Cobijada en el catálogo y la distribución de Castilla Ediciones, con el patrocinio de la Unión Europea, la Junta de Castilla y León y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la Asociación Salmantina de Agricultura de Montaña (ASAM) puso en las librerías hace cosa de un año una iniciativa que rompe con el abandono editorial y patrimonial de nuestra literatura en las comarcas sureñas de la provincia de Salamanca. Me estoy refiriendo a la bienhallada y bienvenida colección de libros “Biblioteca de las Sierras”, la primera propuesta en este siglo, en el anterior y en anterior, de disponer para los pocos pero siempre agradecidos lectores serranos los textos de algunos escritores y pensadores que con perenne o fugaz fortuna se entretuvieron en describir por lo real o por lo imaginario los paisajes, paisanajes y fortunas de esa batueca in extenso que abarca las montañas y valles de las dos sierras, la del río Francia y la del río Cuerpo de Hombre, con el Alagón y otros océanos de por medio.
Bajo la dirección del infatigable albercano José Luis Puerto, de una sentada aparecieron los dos primeros títulos con los que se abre la esperemos fecunda colección: Las Batuecas del duque de Alba, de Félix Lope de Vega, preparado por el egregio profesor Manuel Ambrosio Sánchez Sánchez, y la Fábula de las Batuecas y países imaginarios de fray Benito Jerónimo de Feijoo y Montenegro, en edición del gigante de inmúmeros brazos Fernando R. de la Flor. Se trata en ambos casos, y así parece que pretende ser la colección entera en el futuro, de ediciones a palo seco, esto es, pensadas simplemente para lectores curiosos, no para eruditos de ceño grave. Apenas unas páginas previas, a cargo de los cuidadores de los textos, anteceden al cuerpo de la obra, que va sin ninguna ortopedia de notas ni ropaje antidusturbios con que suelen espantarse los lectores cuando osan arrimarse a los clásicos. Porque clásicos son, claro, los dos textos, como bien sabe el lector avezado: Lope escribió el suyo a finales del siglo XVI, en tanto que el padre Feijoo lo hizo a primeros del XVIII.
En las dos sierras, por más que paraíso virgen ignoto para los touroperators, cada vez somos menos. Y de entre los pocos, probablemente solo un puñado gira en derredor con el candil ante los ojos buscando la razón de quiénes somos en el traslúcido tapiz de quiénes fuimos. Para nuestra desgracia, otra desgracia más, ni siquiera fue ni es fácil tener a mano la reflexión de quienes han escrito sobre (o por) nosotros. De ahí que el incandescente José Luis Puerto, auténtico hombre axial de nuestra cultura serrana, se plantee la dirección de esta colección de libros como una “biblioteca de rescate” o, lo que es lo mismo, la pretensión de “recuperar y poner al alcance de todos los lectores comunes unas publicaciones y unos libros que han constituido verdaderos hitos para el mejor conocimiento de las Sierras salmantinas de Béjar y Francia, y que, por diversos motivos, eran difíciles de localizar y, por tanto, de leer”. Escritor como pocos, Puerto dice que toda su obra es una negación del olvido. Queda implícita en esa negativa, por supuesto, la puesta en marcha de esta biblioteca, que debería ocupar una hornacina iluminada en los anaqueles (donde los haya) de los hogares serranos, sacados del armario del infierno en que los bibliotecarios de la realidad arrinconan los libros que de verdad se burlan del tiempo.
Bajo la dirección del infatigable albercano José Luis Puerto, de una sentada aparecieron los dos primeros títulos con los que se abre la esperemos fecunda colección: Las Batuecas del duque de Alba, de Félix Lope de Vega, preparado por el egregio profesor Manuel Ambrosio Sánchez Sánchez, y la Fábula de las Batuecas y países imaginarios de fray Benito Jerónimo de Feijoo y Montenegro, en edición del gigante de inmúmeros brazos Fernando R. de la Flor. Se trata en ambos casos, y así parece que pretende ser la colección entera en el futuro, de ediciones a palo seco, esto es, pensadas simplemente para lectores curiosos, no para eruditos de ceño grave. Apenas unas páginas previas, a cargo de los cuidadores de los textos, anteceden al cuerpo de la obra, que va sin ninguna ortopedia de notas ni ropaje antidusturbios con que suelen espantarse los lectores cuando osan arrimarse a los clásicos. Porque clásicos son, claro, los dos textos, como bien sabe el lector avezado: Lope escribió el suyo a finales del siglo XVI, en tanto que el padre Feijoo lo hizo a primeros del XVIII.
En las dos sierras, por más que paraíso virgen ignoto para los touroperators, cada vez somos menos. Y de entre los pocos, probablemente solo un puñado gira en derredor con el candil ante los ojos buscando la razón de quiénes somos en el traslúcido tapiz de quiénes fuimos. Para nuestra desgracia, otra desgracia más, ni siquiera fue ni es fácil tener a mano la reflexión de quienes han escrito sobre (o por) nosotros. De ahí que el incandescente José Luis Puerto, auténtico hombre axial de nuestra cultura serrana, se plantee la dirección de esta colección de libros como una “biblioteca de rescate” o, lo que es lo mismo, la pretensión de “recuperar y poner al alcance de todos los lectores comunes unas publicaciones y unos libros que han constituido verdaderos hitos para el mejor conocimiento de las Sierras salmantinas de Béjar y Francia, y que, por diversos motivos, eran difíciles de localizar y, por tanto, de leer”. Escritor como pocos, Puerto dice que toda su obra es una negación del olvido. Queda implícita en esa negativa, por supuesto, la puesta en marcha de esta biblioteca, que debería ocupar una hornacina iluminada en los anaqueles (donde los haya) de los hogares serranos, sacados del armario del infierno en que los bibliotecarios de la realidad arrinconan los libros que de verdad se burlan del tiempo.
[Publicado en Béjar en Madrid el 7 de noviembre de 2008]
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