“Ya tiene Béjar teléfono”. Esas fueron las primeras palabras que se escucharon a través de un hilo telefónico cuando se inauguró la primera línea en nuestra ciudad. Ocurrió en 1920. El jefe de la “Estación de Béjar”, que así se llamaba la centralita, era un tal Alejandro Bella, a quien le auguraban en la prensa que iba a escuchar más secretos que los curas en confesión... “¡habrá que oír la de cosas que se digan... sobre los novios!”. Vinieron autoridades de Salamanca y de Madrid. En el acto, se felicitó a los jefes de negociado, a “nuestros queridos amigos don Ramiro Martínez padre e hijo, a don Alejandro Bella y a don Filiberto Villalobos”. Después del acto, los invitados se dieron un banquete en el Hotel España, en el que se hicieron votos por la prosperidad de Béjar y para que el teléfono fuera de utilidad y contribuyera al progreso de la localidad. Acabado el banquete, los comensales se trasladaron al Castañar y posteriormente a Candelario, donde fueron recibidos en el Ayuntamiento por el señor alcalde y concejales, que les obsequiaron con dulces, habanos y bebidas, brindando todos por la unión de verdad y la eterna fraternidad de Béjar y Candelario.
Y me pregunto: ¿qué tenía que ver la fraternidad de Béjar y Candelario en el asunto, si en la villa chacinera no se había instalado ningún teléfono para que unos y otros se llamasen?
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