jueves, 16 de febrero de 2012

Envidia

Tengo una enorme envidia de los actos que he visto reflejados en la prensa relativos a la conmemoración del Bicentenario de la guerra de la Independencia que se han celebrado en Ciudad Rodrigo durante estos días, a más de la exposición que ya tuvo lugar el año pasado. No es envidia sana, ni muchísimo menos, que dudo que exista. Es envida de la mala, de la que corroe el alma, de la que deja un reguero de baba cayendo por la comisura.
La escenificación mirbrigense ha sido de pompa y tronío, de ópera italiana, de acto de estado municipal. En las fotografías la plaza Mayor se ve toda ella vallada en su perímetro y un público nutrido participando en la contemplación del oropel. Las autoridades múltiples, incluido un descendiente del mismísimo Wellington, discursean sobre un estrado alfombrado dotado de un equipo de sonido de buena apariencia y decorado con las banderas de Europa, España, Portugal y el Reino Unido, a más de maceros y concejales con más capas que todas las que pueda haber en Béjar. Los miembros de la Corporación lucen sus bonitas medallas y algunos paisanos visten trajes civiles y militares de la época, para dar color. Las máximas autoridades, a la postre, depositaron una corona de laurel no sé dónde, en algún lugar a propósito, supongo.
Las tropas anglo-portuguesas, con Wellington al mando, liberaron Ciudad Rodrigo un 19 de enero de 1812, pero acto seguido la saquearon. Con un par. Lo uno no quita lo otro. Algo parecido había ocurrido en Béjar el 29 de julio de 1809, cuando las tropas francesas entraron a sangre y fuego y arrasaron el palacio ducal, iglesias y conventos, pegaron fuego a la calle Mansilla y mataron a unos cincuenta vecinos, entre ellos todos los heridos que yacían en el hospital del convento de San Francisco.
Los actos de memoria civil, aun cuando sean derrotas, no parece que tengan la más mínima trascendencia en Béjar. Diríase, por ejemplo, que la guerra de la Independencia nunca ocurrió en Béjar. El 10 de agosto de 1812, a las nueve de la mañana, sobre el estrado levantado junto a la torre de El Salvador, adornado con flores y banderas, congregada toda la población, las autoridades locales se turnaron durante tres horas para leer en voz alta la primera Constitución que tuvo España, la Pepa, de la que una copia había llegado a la villa la víspera, procedente de Cádiz.
Me apuesto un brazo a que no habrá el más mínimo gesto conmemorativo en recuerdo de aquel acto de ciudadanía libre que por primera vez tenía lugar en Béjar. Las cosas están muy mal con la crisis y seguramente no merezca la pena. Si quien manda ahora en el Ayuntamiento mira para otro lado y le basta con cumplir en el aniversario de los Mártires de la Libertad, con empeño en encerrarlo en el cementerio casi con clandestinidad y banda de música, cómo vamos a sacarnos de la chistera otro hecho que traiga a la memoria la reivindicación de la libertad y la Constitución. Por favor, no despertemos al obrero dormido. Aquí basta con traer turismo, mucho turismo, a base de Corpus Christi y Virgen del Castañar. Como Dios manda.

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