miércoles, 29 de junio de 2011

Vuelve el fibber

El buen tiempo se ha instalado entre las jaras y los matorrales y el sol atiza todo lo que se mueve con la misma impunidad que un banquero. Los grillos, como italianos en celo, cantan a cielo abierto hasta la pesadez, testarudos en su salmodia de amor. Las terrazas, más que nunca antes, colapsan las aceras para que los fumadores se sientan como de otro tiempo. Ante tales síntomas, no hay ninguna duda de que el verano ha llegado y que la modorra del letargo invernal debe de estar mudándose en el bostezo y desperezo con que el fibber saluda al mundo antes de volver a la vida durante la única semana del año en que se hace visible.

Estamos a las puertas del guitarrazo negro que anuncia el comienzo de una nueva edición del Festival Internacional de Blues de Béjar, ese relámpago nocturno que incendia El Castañar y que tarda en apagarse un par de días. Intuyéndolo, desde lo más profundo de su apartado hábitat el fibber se enfunda en la ropa más cómoda, se desaliña de forma precisa y se mira en el espejo antes de emprender la marcha hasta el abrevadero del blues en que durante una semana se convierte Béjar. El fibber, ya lo habíamos dicho en otras temporadas de veda, no es el británico que se nutre de cerveza y pastillas ante un escenario playero de Benicassim, como el vulgo equivocadamente cree, festival al cabo tan británico en sus modales gamberros. El fibber ancestral es un blusero castizo que se alimenta de calderillo y tintorro, sestea bajo los castaños con paciencia sabia y tararea en inglés meseteño romances de ausencia que un negro en un balancín musitaba en el delta del Mississippi, con un solo diente y una armónica.

La plaza de toros de El Castañar es una especie de barreño de miel donde los bluseros se embadurnan de los doce compases durante dos noches hasta quedar lo suficientemente pringosos como para que los dedos ya no les chasquen. Luego, en ese dulce estado y con la lengua pegajosa, vuelven como los osos al rincón escondido del que salieron, bostezan relamiéndose y se duermen de nuevo con los ojos todavía plateados por el último guitarrazo que hizo temblar y dejó peor alineadas, si cabe, las gradas de la vetusta plaza taurina.

martes, 28 de junio de 2011

El Corpus Christi o los hombres de musgo

El alcalde Riñones ha declarado en estos días previos a la celebración, que estaba entre sus intenciones, aun reconociéndola como difícil, la de solicitar la Declaración de Interés Turístico Internacional para la fiesta del Corpus Christi bejarano. Mérito y vuelo no le falta a la hora de proponerse metas. Nuestra fiesta local no es de menor arraigo y repercusión que los sanfermines pamplonicas, la romería del Rocío onubense o las fallas de Valencia.

Puestos a pensar qué significa exactamente el Corpus bejarano, no he oído ni una sola palabra acerca de la posibilidad de que al acontecimiento acuda cada año el obispo de la diócesis o, si tan alto vuelo tenemos, el cardenal primado de Toledo. Por no decir el nuncio de su Santidad o el mismísimo Benedicto XVI. Parece que el afán de profundizar en el sentido de la fiesta alcanza, creo deducir, su condición más profana, esto es, la que se atiene a la presencia de los hombres de musgo en el entramado escénico.

Dicho de otra manera, si analizamos los componentes que intervienen en la arquitectura de la misma, veremos que se superponen cinco capas: 1) la religiosa, que es la matriz que da sentido y cohesión al espacio simbólico sobre el que se eleva la fiesta; 2) la legendaria, de carácter etnográfico y ciertamente peculiar por su aparente exclusividad y rareza; 3) la política, desde el momento en que se convierte en instrumento de acción municipal y no diocesana; 4) la turística, en tanto que la espiritualidad queda desbordada por el ocio y el entretenimiento de una tournée para contemplar y fotografiar ese monumento efímero (duran un solo día) que son los hombres de musgo; y 5) la económica, porque detrás de todo lo anterior parece que el fin último que lo mueve es una sociedad en crisis necesitada de justificar cualquier apariencia de éxito social como palanca de generación de empleo, riqueza y dinamismo monetario.

No me cabe duda de que tal y como hoy se estructura y se entiende el Corpus bejarano, la importancia de los componentes que acabo de señalar se establece en orden inverso al que los he citado, lo que pone muy de manifiesto la pérdida de valores y la perversión de intereses que suele denunciar monseñor Rouco, aunque en esta ocasión se haga a costa del propio sentido de la exaltación eucarística.

Dado que, pese al barniz, nadie sabemos cuánta ocupación hotelera arrastran los hombres de musgo, digo yo si no sería bueno que los encerráramos en un parque temático, pongamos por caso, cobrando entrada, para ver cuánto dan de si como recurso económico, y dejáramos que la procesión religiosa siguiera su camino, sin que los turistas enturbien con sus cámaras fotográficas el acto de fe.

Porque me pasa lo que al del chiste: no sé si estamos a setas o a rolex.