Que estando el Emperador para ir a Hungría contra el Turco, ofrecíansele muchos señores de Castilla para servirle en aquella jornada y otros caballeros disimulaban con él, por donde dijo generalmente:
─ Muchos han de querer ir conmigo y yo los tengo de consentir; y otros se querrán quedar holgando y mandarles he que vayan.
Oyolo el Francés e interpretolo a otro sentido y dijo a los Grandes que estaban presentes:
─ Habéis visto qué bien acondicionado es su Majestad, que quiere a los que no le quieren y no quiere a los que le desean servir.
Y tornóselo a decir al Emperador, diciéndole:
─ Bien acondicionado sois, que amáis a quien no os ama y alanzáis de vos a los que os quieren servir.
Repitió esto tantas veces y por tantas maneras que hizo enojar al Emperador y desde allí le desfavoreció, de manera que el truhán, viéndose privado primero y después perdida su privanza, acordó de dejar la corte. Y fuese a su casa pensando de lograr un mayorazgo grueso que había ganado por sus gracias, siendo un pobre sastre remendón. Mas no gozó de él muchos días, que un señor de Castilla le hizo dar de puñaladas por las malicias graciosas que le había dicho, cuando estaba favorido y pujante, delante del Emperador.
[Francisco Monzón, Espejo del príncipe christiano, Lisboa, 1544, fol. clxiii]
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