viernes, 22 de julio de 2011

Prodigio

Anuncia la edil de Festejos que las que vienen en septiembre serán unas fiestas un 40% más baratas y sin embargo habrá muchos más actos. No deja de ser maravillosa la alquimia popular para manejarse con la parábola de los panes y los peces. Aleluya, hosana. Hemios llegado, por fin, a la tierra prometida, la de la leche y la miel en abundancia: imiporta que haya mucho mucho mucho, y que sea barato, barato, barato. Eso es hacer país.

miércoles, 20 de julio de 2011

Teoría del Cromo Cambiado

Me entero ahora, tanto tiempo después, de un principio sociológico, mecánico o electoral, que responde al curioso nombre de Teoría del Cromo Cambiado y que fue definido, supongo que hacia 1994, por el diputado popular José Antonio Bermúdez de Castro. Lo dice el periódico El Mundo. Ahora exitosa en Extremadura, y quién sabe en cuántos otros sitios, al parecer la teoría fue aplicada por primera vez en nuestra ciudad y consistió en “descubrir en Alejo Riñones al candidato perfecto para romper el histórico veto de los vecinos de Béjar al PP”.
Y luego dicen que Béjar está en decadencia, cuando hasta sirve de laboratorio político.
Me intriga, en todo caso, saber en qué consiste exactamente el principio del cromo cambiado: ¿acaso en que el candidato sea extremeño de nacimiento? ¿Acaso en que sea obrero? ¿Acaso en que sea de izquierdas? ¿Acaso en que esté repe?
Curioso. Muy curioso.

lunes, 18 de julio de 2011

Procesiones

De un tiempo a esta parte no veo más que procesiones en la calle bejarana, algunas como las de san Antonio o la de la Virgen de la Salud de las que en mi vida había oído hablar. Está bien recuperar tradiciones y fervores. Estoy, sin embargo, expectante por saber qué va a pasar este año el 28 de septiembre, por saber si todas las procesiones van en la misma dirección.

domingo, 17 de julio de 2011

Lucky Peterson se come Béjar

La plaza de toros de El Castañar, de nuevo con el aforo completo y la luna asomada para no perdérselo, echó anoche (esta mañana, más bien) el cierre a la XII edición del Festival Internacional de Blues de Béjar, con un cartel en la cumbre que establecía a priori un duelo entre artistas norteamericanos, padres del invento, e hispanos, discípulos aventajados, con la guitarra como instrumento de discusión. Porque las guitarras fueron, efectivamente, las protagonistas absolutas de la noche, sin asomo de los metales y casi de la armónica hasta el tramo final de la madrugada.
El primero que subió al escenario, al filo de las diez de la noche fue un peso pesado que cuenta en su historial haber compartido tablas con Muddy Waters, John Mayall o Jimi Hendrix: Joe Louis Walker, que traía consigo una línea de músicos donde las cuerdas se triplicaban con las de Murali Coryel y Amar Sundy, además de las suyas. Con ese punto de partida, el foco de luz saltaba de un mástil a otro en un repertorio híbrido que incluyó el blues, pero también el rock y el soul, que hasta ahora no habían aparecido en las anteriores sesiones del festival.
Sin solución de continuidad fue luego el turno de Lucky Peterson, multiinstrumentista ecléctico y cantante generoso que derrochó alegría y fuerza en el recorrido de su hora y media, tiempo sobrado para arrimarse a todos los palos de la música negra con una frescura y diversión que hicieron las delicias de los aficionados, entregados a sus juegos, sus coros y su magia. Terciado el concierto subió al escenario su esposa Tamara y entre ambos pusieron fuego en la arena, cómplices de un público sorprendido y cautivo en una actuación que fue lo mejor del festival.
Justo donde lo dejó Lucky Peterson recogieron el guante los integrantes del tramo final de la noche, bajo el genérico y prometedor rótulo de “Reunión de blues ibérico”, máscara bajo la que es escondían Los Blues Pistols de Santi Campillo, Pepe Bao, Anye Bao y Sooper Hooper, que se instalaron en el hard rock y el funky con evocaciones al amparador blues del que todo nace. El diálogo de los dos lados del Atlántico adquirió maneras de cumbre cuando comenzaron a congregarse sobre el escenario músicos bluseros invitados de los cuatro puntos cardinales de España, hasta quince, que se disputaban el aplauso en una larga jam session que, digámoslo sin apuro, fue la mejor forma de poner remate a una noche de guitarras, por decir noche, porque uno de los últimos invitados se abrió paso hasta el micrófono con un “buenos días” que lo dice todo sobre la intensidad y disfrute de un festival que gana cada año y se ha vuelto cita imprescindible para los aficionados de todo el país.

sábado, 16 de julio de 2011

Raimundo Amador en el coso del blues

Si algo tiene de peculiar y distinto el Festival de Blues de Béjar son las dos jornadas en que la música negra se instala en la plaza de toros de El Castañar, el viejo y querido recinto que se levantó en el siglo XVIII y que este año cumple precisamente trescientos años. Algún viajero inglés de aquellos que recorrían España a lomos de caballería y luego escribían guías señaló su sorpresa por el parecido del paisaje bejarano con el del Tirol. Eso fue antes de que el gran Elliott Murphy viniera y dijera que no, que a lo que se parecía era a Chicago.
Durante tres días los asiduos del blues hemos corrido del Teatro Cervantes al Café La Alquitara para asistir a las dos sesiones que el cartel nos ofrecía. Pero se acabó el pequeño formato: ayer ya pudimos sentar los reales en el escenario central, esa plaza de toros que es un claro abierto al cielo entre los castaños ya acostumbrados al sonido del Mississippi.
Unos mil quinientos aficionados se repartían por la arena y las gradas cuando Jimmy Burns subió a las tablas, un bluesman de la vieja escuela que está saboreando el éxito y el reconocimiento en el último tramo de su trayectoria, después de haberse iniciado en los sesenta y haberse sumido en el olvido en las décadas siguientes. Festivales como éste permiten recuperar artistas que nunca estuvieron en la primera línea, pero sostuvieron la mejor raíz blusera de los padres fundadores, Waters, Holf, King y compañía.
Fue el turno luego de los metales de los ingleses Blue Harlem, una banda retro impecable hasta en la forma de vestir, asumiendo hasta el más mínimo detalle el ambiente escénico de las viejas formaciones que hacían swing al filo del medio siglo pasado, con la poderosa voz de la vocalista Sophie Shaw dando juego a los dos saxos, la trompeta y los teclados de en piezas tan magníficamente adornadas como el Hound Dog rocanrrolero llevado a ese medio tempo del jazz bailón.
Y en esto llegó el trueno y descargó la tormenta. La noche acabó con la juerga prodigiosa de un Raimundo Amador que tiene ganada la gloria hace muchos años y no da sorpresas, salvo la de abrasarte durante dos horas envuelto en las llamas de sus guitarras. Alguien me dijo al lado que había subido al escenario Carlos Santana, por el sombrero y las pintas que llevaba, el bigotito y las gafas, que no eran de sol sino de ver, peajes de la vida. Y no dejaba de tener razón: lo del sevillano no deja de ser el mismo blues latino, pero enriquecido (y mucho) con la veta flamenca aprendida en la familia. En todo caso, basculando hacia un lado u otro, el blues latino o el flamenco, los dedos del genio imponen en la guitarra un sonido propio y reconocible que forjó hace treinta años, cuando se abrió camino con Veneno y Pata Negra, repertorio en el que insistió mucho, sabio sabedor de que el público venía de lejos, en lo geográfico y en lo espiritual.

Blues en Béjar

Con ésta ya son doce las ediciones en las que los veranos de la ciudad salmantina de Béjar han acogido la celebración de su ya consolidado festival internacional de blues, que ha ido cambiando de nombre a lo largo de los años hasta parar en este de Transblues con que desde el año pasado se da a conocer, denominación que está vinculada a su relación con el festival hermano que se celebra en la portuguesa ciudad de Guarda en estas mismas fechas.
Por el escenario bejarano han pasado en años anteriores nombres legendarios del género como Buddy Miles, Poppa Chuby, Joe Turner, Canned Heat, Yardbirds, Dr. Feelgold, John Lee Hooker Jr., Maceo Parker, Anna Popovic o The Fabulous Thunderbirds, o los nacionales Ñaco Goñi, J. Teixi Band, Burning, Javier Vargas o Raimundo Amador, que repite este año.
El festival tuvo su preámbulo en el tradicional curso de aprendizaje de blues que se celebró durante tres días en el mes de junio, en el que los aficionados tienen la posibilidad de iniciarse en la interpretación blusera y además participar luego en jam sessions con los maestros.
Tras su presentación la semana pasada, con concierto incluido, en Madrid y Valladolid, el martes abrió fuego a las diez de la noche en el Teatro Cervantes el quintento lisboeta de bluegrass Stonebones & Bad Spaghetti, que se atrevió a llevar a su territorio el Caravan de Duke Ellington. A medianoche subieron al escenario del Café La Alquitara los extremeños Guitar Not So Slim con un repertorio del mejor blues eléctrico de Chicago.
El miércoles nos trajo el jazz de Nueva Orleans del saxo de Jesse Davis Quartet con un repertorio neobop que caminaba entre Charlie Parker, Sonny Stitt y Cannonball Adderley. Por la noche, en las tablas de La Alquitara fueron Luca Giordano y Quique Gómez, europeos emigrados a Chicago, quienes completaron la jornada.
Ayer jueves era el turno del instrumento más blusero, la armónica del norteamericano Greg Izor, que se subió al escenario del Cervantes respaldado por el quinteto español de los King Bee, dentro de la gira en la que está presentando su primer disco, I Was Wrong. Por la noche, repitieron Luca Giordano y Quique Gómez en La Alquitara.
Mañana viernes el festival se traslada a la plaza de toros de El Castañar para comenzar las dos jornadas grandes y más intensas, con seis horas en cada una de ellas de blues inacabable arropados por los castaños, las estrellas y el espíritu de Robert Johnson.