viernes, 25 de mayo de 2012

Cuando Béjar casi secuestra a un rey

Si hemos de creer las fuentes en las que bebió Madoz para redactar su entrada de Béjar en su famoso Diccionario (Madrid, 1848), habría que rastrear bien aquel pasaje de la historia en el que los bejaranos, o quien gobernaba en Béjar entonces (el primer duque, don Álvaro de Zúñiga) estuvieron a punto de darle para el pelo nada menos que a un rey, Enrique IV de Castilla. Dice así el pasaje: “A principios de 1467 persuadió el arzobispo de Sevilla a don Enrique IV de Castilla que fuese a Béjar a tratar con los descontentos y terminar todas las diferencias; pero el objeto era apoderarse de su real persona con mayor seguridad. Don Enrique hubiera seguido este consejo si los habitantes de Madrid no se hubiesen armado para impedirle la salida, conociendo que caminaba a su ruina”.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (13)

El cardenal Tavera labró un hospital muy suntuoso en Toledo en la misma sazón que el Rey había pedido al reino un donativo. Dijo don Francés que entre el Rey y el cardenal se juntaba todo el hospital, porque el cardenal labraba la casa y el Rey hacía los pobres.


[Juan de Arguijo, Cuentos, B.A.E., CLXXVI, p. 236, pero la anécdota es apócrifa, porque Tavera fue cardenal después de muerto don Francés y su hospital se terminó en 1541].

Visión de la ruina

Me fui hace una semana a Madrid a ver en Caixaforum la exposición “Las artes de Piranesi”. De la Italia del XVIII tengo pasión por su coetáneo y homónimo Giambattista Bodoni, el tipógrafo más exquisito que ha existido. De Piranesi tenía vagas ideas, pero me empujaban las ganas de contemplar sus grabados de ruinas romanas, unas reales y otras inventadas, magníficas todas sin embargo como para convertirlas en escenario precursor de los ambientes que idealizaría el Romanticismo y darían pie a toda la literatura gótica, de la que en Béjar tenemos ese ejemplo que fue La historia maravillosa de don Bernardo de Zúñiga, que escribió Alejandro Dumas sobre una pareja arrebatada de amantes bejaranos, Bernardo de Zúñiga y Ana de Niebla.

Cuando en ese mismo siglo XVIII el ilustrado Antonio Ponz visitó Béjar, antes de 1788, una de las frases contundentes que dejó escritas en el tomo octavo de su Viaje de España, en el que describe su paso por nuestra ciudad, fue que “Béjar sería muy importante en lo antiguo, pero se van cayendo sus murallas”. La frase tenía un sentido literal, era cierto que las murallas ya iban camino de la perdición, pero no deja de sonar en tales palabras la voz de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes ya desmoronados / de la carrera de la edad cansados / por quien caduca ya su valentía”. Leídas aquellas palabras de Ponz con ojos actuales no deja de asomarse la tentación metafórica de leer en los versos de Quevedo la premonición de lo que hoy es Béjar respecto a su pasado.

Quizá la imagen que resume esa visión de la ruina que un viajero atento como Piranesi dibujaría al carbón, por hacerla más gótica, si pasara hoy por Béjar, sea la del solar de lo que una vez fue la Thesa y hoy conocemos como Hispano Textil, un emblema que en los años treinta del siglo pasado parecía un cambio de paso para la fortuna de Béjar y que casi un siglo después es el trazo desdibujado de una tea que se apaga y nos deja sin luz.

A oscuras, no parece fácil entender el valor de los símbolos para que el pensamiento no se obnubile y caiga en la sinrazón. Las banderas están para enarbolarlas, no para que el viento y la lluvia las conviertan en trapos. Los generales deberían saber qué significan los símbolos para recuperar el ánimo de la tropa bejarana antes de que el paisaje de la batalla sea el de la desolación.



jueves, 17 de mayo de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (12)

Y el mismo [don Francés] al mismo, que era padrino de una justa, llegando a los jueces, donde estaba con la porfía de una lança, les dijo:

─ Denle VV SS el precio, que dice la verdad San Cristóbal el pollo.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

Museos

Leo en un periódico impreso la noticia de que las autoridades eclesiásticas placentinas merodean la idea de reabrir al público el Museo Sacro sito en la iglesia de la Antigua, apoyándose en vecinos voluntarios que explicarían las piezas exhibidas a los curiosos. Me sorprende grandemente que en el cuerpo de la noticia no aparezca la palabra turismo, tanto en las que se le pueden atribuir al periodista como en las que pudieran corresponder a la concejala que dio el aviso. Ya me gustaría que fuera cierto que no se mencionó y que el impulso de apertura correspondiera a una voluntad cultural, patrimonial y educativa, pero me temo que sea un lapsus, dado que el motor de nuestra economía, como bien sabemos todos, es el turismo que nos ahoga.

Sería, de producirse, y tiene visos de que así será, el segundo museo del que en pocas semanas se anuncia su reapertura. No hace nada que lo hacía el Museo Taurino sito en dependencias de la plaza de toros de El Castañar, anunciado este sí en su momento a mayor gloria del turismo, fe que mueve montañas.

En las últimas semanas hemos prestado una inusual atención al benemérito Valeriano Salas, cuyo legado artístico con el paso de los años se ha ido comiendo la denominación de Museo de Béjar en favor de la de Museo Valeriano Salas, cuando en realidad formaba tan solo una parte de aquel. Devuelto el retablo de San Gil a su lugar originario y enajenadas las esculturas de Mateo Hernández y González Macías, a estas alturas ya no sé si queda algo del viejo Museo de Béjar que no proceda del legado de Salas. Confieso que me he perdido en el camino.

Se nos anuncia constantemente, por otro lado, la apertura del Museo de la Historia Textil, uno de esos escoriales en los que Béjar se embarca con frecuencia y en los que se toma un tiempo prudente porque las prisas no son buenas para lo que ha de ser eterno.

Mucho da que hablar Mateo Hernández, santo a quien sacamos en procesión en el aniversario de su óbito y al que le hacemos unas saturnales cada dos años, pero su museo guarda un silencio que parece de camposanto, como si en él el aire se hubiera suspendido y la escena fuera irreal.

Queda, al cabo, allá en lontananza alumbrando la quilla de la nave bejarana, el Museo Judío David Melul, el único del que tenemos noticias de que tenga director, presupuesto, actividades frecuentes y planta del hervidero cultural que debe ser un museo. Otra cosa que no sean las citadas, hace de esos espacios públicos más que museos depósitos de sombras.

Seis museos, pues. Si es que no me he olvidado de alguno. Estamos que nos salimos. A falta de catedral, buenas son tortas. La ciudad de los museos. Quién fuera turista.

sábado, 12 de mayo de 2012

Tawi-Tawi

Todavía en fecha tan cercanas como son las que van del 22 de enero al 6 de marzo de 1882 el marino bejarano Tomás Olleros y Mansilla, capitán de fragata y coronel del ejército de Tierra, al mando de la corbeta “Doña María de Molina” y llevando a sus órdenes dos compañías de Infantería de Marina y al cañonero “Panay”, en nombre del Reino de España tomó posesión una a una de un rosario de islas que están al sur de Borneo y que reciben el nombre de Tawi-Tawi.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (11)

El mismo [don Francés] a un caballero muy grande y de muy grandes cuartos, dijo que era baharí torçuelo, criado a tetas de almofrex.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

Berlanguiana

Seguro que recuerdan a aquel malabarista chino de los circos de antaño cuyo número consistía en hacer girar un plato de porcelana en lo alto de una varilla que cimbreaba hasta que la dinámica del movimiento lo hacía volver sobre sí a una endiablada velocidad, momento en que el artista de las trenzas hacía lo propio con otro plato, y luego con otro, y luego con otro, y hasta lo mismo una docena o más, habiendo un punto en que el hombre corría de un lado al otro como loco para que la pérdida de velocidad de la loza primera no diera al traste con el aplauso final, que se producía cuando la docena de platos giraba al unísono sin estropicio.

Tal que así se me hacen en la imaginación las autoridades bejaranas de todo tipo y condición en estos días aciagos, que más que de crisis parecen de demolición. Me los supongo corriendo como posesos intentando que los platos no se les rompan delante de sus narices. El inventario de desaguisados parece un soufflé a punto de nieve: el Ministerio de Educación pone en solfa la continuidad de algunos grados de la Escuela de Ingenieros; el Consejo General del Poder Judicial pretende llevarse los Juzgados bejaranos a la capital, por no tener los famosos y mínimos 20.000 habitantes; la Federación de Municipios y Provincias quiere llevarse a la Diputación de Salamanca algunos de los servicios que presta nuestro Ayuntamiento, por no tener los famosos y mínimos 20.000 habitantes que condenan al ostracismo y a una muerte lenta, agónica y dolorosa; el Gobierno central anda deshojando la margarita de cobrarnos peaje en la A-66, esa autovía por la que cierto ministro bejarano se denodó para que se hiciera en tiempo récord y fuera gratuita; total, que de aquí a nada puede que haya que ir a Salamanca a estudiar (más) o a solventar nuestras penas hospitalarias, judiciales, municipales y, ya de paso, comerciales, pero además pagando peajes por hacerlo.

Si ello fuera poco, tenemos el nonato Parador de Turismo en coma inducido, como el Museo Textil o las perras para una fundamental en estos tiempos piscina climatizada, que ayudaría lo suyo a sobrellevar los lloros. Por no citar esas viviendas sociales tan en el limbo como el futuro del decano Béjar en Madrid.

Puesto con un orden adecuado y sacando de cada uno de los asuntos citados el lado vitriólico que fuera menester, no me cabe duda de que el inigualable Rafael Azcona escribiría un guion magistral como los que hacía para las películas del maestro Berlanga. La escena final, de claro ambiente coral con muchos extras y la cámara haciendo travelín, sería el de un recinto ferial con caballitos y coches chocones en el más riguroso silencio, acorde con el luto de estos días de vinagre y cardos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Rentas

Castilla y León, la tercera región más grande de la Unión Europea, tiene 2.247 municipios, 112 conjuntos históricos, 400 museos, 300 castillos, 12 catedrales y 1 concatedral. Tiene también 13 campus universitarios. Uno de ellos es el de Béjar, vinculado a la Universidad de Salamanca y cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. También del siglo XIX viene la Cámara de Comercio e Industria, una de las tres primeras que se crearon en la región, junto con las de Salamanca y Valladolid. Del siglo XIX procede de igual manera la existencia del Juzgado de Béjar.

Todo ello pasa ahora por momentos de incertidumbre. El Consejo General del Poder Judicial ha sugerido la eliminación del Juzgado de Béjar, que pasaría a Salamanca, si lo admite el Ministerio de Justicia. La Cámara de Comercio e Industria está en un proceso de transición y reinvención que requiere fortuna y buena mano para aguantar el embate. El campus universitario, esto es, la Escuela de Ingenieros, vive la zozobra de la enésima reforma universitaria, léase reducción y tijeretazo, que puede dejarle el traje hecho unos zorros. En una reciente entrevista el rector salmantino aludía a las dificultades de cerrar las titulaciones de centros como el de Béjar porque “choca con problemas de resistencia de las autoridades locales”. Espero que sea verdad que está habiendo esa resistencia, aunque en la calle no se ha oído todavía ni mu.

Que de todo ello nos dejaremos pelos en la gatera está claro. No vamos a salir indemnes de este viaje. Alguna maleta perderemos por el camino y no podremos recuperarla porque el peso específico de Béjar, el económico, el social y el político, va reduciéndose de decenio en decenio. Pero lo que nos ocupa y preocupa, altura de miras donde las haya, es quitarnos de en medio ese jarrón chino que es El Bosque o construir una piscina climatizada.

Se habrán fijado en que las tres instituciones que cité al principio, Escuela de Ingenieros, Cámara de Comercio y Juzgado, nacieron en el siglo XIX, el siglo en que Béjar se hizo ciudad y se puso en el mapa. El siglo XX no nos ha traído nada que nos haya transformado. ¿El pantano? ¿La Covatilla? ¿Los hombres de musgo de interés turístico universal? Ya me dirán ustedes si es comparable. Vivimos de las rentas del siglo XIX y con la crisis actual se nos está yendo al garete el capitalito heredado. Vamos camino de salirnos del mapa. Como Grecia.

jueves, 3 de mayo de 2012

La llegada del teléfono a Béjar

“Ya tiene Béjar teléfono”. Esas fueron las primeras palabras que se escucharon a través de un hilo telefónico cuando se inauguró la primera línea en nuestra ciudad. Ocurrió en 1920. El jefe de la “Estación de Béjar”, que así se llamaba la centralita, era un tal Alejandro Bella, a quien le auguraban en la prensa que iba a escuchar más secretos que los curas en confesión... “¡habrá que oír la de cosas que se digan... sobre los novios!”. Vinieron autoridades de Salamanca y de Madrid. En el acto, se felicitó a los jefes de negociado, a “nuestros queridos amigos don Ramiro Martínez padre e hijo, a don Alejandro Bella y a don Filiberto Villalobos”. Después del acto, los invitados se dieron un banquete en el Hotel España, en el que se hicieron votos por la prosperidad de Béjar y para que el teléfono fuera de utilidad y contribuyera al progreso de la localidad. Acabado el banquete, los comensales se trasladaron al Castañar y posteriormente a Candelario, donde fueron recibidos en el Ayuntamiento por el señor alcalde y concejales, que les obsequiaron con dulces, habanos y bebidas, brindando todos por la unión de verdad y la eterna fraternidad de Béjar y Candelario.
Y me pregunto: ¿qué tenía que ver la fraternidad de Béjar y Candelario en el asunto, si en la villa chacinera no se había instalado ningún teléfono para que unos y otros se llamasen?

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (10)

Don Francés, un hombre muy gracioso, vecino de Béjar, viendo a un caballero muy chico, armado, se llegó a él y le dijo:

─ Beso las manos mil veces al cascabel plateado.

[Luis Zapata, “Miscelánea”, Memorial Histórico Español, Madrid, 1859, XI, p. 371]

martes, 1 de mayo de 2012

El Hombre de las Nieves

El Hombre de las Nieves ha sido hallado en perfecto estado de salud y a preguntas de los periodistas contestó que gracias a los excelentes vinos que le suministra Bodegas Mansilla ha podido resistir las ventiscas de nieve y frío, los cuales recomienda con garantía y a partir de hoy gran rebaja de precio, por tener almacenado grandes existencias en toda clase de vinos [anuncio publicado en Béjar en Madrid, 1666 (20.2.1954)].

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (9)

El truhán don Francés decía que en Segovia eran ocho meses de invierno y cuatro de infierno.

[Melchor de Santa Cruz, Floresta española, Toledo, 1574, IX, VI, ix]

El Monolito

Acabada la Guerra Civil, no sé si Eloy Hernández o mi abuelo José Antonio Paso, o ambos al alimón, como buenos amigos que eran, reconstruyeron las manos del Sagrado Corazón en la carretera del Castañar, que habían sido mutiladas en un conocido episodio de inquina a poco de iniciada la República.

En 1963 una docena de jóvenes montañeros ideó el levantamiento del Monolito a la vera de la cumbre del Calvitero. Realizado en el mismo taller de José Antonio Paso, pero por las manos de su hijo Paco, fue inaugurado en el verano del año siguiente, con numerosa asistencia montañera. En el verano de 1965 ya hubo que hacerle una primera reparación, consecuencia de las inclemencias climatológica o del vandalismo.Desde entonces han sido varias otras la que hubo que hacerlo, pero la última parece que ha sido la agresión definitiva, con pulcritud demoledora para que no hubiera posibilidad cierta de volver a ponerlo en pie. Fue cosa de hace dos semanas. Las fotografías que nos han llegado muestran un aspecto balcánico: un cúmulo de cascotes informes, un rompecabezas sin solución.

Seguramente no volverá a erguirse. Otra victoria más para la barbarie, esta bajo mano anónima. Cada cierto tiempo la tribu de Atila se lleva por delante algún símbolo de cualquier tipo, con la saña de la claudicación cívica y la esperanza de los quince minutos de fama que garantizaba Andy Warhol a cualquier mindundi. Esta vez le ha tocado el turno al monolito, como otra vez pudo ser una antena radiofónica, una chimenea o el tinte del duque, al fin y al cabo pérdidas todas del legado histórico y social.

La diferencia para mí es que es que esta vez los descerebrados han reducido a añicos algo que sentimentalmente me era muy mío, por haber sido hecho por un pariente querido al que de paso le han roto el alma, por lo que el lector me perdonará que cierre este comentario con la consideración de no llamar vándalos a los furtivos agresores, sino auténticos y redomados hijos de puta.