el tipógrafo más exquisito que ha existido. De Piranesi tenía vagas ideas, pero me empujaban las ganas de contemplar sus grabados de ruinas romanas, unas reales y otras inventadas, magníficas todas sin embargo como para convertirlas en escenario precursor de los ambientes que idealizaría el Romanticismo y darían pie a toda la literatura gótica, de la que en Béjar tenemos ese ejemplo que fue La historia maravillosa de don Bernardo de Zúñiga, que escribió Alejandro Dumas sobre una pareja arrebatada de amantes bejaranos, Bernardo de Zúñiga y Ana de Niebla.

Cuando en ese mismo siglo XVIII el ilustrado Antonio Ponz visitó Béjar, antes de 1788, una de las frases contundentes que dejó escritas en el tomo octavo de su Viaje de España, en el que describe su paso por nuestra ciudad, fue que “Béjar sería muy importante en lo antiguo, pero se van cayendo sus murallas”. La frase tenía un sentido literal, era cierto que las murallas ya iban camino de la perdición, pero no deja de sonar en tales palabras la voz de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes ya desmoronados / de la carrera de la edad cansados / por quien caduca ya su valentía”. Leídas aquellas palabras de Ponz con ojos actuales no deja de asomarse la tentación metafórica de leer en los versos de Quevedo la premonición de lo que hoy es Béjar respecto a su pasado.

Quizá la imagen que resume esa visión de la ruina que un viajero atento como Piranesi dibujaría al carbón, por hacerla más gótica, si pasara hoy por Béjar, sea la del solar de lo que una vez fue la Thesa y hoy conocemos como Hispano Textil, un emblema que en los años treinta del siglo pasado parecía un cambio de paso para la fortuna de Béjar y que casi un siglo después es el trazo desdibujado de una tea que se apaga y nos deja sin luz.

A oscuras, no parece fácil entender el valor de los símbolos para que el pensamiento no se obnubile y caiga en la sinrazón. Las banderas están para enarbolarlas, no para que el viento y la lluvia las conviertan en trapos. Los generales deberían saber qué significan los símbolos para recuperar el ánimo de la tropa bejarana antes de que el paisaje de la batalla sea el de la desolación.



jueves, 17 de mayo de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (12)

Y el mismo [don Francés] al mismo, que era padrino de una justa, llegando a los jueces, donde estaba con la porfía de una lança, les dijo:

─ Denle VV SS el precio, que dice la verdad San Cristóbal el pollo.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

Museos

Leo en un periódico impreso la noticia de que las autoridades eclesiásticas placentinas merodean la idea de reabrir al público el Museo Sacro sito en la iglesia de la Antigua, apoyándose en vecinos voluntarios que explicarían las piezas exhibidas a los curiosos. Me sorprende grandemente que en el cuerpo de la noticia no aparezca la palabra turismo, tanto en las que se le pueden atribuir al periodista como en las que pudieran corresponder a la concejala que dio el aviso. Ya me gustaría que fuera cierto que no se mencionó y que el impulso de apertura correspondiera a una voluntad cultural, patrimonial y educativa, pero me temo que sea un lapsus, dado que el motor de nuestra economía, como bien sabemos todos, es el turismo que nos ahoga.

Sería, de producirse, y tiene visos de que así será, el segundo museo del que en pocas semanas se anuncia su reapertura. No hace nada que lo hacía el Museo Taurino sito en dependencias de la plaza de toros de El Castañar, anunciado este sí en su momento a mayor gloria del turismo, fe que mueve montañas.

En las últimas semanas hemos prestado una inusual atención al benemérito Valeriano Salas, cuyo legado artístico con el paso de los años se ha ido comiendo la denominación de Museo de Béjar en favor de la de Museo Valeriano Salas, cuando en realidad formaba tan solo una parte de aquel. Devuelto el retablo de San Gil a su lugar originario y enajenadas las esculturas de Mateo Hernández y González Macías, a estas alturas ya no sé si queda algo del viejo Museo de Béjar que no proceda del legado de Salas. Confieso que me he perdido en el camino.

Se nos anuncia constantemente, por otro lado, la apertura del Museo de la Historia Textil, uno de esos escoriales en los que Béjar se embarca con frecuencia y en los que se toma un tiempo prudente porque las prisas no son buenas para lo que ha de ser eterno.

Mucho da que hablar Mateo Hernández, santo a quien sacamos en procesión en el aniversario de su óbito y al que le hacemos unas saturnales cada dos años, pero su museo guarda un silencio que parece de camposanto, como si en él el aire se hubiera suspendido y la escena fuera irreal.

Queda, al cabo, allá en lontananza alumbrando la quilla de la nave bejarana, el Museo Judío David Melul, el único del que tenemos noticias de que tenga director, presupuesto, actividades frecuentes y planta del hervidero cultural que debe ser un museo. Otra cosa que no sean las citadas, hace de esos espacios públicos más que museos depósitos de sombras.

Seis museos, pues. Si es que no me he olvidado de alguno. Estamos que nos salimos. A falta de catedral, buenas son tortas. La ciudad de los museos. Quién fuera turista.

sábado, 12 de mayo de 2012

Tawi-Tawi

Todavía en fecha tan cercanas como son las que van del 22 de enero al 6 de marzo de 1882 el marino bejarano Tomás Olleros y Mansilla, capitán de fragata y coronel del ejército de Tierra, al mando de la corbeta “Doña María de Molina” y llevando a sus órdenes dos compañías de Infantería de Marina y al cañonero “Panay”, en nombre del Reino de España tomó posesión una a una de un rosario de islas que están al sur de Borneo y que reciben el nombre de Tawi-Tawi.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (11)

El mismo [don Francés] a un caballero muy grande y de muy grandes cuartos, dijo que era baharí torçuelo, criado a tetas de almofrex.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

Berlanguiana

Seguro que recuerdan a aquel malabarista chino de los circos de antaño cuyo número consistía en hacer girar un plato de porcelana en lo alto de una varilla que cimbreaba hasta que la dinámica del movimiento lo hacía volver sobre sí a una endiablada velocidad, momento en que el artista de las trenzas hacía lo propio con otro plato, y luego con otro, y luego con otro, y hasta lo mismo una docena o más, habiendo un punto en que el hombre corría de un lado al otro como loco para que la pérdida de velocidad de la loza primera no diera al traste con el aplauso final, que se producía cuando la docena de platos giraba al unísono sin estropicio.

Tal que así se me hacen en la imaginación las autoridades bejaranas de todo tipo y condición en estos días aciagos, que más que de crisis parecen de demolición. Me los supongo corriendo como posesos intentando que los platos no se les rompan delante de sus narices. El inventario de desaguisados parece un soufflé a punto de nieve: el Ministerio de Educación pone en solfa la continuidad de algunos grados de la Escuela de Ingenieros; el Consejo General del Poder Judicial pretende llevarse los Juzgados bejaranos a la capital, por no tener los famosos y mínimos 20.000 habitantes; la Federación de Municipios y Provincias quiere llevarse a la Diputación de Salamanca algunos de los servicios que presta nuestro Ayuntamiento, por no tener los famosos y mínimos 20.000 habitantes que condenan al ostracismo y a una muerte lenta, agónica y dolorosa; el Gobierno central anda deshojando la margarita de cobrarnos peaje en la A-66, esa autovía por la que cierto ministro bejarano se denodó para que se hiciera en tiempo récord y fuera gratuita; total, que de aquí a nada puede que haya que ir a Salamanca a estudiar (más) o a solventar nuestras penas hospitalarias, judiciales, municipales y, ya de paso, comerciales, pero además pagando peajes por hacerlo.

Si ello fuera poco, tenemos el nonato Parador de Turismo en coma inducido, como el Museo Textil o las perras para una fundamental en estos tiempos piscina climatizada, que ayudaría lo suyo a sobrellevar los lloros. Por no citar esas viviendas sociales tan en el limbo como el futuro del decano Béjar en Madrid.

Puesto con un orden adecuado y sacando de cada uno de los asuntos citados el lado vitriólico que fuera menester, no me cabe duda de que el inigualable Rafael Azcona escribiría un guion magistral como los que hacía para las películas del maestro Berlanga. La escena final, de claro ambiente coral con muchos extras y la cámara haciendo travelín, sería el de un recinto ferial con caballitos y coches chocones en el más riguroso silencio, acorde con el luto de estos días de vinagre y cardos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Rentas

Castilla y León, la tercera región más grande de la Unión Europea, tiene 2.247 municipios, 112 conjuntos históricos, 400 museos, 300 castillos, 12 catedrales y 1 concatedral. Tiene también 13 campus universitarios. Uno de ellos es el de Béjar, vinculado a la Universidad de Salamanca y cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. También del siglo XIX viene la Cámara de Comercio e Industria, una de las tres primeras que se crearon en la región, junto con las de Salamanca y Valladolid. Del siglo XIX procede de igual manera la existencia del Juzgado de Béjar.

Todo ello pasa ahora por momentos de incertidumbre. El Consejo General del Poder Judicial ha sugerido la eliminación del Juzgado de Béjar, que pasaría a Salamanca, si lo admite el Ministerio de Justicia. La Cámara de Comercio e Industria está en un proceso de transición y reinvención que requiere fortuna y buena mano para aguantar el embate. El campus universitario, esto es, la Escuela de Ingenieros, vive la zozobra de la enésima reforma universitaria, léase reducción y tijeretazo, que puede dejarle el traje hecho unos zorros. En una reciente entrevista el rector salmantino aludía a las dificultades de cerrar las titulaciones de centros como el de Béjar porque “choca con problemas de resistencia de las autoridades locales”. Espero que sea verdad que está habiendo esa resistencia, aunque en la calle no se ha oído todavía ni mu.

Que de todo ello nos dejaremos pelos en la gatera está claro. No vamos a salir indemnes de este viaje. Alguna maleta perderemos por el camino y no podremos recuperarla porque el peso específico de Béjar, el económico, el social y el político, va reduciéndose de decenio en decenio. Pero lo que nos ocupa y preocupa, altura de miras donde las haya, es quitarnos de en medio ese jarrón chino que es El Bosque o construir una piscina climatizada.

Se habrán fijado en que las tres instituciones que cité al principio, Escuela de Ingenieros, Cámara de Comercio y Juzgado, nacieron en el siglo XIX, el siglo en que Béjar se hizo ciudad y se puso en el mapa. El siglo XX no nos ha traído nada que nos haya transformado. ¿El pantano? ¿La Covatilla? ¿Los hombres de musgo de interés turístico universal? Ya me dirán ustedes si es comparable. Vivimos de las rentas del siglo XIX y con la crisis actual se nos está yendo al garete el capitalito heredado. Vamos camino de salirnos del mapa. Como Grecia.

jueves, 3 de mayo de 2012

La llegada del teléfono a Béjar

“Ya tiene Béjar teléfono”. Esas fueron las primeras palabras que se escucharon a través de un hilo telefónico cuando se inauguró la primera línea en nuestra ciudad. Ocurrió en 1920. El jefe de la “Estación de Béjar”, que así se llamaba la centralita, era un tal Alejandro Bella, a quien le auguraban en la prensa que iba a escuchar más secretos que los curas en confesión... “¡habrá que oír la de cosas que se digan... sobre los novios!”. Vinieron autoridades de Salamanca y de Madrid. En el acto, se felicitó a los jefes de negociado, a “nuestros queridos amigos don Ramiro Martínez padre e hijo, a don Alejandro Bella y a don Filiberto Villalobos”. Después del acto, los invitados se dieron un banquete en el Hotel España, en el que se hicieron votos por la prosperidad de Béjar y para que el teléfono fuera de utilidad y contribuyera al progreso de la localidad. Acabado el banquete, los comensales se trasladaron al Castañar y posteriormente a Candelario, donde fueron recibidos en el Ayuntamiento por el señor alcalde y concejales, que les obsequiaron con dulces, habanos y bebidas, brindando todos por la unión de verdad y la eterna fraternidad de Béjar y Candelario.
Y me pregunto: ¿qué tenía que ver la fraternidad de Béjar y Candelario en el asunto, si en la villa chacinera no se había instalado ningún teléfono para que unos y otros se llamasen?

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (10)

Don Francés, un hombre muy gracioso, vecino de Béjar, viendo a un caballero muy chico, armado, se llegó a él y le dijo:

─ Beso las manos mil veces al cascabel plateado.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

martes, 1 de mayo de 2012

El Hombre de las Nieves

El Hombre de las Nieves ha sido hallado en perfecto estado de salud y a preguntas de los periodistas contestó que gracias a los excelentes vinos que le suministra Bodegas Mansilla ha podido resistir las ventiscas de nieve y frío, los cuales recomienda con garantía y a partir de hoy gran rebaja de precio, por tener almacenado grandes existencias en toda clase de vinos [anuncio publicado en Béjar en Madrid, 1666 (20.2.1954)].

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (9)

El truhán don Francés decía que en Segovia eran ocho meses de invierno y cuatro de infierno.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, IX, VI, ix]

El Monolito

Acabada la Guerra Civil, no sé si Eloy Hernández o mi abuelo José Antonio Paso, o ambos al alimón, como buenos amigos que eran, reconstruyeron las manos del Sagrado Corazón en la carretera del Castañar, que habían sido mutiladas en un conocido episodio de inquina a poco de iniciada la República.

En 1963 una docena de jóvenes montañeros ideó el levantamiento del Monolito a la vera de la cumbre del Calvitero. Realizado en el mismo taller de José Antonio Paso, pero por las manos de su hijo Paco, fue inaugurado en el verano del año siguiente, con numerosa asistencia montañera. En el verano de 1965 ya hubo que hacerle una primera reparación, consecuencia de las inclemencias climatológica o del vandalismo.Desde entonces han sido varias otras la que hubo que hacerlo, pero la última parece que ha sido la agresión definitiva, con pulcritud demoledora para que no hubiera posibilidad cierta de volver a ponerlo en pie. Fue cosa de hace dos semanas. Las fotografías que nos han llegado muestran un aspecto balcánico: un cúmulo de cascotes informes, un rompecabezas sin solución.

Seguramente no volverá a erguirse. Otra victoria más para la barbarie, esta bajo mano anónima. Cada cierto tiempo la tribu de Atila se lleva por delante algún símbolo de cualquier tipo, con la saña de la claudicación cívica y la esperanza de los quince minutos de fama que garantizaba Andy Warhol a cualquier mindundi. Esta vez le ha tocado el turno al monolito, como otra vez pudo ser una antena radiofónica, una chimenea o el tinte del duque, al fin y al cabo pérdidas todas del legado histórico y social.

La diferencia para mí es que es que esta vez los descerebrados han reducido a añicos algo que sentimentalmente me era muy mío, por haber sido hecho por un pariente querido al que de paso le han roto el alma, por lo que el lector me perdonará que cierre este comentario con la consideración de no llamar vándalos a los furtivos agresores, sino auténticos y redomados hijos de puta.

miércoles, 25 de abril de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (8)

En un juego de cañas que se hizo en Valladolid, salió un caballero muy cano vestido de verde. Y, al pasar de la carrera, cayósele la máscara, y quedó la calva de fuera. Preguntó el Emperador al truhán don Francés:

─ ¿Qué te parece de aquel caballero?

Respondió:

─ Que no he visto en mi vida puerro que tan bien haya pasado la carrera.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, VII, II, xxxi]

La avutarda

Qué le vamos a hacer, se me ha puesto entre ceja y ceja y ando con la escopeta al hombro sabiendo que la avutarda no ha de aparecer, pero estas cosas no se pueden evitar. Uno, en la desesperanza, no deja de cebar esa lucecita de que al cabo aparecerá en el cielo y la pieza caerá.
Me van a perdonar los lectores, aun a riesgo de perderlos, si vuelvo sobre el asunto de la indiferencia de la conmemoración de la guerra de la Independencia en nuestra ciudad abúlica. Me ha llegado por correo electrónico el programa con que el Ayuntamiento de Salamanca recordará el acontecimiento histórico entre el 19 de abril y el 6 de septiembre, con un ciclo de conferencias en el Teatro Liceo en el que intervendrán Tomás Pérez Delgado, Ricardo Robledo, Eugenio García Zarza, Francisco Morales, M.ª Nieves Ruipérez Almajano, José María Hernández Díaz, Lina Rodríguez Cacho, Dámaso García Fraile e Irene Vallejo González, que hablarán de los muy diversos aspectos que entrañan al asunto.
Es solo el comienzo. Me consta que la Diputación de Salamanca está preparando una gran exposición al respecto y publicará algún que otro libro. Y no digamos lo que está previsto en el propio Arapiles en las fechas coincidentes con la decisiva batalla que allí tuvo lugar, con representación en vivo y participación internacional. Ciudad Rodrigo ya hizo lo suyo en estos años pasados.
Frente a ello, sigue el mutismo local, como si aquí nunca hubiera ocurrido nada, como si en Béjar la trifulca que rompió la historia de este país hubiera pasado de largo. Aquí parece que estamos solo al Corpus Christi, la Virgen del Castañar, la Semana Santa y Mateo Hernández. A este paso vamos a tener que rectificar aquel atinado aserto de José Luis Majada cuando dijo que el feudalismo en Béjar no había acabado hasta el siglo XIX. Pues va a ser que todavía sigue ahí, que persistimos como papanatas en darle coba a los duques, venga con el palacio ducal para arriba y venga con El Bosque para abajo, como si en agosto de 1812 la burguesía local no hubiera tomado el mando de la ciudad.
El Ayuntamiento mirando para un lado,  el Centro de Estudios Bejaranos mirando para otro y la avutarda sin aparecer. Qué tropa, que dijo Romanones.

viernes, 13 de abril de 2012

Valeriano Salas

Ya dijo Henri Bergson que el resbalón con la piel de plátano en la calle nos hace reír a todos aunque intrínsecamente no tenga ninguna gracia, así que habrá que categorizar de la misma manera que la concejala de Educación y el propio alcalde supongan los restos mortales de Valeriano Salas en Madrid al mismo tiempo que le tributan un homenaje. Ninguna gracia tiene que antes de pronunciarse no tuvieran a mano un mínimo dossier con los hechos fundamentales del homenajeado, pero tampoco es agravio mayor: estoy seguro de que el noventa y nueve por ciento de los bejaranos no solo ignoran dónde yace, sino siquiera quién fue Valeriano Salas. Cuando menos la anécdota ha servido para que todos nos enteráramos del lugar de la última morada del fundador de la Revista Geográfica Española.
No deja de extrañar que el Ayuntamiento haya decidido organizar unas actividades en torno a la figura de Salas con motivo del cincuentenario de su fallecimiento, cuando hace apenas unos meses no movió ni las pestañas ante el hecho de que uno de los cuadros de su legado, el Semíramis ante la ciudad de Babilonia de Marten van Valckenborch, formara parte de la exposición Arquitecturas pintadas en el Museo Thyssen, rareza que no suele ocurrirle al patrimonio cultural bejarano y que bien podría haber aprovechado mejor para promocionar y dar a conocer a Salas.
Con todo, bienvenido sea el programa de actividades en su honor, dedicado en su mayor parte a dar a conocer entre los escolares la figura de Salas. Vayan mis parabienes para la concejalía por esta rareza de salirse de la rutina y poner la mirada en un personaje que yace en la sombra sin que se le haya agradecido públicamente que gracias a él Béjar tuviera su primer museo: sin su legado de 1966, la decisión municipal de abrir el primer museo que tuvo la ciudad, tomada un par de años antes, hubiera carecido de sentido.
La riqueza del inventario de obras donadas por Salas es de tal calibre que bien merecería que se estuviera hablando de ello de forma permanente y dedicándole más atención que la fugaz de una primavera cincuentenaria. Pero me temo que pasada esta, nos dedicaremos a otra cosa, mariposa.
El próximo 10 de agosto se cumplen doscientos años de la lectura íntegra en la plaza Mayor de la Constitución de Cádiz, la primera que tuvo este país, el primer hecho de la modernidad de la historia bejarana, que dio lugar al liberalismo que hizo de Béjar una ciudad distinta y señera. Supongo que esto no hay que divulgarlo entre los escolares, no vaya a ser que de mayores se hagan liberales como sus bisabuelos.

miércoles, 11 de abril de 2012

Ejercicios Espirituales

Señora de Béjar: si tienes sirvientas, tienes una responsabilidad ante Dios. Has de mirar por el alma de esa sirvienta. Envíala a la parroquia de San Juan a los Ejercicios Espirituales [anuncio publicado en Béjar en Madrid, 1671 (27.3.54), p. 8].

Mundanal ruido

Una semana al año se impone un retiro del mundanal ruido para dedicarla al silencio y la meditación. Todo se interrumpe y es el momento adecuado para el recogimiento y la desconexión de lo que ocurre fuera. Suelo encerrarme en casa no tanto por decisión como por aislamiento, dado que en el exterior todo es bullicio y trajín, marabunta confusa que acapara calles y vuelve los movimientos de uno dubitativos y huidizos con tal de no dar de bruces con el brillo y el sonido.
Suelo apilar en estas circunstancias una docena o dos de libros, los mejores amigos del hombre porque hablan solo si les preguntas y callan cuando los dejas en reposo. De uno a otro me voy evadiendo por la poesía, por la historia, por la lengua, por los paisajes desconocidos, por las aventuras de personajes que tras la última página no me exigen que me vaya tras ellos el resto de mis días. La radio, la televisión, los periódicos o internet enmudecen durante ocho días porque al menor descuido el intrusismo de la actualidad me devuelve a la realidad que todo lo invade y echo a perder la fuga preparada a conciencia. Corro las cortinas y en la penumbra del aire quieto el sofá se hace hábitat de renegado en busca de una isla desierta.
La cura eremita urbana a la que me someto no deja de ser una higienización contra los excesos de redobles y trompeterío con que la vida moderna, incluida la espiritual, lo llena todo de consumo y espectáculo, celebración de lo externo en un mercado, también espiritual, de ropaje low cost. Semeja en algo, pero a lo pobre, a esos hedonistas que tras la opípara navidad se internan durante una semana en un spa de cinco estrellas en lugares de ensueño para desprenderse de los kilos y la mala conciencia. Lo mío es más rudimentario: cierro las ventanas y me alimento de palabras, esperando que escampe.
Esa semana fue la pasada. Dejé la pluma, pues, y entré en clausura de ocho días, en la bendita compañía de los seráficos libros y el silencio redentor. Una cruz como otra cualquiera, al cabo, pero que no impongo llevar a otros.

viernes, 6 de abril de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (7)

Vínole a ver Perico de Ayala, truhán del marqués de Villena. Viendo que se quería morir, díjole:

─ Hermano don Francés, ruégote, por la grande amistad que siempre hemos tenido, que, cuando estés en el cielo ─lo cual yo creo que será así, según ha sido tu buena vida─, ruegues a Dios que haya merced de mi ánima.

Respondió:

─ Átame un hilo a este dedo meñique, no se me olvide.

Y ésta fue la postrera palabra, y luego murió.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, vii]

jueves, 5 de abril de 2012

Viernes Santo de 1923

En la Semana Santa de 1923 la cofradía de la Vera Cruz decidió incorporar a la procesión del Viernes Santos la nueva talla del Crucificado que se había hecho para la capilla del asilo de las Hermanitas. Así, en una camioneta se cargó la talla y fue llevada por la calle Colón hasta la plaza Mayor, donde se iniciaba la procesión ascendiendo por la calle Mayor, hasta llegar a La Corredera. Pero el tránsito fue harto difícil, porque el Cristo subido en la caja dela camioneta ofrecía verdaderas dificultades al paso por las estrecheces de la calle Mayor, donde continuamente chocaba con los balcones más bajos o bien con los numerosos cables tendidos de un lado a otro, que iban siendo levantados con ganchos por dos cofrades para que la talla, de forma agónica, fuera avanzando. La procesión duró lo que no está escrito. Al llegar a la Puerta de la Villa, todavía la camioneta con el Crucificado prolongó su vuelta a casa bajando por la calle Libertad y subiendo luego por Merinas, hasta arribar de nuevo al asilo, donde llegó verdaderamente hecho un Ecce Homo: a resultas del accidentado trasiego por las calles bejaranas, llevaba un brazo desprendido y rotos varios dedos de la otra mano. Una versión distinta y local de la Crucifixión.

sábado, 31 de marzo de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (6)

Cuando le hirieron de las heridas que murió, como le trajeron a su casa, venía con él mucha gente. Asomose su mujer a los corredores, preguntando qué ruido era aquél. Respondió don Francés:

─ No es nada, señora, sino que han muerto a vuestro marido.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, vi]

Los nuevos flamencos

Por más que procuro fijarme bien en lo que leo, poniendo atención en las palabras que dan cuerpo a las noticias, me quedo muchas veces con las sensación de que los titulares les quedan grandes, en esa necesidad mediática de que parezca que ha ocurrido algo, cuando en realidad casi nunca pasa nada.
Así me doy cuenta, a duras penas, de que la Cámara de Comercio de Béjar lleva ya un tiempito gestionando en el polígono industrial un vivero de empresas que lleva el legendario nombre de “Cinco Abejas” (¿no había otro nombre, bendito sea dios? ¿No vamos a salir nunca de la trinchera?). Ahora leo que “se encuentra ya en su fase final” el centro de industrias avanzadas de Béjar, escrito así, con minúsculas, de lo que deduzco que ese no será su nombre, que si dios no lo remedia acabará siendo “Cuerpo de Hombre”, para seguir con la tónica de la modernidad.
De entre la farfolla de la información de la prensa, cuyas líneas se van todas en mirar al dedo en vez de a la luna, con palabrería que no aporta nada de sustancia, apenas logro enterarme, aparte de que no está acabado ni dice cuándo lo estará, ni qué capacidad tendrá, ni cómo se accederá a él, ni quién lo regirá, ni qué ayudas prestará, en la tónica general de dar más información de la gestión política que de los valores y la utilidad práctica para el ciudadano, de entre la farfolla, decía, apenas consigo saber que allí se incubarán empresas del sector de la innovación y la ingeniería. Qué querrá decir eso, virgen santa (las apelaciones sacras me salen a borbotones en estos días prepasionales; debe ser que me estoy entrenando para estar en forma a semana que viene). Uno ha entendido siempre que la ingeniería sea una profesión y que así entendida sea un sector, ¿pero la innovación? ¿Y eso qué es? ¿Otro sector? Deconstruyo la información y quiero entender que la antigua fábrica textil de Francés Bruno, que se está remozando para albergar el centro de industrias avanzadas (con minúsculas), acogerá empresas que se dediquen a una ingeniería acorde con nuestros días si quieren salir para adelante. Bien está, naturalmente. Confío en que, además de incubar, acaben poniendo algún huevo que ponga sentido a la pompa de la reindustrialización de Béjar, que suena majestuoso, como si volvieran los viejos tiempos textiles, mientras la baba de los sueños nos gotea no por volver a ver obreros yendo a las fábricas, sino por ver la manera de epatar al risueño vecino con unas piscinas climatizadas que le permitan creer que, también en invierno, vive como los más ricos de Béjar. Cosa que, alabado sea el señor, al cabo ha sido más pesadilla que sueño y ha acabado por despertar al munícipe, que ha renunciado a la promesa electoral y donde dije piscina climatizada digo Diego. Para piscinas estábamos, no te digo. Y a ver si llegar ese huevo, por lo menos.

domingo, 25 de marzo de 2012

Todo son pulgas

El perro está tan flaco que no sabe uno por dónde mirarlo, la verdad. Ni de frente ni de perfil, ni por el rabo ni por las orejas parece que tenga una pizca de alegría. Semeja galgo de compañía de aquel hidalgo que se moría de hambre y mataba de lo mismo al rapaz Lázaro de Tormes mientras se daba ínfulas de caballero. Se echaba unas migas por encima de la pechera para hacer creer, cuando salía de casa, que estaba ahíto, pero el estómago le daba unos retortijones que parecían la laguna de Béjar cuando brama, que se oye a la redonda.
Hemos sabido esta semana que las dos minicentrales eléctricas de propiedad municipal, la de Samuel Solórzano y la del Tranco del Diablo, echaban más humo en el empeño que agua en las turbinas, así que el resuello no dio para más a primeros de noviembre y dijeron hasta aquí hemos llegado. El silogismo de su renuncia tiene menos misterio que el de la velocidad de los neutrinos, que cada día que pasa es menor: no llueve, luego no hay agua. Y si no hay agua, no hay energía. ¿Y por qué no llueve? Habrá quien diga que es por “la herencia recibida”, esto es, el gobierno socialista, pero a poco perspicaz que uno sea llega a la conclusión de que va a ser verdad lo del cambio climático, aunque el primo de Rajoy no crea en él. No llueve por lo mismo que no nieva, dos fenómenos meteorológicos que, mira tú por dónde, se han vuelto más necesarios para la economía bejarana que la vieja lana de Castilla.
Resulta que por el parón de las aguas que no caen del cielo las arcas municipales dejarán de ingresas los trescientos mil euros que la venta de la energía le deparaban. Parecerá que no es gran cosa, pero no están los tiempos como para andar con remilgos. Esa cantidad es casi la mitad de la deuda municipal bejarana, que según afirmaba un periódico mundial de Valladolid asciende a ochocientos mil euros (vaya por Dios: la cifra coincide con la que dio el Grupo Socialista y no la que exageraba el Popular en el rifirrafe del verano pasado).
Digo yo que esos ingresos hidráulicos estarían seguramente contabilizados en el presupuesto municipal para este año, así que ante la evidencia de que no van a entrar, alguien se va a tener que comer el marrón: o bien acabarán desequilibrando las cuentas a final de año, o bien se ingresan de todas maneras sea como sea. Atentos, bejaranos, que estamos a punto de contemplar cómo alguna tasa, arbitrio o impuesto municipal tapa el agujero mediante el ardid de su actualización.
Esta bobada del no llover se solventa pagando a escote. O poniendo en marcha más minicentrales, a mayor gloria del cambio climático.

jueves, 22 de marzo de 2012

Bejaranos en Bogotá

Cuenta Ceferino García Martínez en el libro segundo de su Béjar en su Historia (que ya es retorcerle el pescuezo al título del libro) que en 1797 don Bartolomé de Béjar y Millán, vecino de la villa de Montoro, provincia de Córdoba, solicitó en la Villa y Corte de Madrid un certificado de hidalguía, esto es, de qué lejos le venía a él el apellido y qué hondas raíces cristianas y castellanas tenía, y ahí el genealogista se remontó a que el apellido antes de quedar manco en realidad era “Fernández de Béjar”, por un tal Pelay Fernández que estuvo en la conquista de Béjar en 1186, ese bravo guerrero que aparecerá luego también en “El día de santa Marina”, el relato mitológico de Juan Muñoz sobre los orígenes (cristianos y medievales) de Béjar. A lo que iba: en el certificado de hidalguía, además del don Pelayo bejarano, parece ser que se menciona también a un Diego López de Béjar, de quien se dice que se trasladó directamente desde Béjar a Santa Fe de Bogotá, donde se arraigaron él y sus descendientes. Y ahí quería llegar yo: una vez me entretuve en un hotel de Bogotá en mirar a ver si había alguien del pueblo por allí en la guía de teléfonos, resultando que aparecieron hasta 4.000 bogotanos que coincidían en tener un teléfono a su nombre y apellidarse Bejarano, que se dice pronto. Cuatro mil con teléfono. Lo mismo habría otros tanto sin él, o con el apellido solapado.
Ya tuvo descendencia el tal Diego López de Béjar...

martes, 20 de marzo de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (5)

Un conde de este reino entraba a besar las manos al Emperador. Y, porque era hombre que guardaba mucho, dijo don Francés:

─ Éste es conde, éste es-conde.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, v]

lunes, 19 de marzo de 2012

Cuando las buenas noticias devenían en juergas en Béjar

Acerca de cómo se recibió en Béjar la noticia de la aprobación por parte del Consejo de Ministros de la construcción del ferrocarril, Un Vejestorio [que no era otro que Juan Bautista Zúñiga], en “El Béjar de ayer. La noticia de que tendremos ferrocarril”, Béjar en Madrid, n.º 307 (24 de septiembre de 1927), pp. 6-7, relataba que “a las nueve de la noche se hizo público un telegrama enviado por el diputado Jerónimo Rodríguez Yagüe a los miembros de la junta del ferrocarril, de donde saltó a la tertulia que algunos jóvenes mantenían en determinado estanco, que a su vez se fueron al Salón de Guijo y arrastraron a todos los músicos de la banda de éste para dar una serenata que comenzó en San Juan y siguió por la calle Libertad, Corredera, calle Mayor, Plaza y Santa María, llegando a la casa del alcalde, José Rodríguez Yagüe, a eso de las once, donde todo eran vivas y cohetes, con los vecinos en los balcones, hasta invadir la vivienda del primer edil, siguiendo la juerga durante el resto de la noche, acabando todo al día siguiente con una capea en la mismísima plaza Mayor, con vaquillas moruchas de la ganadería del propio alcalde, de las que se lidiaron nada menos que doce”.

sábado, 17 de marzo de 2012

El síndrome de Pausanias

Tengo el recuerdo de hace muchos años, lo mismo veinte o más, de una campaña que puso en marcha Turespaña en su digno cometido de arrimar turistas a nuestro país. Sabido que el que llegaba venía con la premisa de “sol y playa”, aquella propuesta pretendía obtener mejor rendimiento del hecho de que España fuera uno de los países que contaba con más reconocimientos de patrimonio cultural por parte de la UNESCO. Alentados por el ejemplo de Italia, donde los turistas se reparten por todo el territorio de la bota peninsular en busca de sus variadas ciudades, sus palacios, sus museos, sus ruinas, sus callejuelas históricas, los responsables de TurEspaña llegaron a la conclusión de que había que cultivar el turismo cultural como alternativa al chiringuito de sangría y paella. El proyecto piloto consistió en ofrecer un paquete combinado con las dos ofertas, playa y patrimonio, disfrutando los agraciados en ciudades tan próximas y distintas como Málaga y Granada: la una con el pescaíto frito y la otra con la Alhambra. Fue un rotundo fracaso que se abandonó a las primeras de cambio. El asalariado de Manchester quería playa y cerveza.
Sabido es que, con la excepción del de Madrid, los aeropuertos que mueven pasajeros de verdad son los de la periferia turística: las islas, Málaga, Alicante, Valencia, Barcelona y hasta Castellón de la Fabra. El resto, pamplinas, los viajeros nacionales normales de largo recorrido.
Desde el “Spain is Different” del difunto Fraga para acá, a todo político que se tercie le entra la enfermedad de Pausanias, aquel griego que hizo la primera guía de viaje: hay un empeño permanente, sistemático y cabezón en soñar con convertir cada lugar de España en Villar del Río, aquel pueblo fingido de la película Bienvenido, Mr. Marshall del maestro Berlanga que se iba a hacer rico de la noche a la mañana. No hay pueblo mesetario que no tenga concejalía de Turismo y que ponga sus empeños, erre que erre, en obrar el milagro de convertir Villar del Río en Venecia. Si el lector se fija en las noticias que se van desgranando periódicamente respecto a esta o aquella localidad, tienen como eje de acción el turismo; todo se hace para los turistas que han de venir en tropel al reclamo de la mágica palabra convocadora, con grave olvido de los nativos, a los que nada de esos oropeles parece estar destinado.
Tal es el caso de Béjar, donde machaconamente se pretende alzar el santo del turismo como motor económico de una ciudad que tiene alma industrial, denostada. Ahora parece que queremos que también la Semana Santa local tenga colgado al cuello el medallón juntero de considerarla de interés turístico regional. Pues qué bien. No me cabe duda de que el tesón de nuestras autoridades lo conseguirá, tarde o temprano. Acabará con el tiempo teniendo medallón ilustre hasta la romería de los paporros (rediez, acabo de dar una idea).
Mueve más viajeros en una hora el aeropuerto de Ibiza que el de Salamanca en todo el año. Y Salamanca se cree una ciudad turística. Béjar también, nos ha jodío.

martes, 13 de marzo de 2012

Una quintilla de Patriletras

En 1903 sucedió [lo que contaré] en la Tertulia Progresista de la calle Pontejos [de Madrid], a cargo de elementos izquierdistas de diversos matices, precisamente el día en que la prensa de la mañana había publicado el asesinato de Alejandro y Draga por unos oficiales del Ejército, que arrojaron los cadáveres de los reyes servios por una ventana del palacio de Belgrado. El acto de Madrid había transcurrido dentro del mayor orden y una vez hecho el resumen por el presidente, éste se dirigió a la concurrencia con la frase corriente de aquel tipo de reuniones:

—¿Algún otro ciudadano quiere hacer uso de la palabra?

Se levantó el anarquista bejarano José María Blázquez, subió al estrado y leyó esta quintilla:

Con carácter urgente
pide un pueblo impotente,
falto de savia y de nervios,
una docena de servios
para el Palacio de Oriente.

El delegado de la autoridad -¿Puga, Marsal, Visedo?- puso el bastón sobre la mesa y el ácrata poeta salió para la cárcel Modelo, donde pasó una temporada de algunos meses.

[Publicado por N. Hernández Luquero en El Norte de Castilla y republicado en Béjar en Madrid, n.º 2182 (11de enero de 1964), p. 4]

lunes, 12 de marzo de 2012

Corpus Christi a sopapos

Según cuenta José Muñoz Domínguez, “La judería errante”, Béjar Información, 240 (28.7.2001), p. 11, fray Liciniano Sáez, archivero de la casa ducal en el siglo XVIII, toma de un sermón pronunciado por fray Alonso Fernández en 1683 la historia del episodio que tuvo lugar en Béjar con motivo de la celebración de la festividad del Corpus Christi del año 1397, cuando el duque don Diego López de Zúñiga, excusándose en antiguos agravios que tanto judíos como “africanos” habían hecho a la religión cristiana, decide montar una considerable procesión que, sin duda —y presumo que de forma intencionada—, fue a darse de bruces en los lugares donde aquellos moraban, al tiempo que gente armada se paseaba por la villa “por dar pavor y miedo a los enemigos de Dios”; así las cosas, parece estos enemigos de Dios no aguantaron la ostentación y acabaron todos a guantazos en La Corredera, en número hiperbólico: según el fraile placentino, los sublevados eran cinco mil trescientos y los ducales apenas dos mil doscientos, es decir, siete mil quinientos bejaranos dándose mamporros en La Corredera. El resultado fue el previsible: los impíos quedaron “desbaratados, muertos muchos y rendidos los demás, por los celosos y bien ordenados, aunque pocos cristianos en el sitio que llaman La Corredera, logrando, no con más placer esta victoria, como la de conseguir veer cumplidos los cultos y veneraciones”. Total, que a empujones y dejando muertos por el camino con empeño y osadía consiguieron que la procesión llegara a su fin a las nueve de la noche de aquel jueves, 7 de junio de 1397. Ni que decir tiene que José Muñoz Domínguez no le da mucho crédito al suceso, y —lo que tiene más encomio— fray Liciniano Sáez tampoco.

sábado, 10 de marzo de 2012

La olla podrida

Andan en el Grupo Municipal Socialista bejarano con la congoja a flor de piel después de la ocurrencia del concejal popular de Medio Ambiente en el último pleno, cuando no tuvo mayor inconveniente en soltar un eructo garbancero de hedor ajeno a la nouvelle cuisine y la exquisitez oratoria comparando al portavoz socialista con determinados criminales que no viene al caso repetir para no hacerle el juego. Además, le dio un zurriagazo de nabo y ajo al concejal de Izquierda Unida, tildándole de “patética minoría”, no se le fuera a escapar de rositas. De su boca salieron tales lindezas que a decir verdad hay que reconocer que dejó el mantel lleno de lamparones y para echarlo a lavar.
De entrada hay que reconocer que la vomitona verbal, sin duda producto de la acidez de algún empacho de plato de cuchara, ha tenido buen efecto en la dialéctica política: ha conseguido sacar del foco la ordenanza de la Ropa Tendida (que habría que aplicar a los manteles que decora) y en vez de ello estamos hablando de sus excesos oratorios, lo que es desde luego menos trascendente.
Salvado el exabrupto y la ofensa, fuera de lugar todo ello en un pueblo pequeño donde todos convivimos muy cerca unos de otros y las maneras deberían ser comedidas porque somos vecinos de piso, lo que me llama la atención es la grandilocuencia del discurso del edil, mal medida y sobre todo mal interpretada. Todos sabemos que la política es otra forma de teatro, una representación escénica en la que los papeles y los guiones no siempre se ajustan a los intérpretes. De tal forma que en lo que no era más que una comedia de situación, esto es, el pleno, donde los guiones vienen prefabricados y hasta las risas son enlatadas, el edil en cuestión se presentó sobre las tablas con el papel en la mano dispuesto a interpretar uno de esos monólogos graciosos que están tan de moda en tabernas y espacios televisivos en los que se ensartan humoradas y procacidades. Lo que más me gustó fue lo que dijo de “estar más perdido que el alambre del Bimbo”. Qué ingenio. Qué jocosidad. Tengo para mí que hablaba no para los asistentes ni para quienes después oímos los ecos, sino para un público no ya de taberna, sino tan escaso que es de parada de autobús: los diez compañeros de su grupo, a quienes quería demostrarles que tiene los dientes afilados. Supongo que le aplaudieron, como es normal. Pero era teatro leído, lo que pone de manifiesto que el actor no era un Flotats, sino un Torrente. Vino al pleno a matar, y lo hizo de risa.
Dice el diccionario de la Academia que patético es aquello “que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”. Sugiero al monologuista que por decoro público cuide sus palabras, no sea que se vuelvan contra él por no saber lo que dice. Aunque lo lea. Y que serene el ánimo.

Armande Béjart


E. Reverand du Mesnil publicó en París en 1879 un libro con el título de La famille de Moliere et ses represéntants actuels, en el que daba cuenta de que la mujer del dramaturgo era una tal Armande Béjart, miembro de una larga familia francesa de titiriteros y actores que llevaban todos el mismo apellido. Pero esa familia no es la única con ese apellido que alcanzó la gloria artística: el más prestigioso coreógrafo del siglo XX fue el también francés Maurice Béjart. ¿Cuál es la extraña ley etimológica que permite que en Francia exista un apellido Béjart? ¿Hubo alguna vez alguna invasión beharaui hacia el norte de Europa que dio origen a tan similar vocablo?

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (4)

La librea de este juego de cañas era de terciopelo leonado, y encima tafetán blanco muy acuchillado. Preguntó el Emperador a don Francés:

─ ¿Qué te parece de aquella librea?

Respondió:

─ Asadura con redaño.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, iv]

viernes, 9 de marzo de 2012

Behar

La ciencia etimológica es pasmosa. La voz behar existe en el vasco, donde en su primera acepción viene a significar ‘obligación, necesidad’. Tiene más acepciones. La voz es también un topónimo, qué casualidad, existente en la India: Behar es un estado del este del país, junto al Nepal, habitado por 82 millones de personas y cuya capital es Patna; el término es una corrupción de vihara que vendría a significar ‘monasterio’, aunque por extensión sería ‘monasterio budista’, porque allí se originó el budismo. Pero el término behar también está presente en el léxico hebreo, donde significa ‘en el monte’, más expresamente vinculado con el monte Sinaí y con el pasaje bíblico en que Moisés (el primer montañero conocido) subió allí y Dios le dijo todo lo relativo al cultivo de la tierra y la legislación en torno a ella, incluido en el Levítico, 25,1-26,2.
No me digan que no es curioso.

lunes, 5 de marzo de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (3)

Viendo correr toros un día de San Juan el Emperador en Toledo, tenía par de sí a este truhán cuando entraron los del juego de cañas. En entrando los dos primeros caballeros, preguntole el Emperador:

─ Qué te parece de estos dos?

Respondió:

─ Que han de caer juntos, como san Felipe y Santiago.

Sucedió que, antes que acabasen de pasar la carrera, rodaron por Zocodover.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, iii]

El sueño de Ana Pastor

La zamorana Ana Pastor, la ministra de Fomento, es de mi quinta y por ello coincidimos en los mismos años como estudiantes en la Universidad de Salamanca. Iba a decir que debimos de coincidir más de cuatro noches tomando copas de garito en garito, pero sinceramente no la recuerdo. Yo tenía un amplio grupo de amigos que estudiaban Medicina, como ella, razón por la cual me dejaba caer por esa Facultad cuando había asambleas para oponernos a tantas cosas en aquellos años de la Transición. Pero tampoco la recuerdo ahí ejerciendo de lideresa y apuntando ya las maneras que luego ha manifestado. Tampoco la recuerdo corriendo delante de los grises. A lo mejor lo hizo. Quién sabe.
En estos días de atrás ha sembrado el terruño de ilusiones trayéndose debajo del brazo un nuevo Plan del Oeste, semejante al que el Gobierno de Zapatero ejecutó en buena medida y al que con tanto entusiasmo los compañeros de partido de la actual ministra se opusieron tenazmente. Ahora lo entiendo: querían impedirlo entonces para hacerlo ellos ahora. Están locos estos romanos.
A sus paisanos de Zamora les ha asegurado (no seré yo quien diga que ha prometido) que se terminará el tramo de la A-66 entre la capital y Benavente. Y que también va para adelante el trazado del AVE por la provincia, camino de Galicia. A los de Valladolid les ha afirmado (no seré yo quien diga que ha prometido) la autovía entre la ciudad del sin par alcalde De la Riva y León, y además el AVE entre Olmedo y Orense. A los de Salamanca, qué menos, les ha dicho que también llegará el AVE. Y a los de Béjar de rebote nos cae nada menos que otra línea de AVE, entre Gijón y Badajoz, aunque parece que no estará lista hasta el año 2030.
Bien estaría que nuestro dinámico Ayuntamiento, tan presto siempre a ganar tiempo, fuera ya incluyendo en la agenda de las declaraciones pomposas y rutinarias dónde ubicaremos la nueva estación. A la vista de la movilidad con la que se desplaza de un año para otro el todavía no llegado Parador Nacional, que hoy está aquí y mañana allí, más vale ir llenando este vacío existencial de nuestros días municipales con la ilusión de revolver una vez más el Plan General de Ordenación Urbana para irle buscando acomodo al inminente AVE, no sea que nos pille desprevenidos.
Yo ya hago una propuesta, que seguro que tendrá muchos adeptos entre los lectores: La Cerrallana.

sábado, 3 de marzo de 2012

Plaza Mayor

Pascual Madoz, en el siglo XIX, se atrevió a decir cosas que nadie diría hoy cuando escribió en la entrada de Béjar en su Diccionario geográfico-estadístico (Madrid, 1848) lo que sigue sobre la plaza Mayor: “La plaza sería muy buena si no estuviera en ella la iglesia del Salvador, que se pensó hacer desaparecer el año de 1837, trasladando a San Francisco la parroquia. Hubiera sido una obra plausible y acertada, y entonces hubiera quedado espaciosa para el mercado, para toda clase de funciones y para paseo en todo el tiempo”.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (2)

Este truhán estaba sentado en una silla, en casa de un grande. Díjole un paje que se levantase, para que se asentase un caballero. Respondió don Francés:

─ Desensilla uno desotros, que yo aún todavía estoy sudando.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, ii]

viernes, 24 de febrero de 2012

Bexaranitis

“Enfermedad propia de bejaranos que padecen hinchazón de ombligo, con metástasis letal en el orgullo”.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (1)

Estaba el emperador Carlo Quinto un día retirado, y don Francés, truhán, con él. Tocó a la puerta un señor de este reino que tiene poca tierra cerca de la raya de Portugal. Mandó su Majestad al truhán que viese quién llamaba. Fue, y, visto quién era, dijo al Emperador cómo estaba allí don N. Replicó su Majestad:

─ Anda, déjale agora.

Respondió don Francés:

─ Conviene que vuestra Majestad me dé licencia que le abra, por que no se enoje, y tome toda su tierra en una esportilla y se pase a Portugal.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, i]

Un bejarano en el profundo Brasil

El salesiano bejarano padre Francisco Fernández Sánchez, misionero en el interior del Estado de Goiás (Brasil), con los indios xavantes, estuvo 32 años sin tener con quién hablar español, ya que su tribu está en el interior de la selva, río de las Muertes arriba. Los indios no usan vestimenta, no saben coser, y sólo fabrican arcos y flechas. La visita casual del embajador español le permitió volver a gritar: “¡Viva España!”. [Béjar en Madrid, n.º 1635 (18.7.1953), p. 7].

20.000

La Fundación Villalar es el instrumento creado por nuestra comunidad autónoma para subirnos la autoestima y alcanzar esa meta ardua de convencernos de que tenemos una identidad propia y definida. Cosa nada fácil, cuando la mantequilla es dulce en Zamora y salada en Soria, como decía alguien. Pero bueno, ahí estamos, en ello.
Seguramente casi ninguno de los lectores sepa muy bien a qué se dedica exactamente este ente autonómico y puede que los haya que ni siquiera sepan de su existencia. Ni lo van a saber, por el momento. El otro día en una entrevista su director afirmaba que quieren llegar más lejos, penetrar más en la sociedad, alcanzar mejor sus objetivos. Para ello, van a extender sus actos a aquellas poblaciones que tengan un mínimo de 20.000 habitantes. Ahí estamos. La cifra mágica que traza una raya entre lo visible y lo invisible en esta comunidad autónoma.
En tiempos de vacas flacas, van a llegar más lejos. Esta música me suena muy de cerca: menos dinero, pero más actos. El consabido milagro de los panes y los peces. De entrada, por mucho esfuerzo que hagan, parece que ninguna población de la provincia salmantina tendrá la fortuna de que esta fundación caiga por sus predios. Salvo la capital, por supuesto. Seguramente no sea otra cosa que una añagaza para justificar su presencia en Ponferrada, Aranda de Duero y Miranda de Duero, porque no sé si alguna otra población de la región, que no sea capital de provincia, supera esa cifra mágica de los 20.000 habitantes. Béjar, desde luego, no. Así que no los veremos por aquí. No sé si eso es positivo, negativo o mediopensionista, habría que analizar si una exposición de más o de menos nos iba a mejorar la percepción de pertenencia. Pero no se dará el caso.
Carecería de importancia si no fuera porque desde hace muchos años uno viene percibiendo que estar por debajo de los 20.000 habitantes convierte a una población en una excluida del reparto de la tarta en tantas y tantas cosas. Una y otra vez he visto cómo no alcanzar la cifra mágica hace que buena parte de los planes de articulación económica y social pasen de largo sin dejar nada. Puede que no afecte en nada no entrar en el circuito de circulación de una exposición, pero significa una brecha insalvable, y cada vez más, cuando hablamos de infraestructuras, de dotación de servicios, de equipamiento de bienes, de todo lo que dota de músculo a una población.
Habría que mirar más allá de Las Edades del Hombre para entender cómo el mapa del territorio se va llenando de agujeros negros por los que son tragados incluso los censos de quince mil habitantes.

jueves, 16 de febrero de 2012

Envidia

Tengo una enorme envidia de los actos que he visto reflejados en la prensa relativos a la conmemoración del Bicentenario de la guerra de la Independencia que se han celebrado en Ciudad Rodrigo durante estos días, a más de la exposición que ya tuvo lugar el año pasado. No es envidia sana, ni muchísimo menos, que dudo que exista. Es envida de la mala, de la que corroe el alma, de la que deja un reguero de baba cayendo por la comisura.
La escenificación mirbrigense ha sido de pompa y tronío, de ópera italiana, de acto de estado municipal. En las fotografías la plaza Mayor se ve toda ella vallada en su perímetro y un público nutrido participando en la contemplación del oropel. Las autoridades múltiples, incluido un descendiente del mismísimo Wellington, discursean sobre un estrado alfombrado dotado de un equipo de sonido de buena apariencia y decorado con las banderas de Europa, España, Portugal y el Reino Unido, a más de maceros y concejales con más capas que todas las que pueda haber en Béjar. Los miembros de la Corporación lucen sus bonitas medallas y algunos paisanos visten trajes civiles y militares de la época, para dar color. Las máximas autoridades, a la postre, depositaron una corona de laurel no sé dónde, en algún lugar a propósito, supongo.
Las tropas anglo-portuguesas, con Wellington al mando, liberaron Ciudad Rodrigo un 19 de enero de 1812, pero acto seguido la saquearon. Con un par. Lo uno no quita lo otro. Algo parecido había ocurrido en Béjar el 29 de julio de 1809, cuando las tropas francesas entraron a sangre y fuego y arrasaron el palacio ducal, iglesias y conventos, pegaron fuego a la calle Mansilla y mataron a unos cincuenta vecinos, entre ellos todos los heridos que yacían en el hospital del convento de San Francisco.
Los actos de memoria civil, aun cuando sean derrotas, no parece que tengan la más mínima trascendencia en Béjar. Diríase, por ejemplo, que la guerra de la Independencia nunca ocurrió en Béjar. El 10 de agosto de 1812, a las nueve de la mañana, sobre el estrado levantado junto a la torre de El Salvador, adornado con flores y banderas, congregada toda la población, las autoridades locales se turnaron durante tres horas para leer en voz alta la primera Constitución que tuvo España, la Pepa, de la que una copia había llegado a la villa la víspera, procedente de Cádiz.
Me apuesto un brazo a que no habrá el más mínimo gesto conmemorativo en recuerdo de aquel acto de ciudadanía libre que por primera vez tenía lugar en Béjar. Las cosas están muy mal con la crisis y seguramente no merezca la pena. Si quien manda ahora en el Ayuntamiento mira para otro lado y le basta con cumplir en el aniversario de los Mártires de la Libertad, con empeño en encerrarlo en el cementerio casi con clandestinidad y banda de música, cómo vamos a sacarnos de la chistera otro hecho que traiga a la memoria la reivindicación de la libertad y la Constitución. Por favor, no despertemos al obrero dormido. Aquí basta con traer turismo, mucho turismo, a base de Corpus Christi y Virgen del Castañar. Como Dios manda.

martes, 14 de febrero de 2012

Luis Cabrera, imágenes imprescindibles

En su intervención, Juan Antonio Pérez Millán, director de la Filmoteca de Castilla y León, dio entrada a las imágenes de Luis Cabrera (Béjar, 1910-1979) proyectadas durante la pasada edición del Festival de Cine Español con una lección sobria y sobrada sobre los valores técnicos, estéticos y documentales de las obras fílmicas de este histórico fotógrafo bejarano. Por resumírselo ahora a ustedes en una palabra mágica, dijo que eran “vida”. Se trataba de un montaje de cerca de dos horas, con el título de Imágenes bejaranas, que venía a sintetizar las múltiples grabaciones que hizo entre los años cuarenta y los años setenta del siglo pasado, que gracias a la generosidad de sus hijas Ana y Carmen desde hace un tiempo se guardan para siempre y al acceso de todos los bejaranos que las quieran contemplar en la Filmoteca de Castilla y León, además de otros siete mil negativos fotográficos que son, todo ello, un tesoro para que las futuras generaciones puedan tener un conocimiento visual del tramo central del vigésimo siglo.
La primera parte del montaje era un extracto del verano y el invierno de una obra más amplia, Las cuatro estaciones, que ya pudimos contemplar durante la Semana Cultural del colegio Filiberto Villalobos hace año y pico. Rodada en color a finales de los años sesenta, tiene el sabor y la dicción de aquellos documentales divulgativos que nos ofrecía por la época el inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente en la única cadena de televisión que había. Luis Cabrera se tomó la paciencia de echarse la cámara al hombro y rodar el ciclo anual con que la fauna y la flora van cambiando el paisaje bejarano. Y cuando digo bejarano he de recordar que Béjar es una comarca y no sólo una ciudad. En realidad, la ciudad no aparece en ningún momento en toda la obra, haciendo gala Cabrera del sentido amplio con que hemos de entender la condición de la bejaranía: la de esos segadores que a pleno sol trillan o acumulan la paja en el amial, una imagen postrera de cómo se han hecho las labores del campo desde la Antigüedad hasta hace cuatro días. Un testimonio local de un Béjar desaparecido, tan local y bejarano como el sempiterno ámbito fabril o el ocioso deambular por las nieves de las altas cumbres.
La segunda parte del montaje fueron imágenes sin sonido, imágenes mudas pero rebosantes de añoranza de lo que ya no es. Aparentemente eran tomas domésticas y familiares en torno a los más próximos de Luis Cabrera, con un escenario tras las figuras humanas que hacía retornar un paisaje urbano en blanco y negro, el Murallón, la Circunvalación, el paseo de la Estación, El Bosque, la travesía de Santa Ana. Por más que fueran imágenes que se tomaron con una intención familiar, a la postre se elevan a la condición de evocación común de un tiempo que muchos bejaranos presentes esa noche en el Teatro Cervantes habían vivido con las mismas vestimentas, las mismas costumbres, los mismos recorridos y hasta seguramente el mismo silencio fílmico que remitía a la ausencia de lo que ya no es y de los que ya no están. Vida, pues, como dijo Pérez Millán.
Gracias por el regalo, Ana y Carmen, hijas del gran Luis. Esperemos que haya más fiestas de la vida en los años venideros que nos reconforten a todos en el respeto a Béjar.


[Publicado en Béjar en Madrid, septiembre 2011]
YES, WE JAR

Béjar, Ciudad Europea de la Cultura

Hace unos días Salamanca ha conmemorado el décimo aniversario de la apertura de los actos con que celebró ser Ciudad Europea de la Cultura, en 2002. Todos lo recordarán, seguro. Visto desde la distancia, ahora parece que aquello se consiguió con la gorra, porque en los últimos tiempos hemos presenciado cómo hasta dieciséis urbes españolas se han estado promocionando con el simple hecho de realizar programaciones y actos con la etiqueta de “Ciudad candidata a”, hasta que el año pasado se le concedió finalmente a San Sebastián para que lo sea en 2016, con gran cabreo de alguna perdedora.
También hace unos días se abrían los actos de lo mismo en la portuguesa Guimarães, Ciudad Europea de la Cultura durante el presente año. Se hacía con el típico e inevitable espectáculo callejero de La Fura dels Baus. El presupuesto de todo el acontecimiento es de 110 millones de euros. Duplica lo que se gastó en Salamanca. El programa comprende un millar de actos y proyectos, una barbaridad, dos y pico por día. No se hicieron menos en Salamanca, y la verdad es que fue una maravilla comprobar cómo el público acudía encantado a lo que le pusieran por delante.
En todo caso, lo que me ha llamado la atención no ha sido tanto el progreso y consolidación de este emblemático acto de fe europea con el paso de los años, que ya es de agradecer de por sí, sino lo que de efecto transformador está teniendo para Guimarães y la inevitable evocación que me produce sobre Béjar. Guimarães es una ciudad de 50.000 habitantes de un patrón similar a la nuestra: en los años ochenta
y noventa sus empresas textiles fueron cerrando una detrás de otra. Les quedaron las naves, las fábricas abandonadas a la sombra del viejo castillo. Pero ahora reviven, reconvertidas: la una se ha vuelto flamante instituto de diseño, otra se reinventa como contenedor de exposiciones de pintura y futuro centro comercial, la de más allá albergará equipos de producción cinematográfica y otra más luce en su dintel el sonoro nombre de Centro para Asuntos de Arte y Arquitectura, con residencia incluida para artistas extranjeros invitados. El más impactante es el nuevo Centro Cultural Vila Flor, formado por un palacio del siglo XVIII al que se le ha adosado armoniosamente un edificio de cristal que cobija dos auditorios, salas de ensayos y demás. En Guimarães lo tienen muy claro: tanto como una fiesta, se trata de una oportunidad para proyectar un nuevo sentido a la ciudad una vez que el ciclo textil parece haber llegado a su fin.
Seguro que la música les suena y ya se imaginan a dónde voy a ir a parar. En el 2014 tendremos de nuevo la “Bienal Mateo Hernández” abigarrada bajo las arcadas del claustro de San Francisco y a poco que se den bien las cosas en el 2015 gozaremos de “Las Edades del Hombre” en la iglesia de San Juan. Ya fuimos una vez Ciudad Cervantina. Y tenemos una Feria de Muestras Comarcal, que se me olvidaba. Creo que estamos entrenados y que no estaría de más que diéramos el salto y nos animáramos a retos mayores. ¿Qué tal solicitar ser Ciudad Europea de la Cultura para 2049? Para entonces ciudades del tamaño de Béjar (si no se ha reducido) tendrán su oportunidad.
Y de paso, como ese año es el centenario de la muerte de Mateo Hernández, nos ahorramos un programa especial, ir al cementerio y todo eso. A ello.