Vínole a ver Perico de Ayala, truhán del marqués de Villena. Viendo que se quería morir, díjole:
─ Hermano don Francés, ruégote, por la grande amistad que siempre hemos tenido, que, cuando estés en el cielo ─lo cual yo creo que será así, según ha sido tu buena vida─, ruegues a Dios que haya merced de mi ánima.
Respondió:
─ Átame un hilo a este dedo meñique, no se me olvide.
Y ésta fue la postrera palabra, y luego murió.
[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, vii]
─ Hermano don Francés, ruégote, por la grande amistad que siempre hemos tenido, que, cuando estés en el cielo ─lo cual yo creo que será así, según ha sido tu buena vida─, ruegues a Dios que haya merced de mi ánima.
Respondió:
─ Átame un hilo a este dedo meñique, no se me olvide.
Y ésta fue la postrera palabra, y luego murió.
[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, II, V, vii]
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