viernes, 25 de mayo de 2012

Visión de la ruina

Me fui hace una semana a Madrid a ver en Caixaforum la exposición “Las artes de Piranesi”. De la Italia del XVIII tengo pasión por su coetáneo y homónimo Giambattista Bodoni, el tipógrafo más exquisito que ha existido. De Piranesi tenía vagas ideas, pero me empujaban las ganas de contemplar sus grabados de ruinas romanas, unas reales y otras inventadas, magníficas todas sin embargo como para convertirlas en escenario precursor de los ambientes que idealizaría el Romanticismo y darían pie a toda la literatura gótica, de la que en Béjar tenemos ese ejemplo que fue La historia maravillosa de don Bernardo de Zúñiga, que escribió Alejandro Dumas sobre una pareja arrebatada de amantes bejaranos, Bernardo de Zúñiga y Ana de Niebla.

Cuando en ese mismo siglo XVIII el ilustrado Antonio Ponz visitó Béjar, antes de 1788, una de las frases contundentes que dejó escritas en el tomo octavo de su Viaje de España, en el que describe su paso por nuestra ciudad, fue que “Béjar sería muy importante en lo antiguo, pero se van cayendo sus murallas”. La frase tenía un sentido literal, era cierto que las murallas ya iban camino de la perdición, pero no deja de sonar en tales palabras la voz de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes ya desmoronados / de la carrera de la edad cansados / por quien caduca ya su valentía”. Leídas aquellas palabras de Ponz con ojos actuales no deja de asomarse la tentación metafórica de leer en los versos de Quevedo la premonición de lo que hoy es Béjar respecto a su pasado.

Quizá la imagen que resume esa visión de la ruina que un viajero atento como Piranesi dibujaría al carbón, por hacerla más gótica, si pasara hoy por Béjar, sea la del solar de lo que una vez fue la Thesa y hoy conocemos como Hispano Textil, un emblema que en los años treinta del siglo pasado parecía un cambio de paso para la fortuna de Béjar y que casi un siglo después es el trazo desdibujado de una tea que se apaga y nos deja sin luz.

A oscuras, no parece fácil entender el valor de los símbolos para que el pensamiento no se obnubile y caiga en la sinrazón. Las banderas están para enarbolarlas, no para que el viento y la lluvia las conviertan en trapos. Los generales deberían saber qué significan los símbolos para recuperar el ánimo de la tropa bejarana antes de que el paisaje de la batalla sea el de la desolación.



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