jueves, 23 de diciembre de 2010

Regalo navideño

Al abrir la puerta, Vítor se encontró con el cartero, que quería que firmara una entrega. Pensó Vítor que era otra multa de tráfico, ahora que te las echan sin darte el alto y sin meter ruido. Pero no. Era una de esas bolsas amarillas de Correos y se la enviaba una antigua y entrañable compañera de trabajo con la que compartió teléfonos, informes y buenos ratos.
Nada tendría de curioso el suceso si no fuera porque al girar la bolsa, ya cerrada la puerta, y comprobar el remitente, Vítor no dio crédito a sus ojos:


Jamás supo Vítor, mientras trabajaron juntos, que la buena de Maite vivía en la única calle del mundo que lleva el nombre de Valdesangil. La única del mundo. Y lo que es peor: la buena de Maite no tenía ni puñetera idea de dónde quedaba Valdesangil, con todo lo que tenía que aguantar día a día al señor Vítor, el de Béjar.

Más cuentos de Juan Eduardo Zúñiga

El año 2010 baja la persiana y los periódicos echan las cuentas. En el balance de los mejores libros aparecidos durante este año, el suplemento Babelia del periódico El País anota Brillan monedas oxidadas de Juan Eduardo Zúñiga como el segundo mejor volumen en la categoría de cuentos de entre los aparecidos en el año. Lo hizo hace tan sólo un par de semanas en la exquisita editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, en la que también apareció este año su recopilación de estudios sobre literaturas eslavas, Desde los bosques nevados. Bueno será el libro, sin duda, cuando los críticos, echando la trapa al año, le dan sus mejores calificaciones.
Entretanto, el silencio estrecho sigue rodeando su ascendencia bejarana. Seguimos estancados en la dedicatoria de Cervantes al duque.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Moralidad y sociabilidad en el Casino Obrero

El otro día tuve la oportunidad de participar en la presentación del libro Casino Obrero de Béjar. 1991-2006, de José María Hernández Díaz, que es la historia del ateneo cultural bejarano en sus primeros 125 años de andadura.
En un momento de mi intervención, traté de explicar el sentido histórico del lema de la institución, “Instrucción, moralidad y recreo”, que hoy parece caduco pero que tenía sentido en la intención regeneradora de los hombres que componían la Sociedad Económica de Amigos del País de la que surgió el propio Círculo Obrero, nombre luego cambiado a Casino Obrero. Y ahí aducía yo que la moralidad había que entenderla en el propósito de sacar a los obreros de las tabernas, alejarles de la juerga del flamenco de un determinado tablao existente por entonces, donde no sólo debían de ir hombres, seguramente. Luego, Luis Rodríguez, presidente del ateneo bejarano y sin embargo amigo, intervino para sostener la vigencia del lema, sobre la tesis de concepción muy actual del sentido de la moralidad.
A este propósito, bueno será recordar que la Comisión local de Reformas Sociales encargó al propio Círculo Obrero un informe en 1884, dos años después de que el ateneo se creara, con el fin de conocer “el estado y las necesidades de la clase trabajadora”. Así que cinco socios se pusieron manos a la obra y en diciembre estaba elaborado el informe. Así, cuando hablan de su situación económica, afirman que “la clase obrera usa de las bebidas espirituosas, sobre todo del vino en cantidad respetable, sin que a pesar de esto el abuso sea muy frecuente, puesto que son raros los casos de embriaguez”, y a renglón seguido el informe desvela mejor las cosas: “La cantidad de bebidas que se consume en los establecimientos públicos es bastante mayor que la consumida en el hogar doméstico, por la natural sociabilidad del obrero bejarano que busca en aquellos sitios salud y expansión entre sus compañeros”. Osea, que les gustaba ir de parranda en grupo y darle al gañote en la taberna, buscando salud y expansión. Anda que. Si esa moralidad sigue vigente, el Gobierno nos quiere quitar del tabaco y el Casino Obrero de ir a los bares.
Más adelante, al hacer mención del trabajo de las mujeres en la localidad, los miembros que elaboraron el informe no niegan que “la mujer trabaja más en el taller que en el hogar doméstico, ocupándose en la misma industria que el varón aunque en operaciones distintas y generalmente impulsada por la necesidad. Su retribución es muy modesta y las horas de trabajo de dos a tres menos que el hombre, influyendo muy desfavorablemente la vida del taller en la moralidad tanto de la soltera como de la casada, y en el modo de llenar su cometido en la familia” (la cursiva es mía). A la vista de los comentarios sobre la sociabilidad de los obreros y la moralidad femenina, no parece caber duda que las horas fuera del trabajo eran alegres para muchos en Béjar. Había, pues, creo entender, una moralidad determinada que los regeneracionistas bejaranos querían enmendar.
Al día siguiente, Antonio G. Turrión escribió en su blog (http://antoniogt.blogspot.com/2010/12/datos-para-reflexionar.html) sobre el acto de la víspera. Dicho de forma rápida, pedía a los historiadores locales más síntesis y menos análisis, más reflexión y menos datos. Le gustó que Jean-Louis Guereña hablara de la sociabilidad de centros como el Casino, motivo para pensar y hacerse las preguntas que él se hace en su entrada del blog. Pero no es un descubrimiento actual esa sociabilidad. Ya los miembros del Casino que redactaron en 1884 el informe, como hemos visto, hablaban de ello. Nada nuevo. Propone luego el bloguero una nueva charla, a partir de lo que el libro cuenta, sobre el pasado, el presente y el futuro del Casino Obrero. Estamos de acuerdo. Sobre el pasado, porque si no sabemos de dónde venimos no sabemos quiénes somos. Sobre el presente, porque es lo que hay. Sobre el futuro, porque puede que no lo haya.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Himno a Béjar

La disipación de Béjar alcanza cotas sorprendentes. ¿Cabe imaginar que se interprete media docena de veces al año en la ciudad y sin embargo nadie sepa nada sobre el Himno a Béjar? He intentado averiguar algo sobre él y los datos son mínimos. No recuerdo ninguna ficha bibliográfica sobre el tema y la web es parca: el Ayuntamiento no lo tiene entre sus contenidos, ni tampoco el Centro de Estudios Bejaranos, ni tampoco ningún blog ni periódico digital. Tan sólo uno: i-bejar,com ofrece una grabación interpretada a piano y una letra que a mi entender cojea de alguna palabra en uno de los versos; según esta información, la letra sería de Juan Colorado y la música de Teófilo Sanz, sin que sepamos nada más. ¿Quiénes eran? ¿Eran bejaranos? ¿En qué año se compuso? ¿Será cierto que su título original era el de Himno de las cinco abejas como alguien me ha dicho? ¿Es posible que nunca se haya impreso? Y sin embargo debe de haber partituras, porque la pieza está en el repertorio habitual de la Banda Municipal y de la Coral de Béjar.
En cuanto nos salimos de los cuatro tópicos, la memoria bejarana es débil y el cuidado del patrimonio se manifiesta una vez más como una calamidad, incluso cuando ese patrimonio resulta ser un símbolo.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Porompompero

En el libro de José María Hernández Díaz sobre la historia del Casino Obrero, hay una entrada de una mesa redonda celebrada en septiembre de 1991 sobre “la reforma de la plaza de toros, la Ancianita”, lo que no es que retraiga la onomástica hasta límites medievales, pero veinte años son algo. Más de lo que yo pensaba. Ahora bien, habría que ver si lo escrito en página es trasliteración de lo que digan los archivos del Casino o es acuñación del autor. Seguimos en la duda. Y en la lucha.

San Miguel se muda

Leo el calendario laboral que me tocará cumplir para el 2011 en mi oficio universitario y descubro en el listado de días festivos locales que en Béjar el 7 de septiembre, miércoles por más señas, se celebrará San Miguel, y al día siguiente la Virgen. Así, por las bravas, parece que el patrono se ha buscado mejor acomodo y se presenta este año como telonero de la Virgen. Lo que no ponía era a qué santo le tocaba ir a la casilla del 29 de septiembre.

Ignacio Blázquez, librero

A mediados del siglo XVIII no había nada más que dos mesones en Béjar. El uno era propiedad de un tal Francisco Ledesma, aunque la mesonera que lo llevaba por entonces se llamaba María Galán; el otro lo llevaba un tal Joseph Martín, pero su auténtico propietario era el convento de Nuestra Señora de la Piedad. Lo que no existía entonces, todavía, eran tabernas abiertas al público, pues la costumbre decía que cada cual vendía su cosecha en su casa, o la ponía en manos de terceros para que le fueran a saldar por ahí los sobrantes de las cubas. De librerías, en el siglo XVIII, no tenemos la más mínima noticia.
Las cosas cambiaron mucho, y rápidamente, en el siglo XIX. La villa creció y se hizo ciudad, dejó de ser agropecuaria y se hizo textil, dejó de haber vasallos y brotó la clase obrera, todo ello casi en un golpe de aire. El consumo de vino acompañó al asentamiento de las fábricas, de tal forma que los telares y las tabernas cruzaron juntos de la mano el siglo industrial. Unamuno, en 1902, les pedía a los obreros bejaranos que se dejaran en paz de tanta bodega y tanto calderillo y se preocuparan más de su formación. Ni caso le hicieron. Por entonces ya hacía tiempo que se repetía un dicho local que hasta hoy perdura: “Béjar, ciudad bravía, cuarenta tabernas y una librería”. Hay quien lleva el dicho a extremos más inverosímiles: “Béjar, ciudad bravía, doscientas tabernas y una librería”. Supongo que al lector le quedará claro que la inverosimilitud se asienta en el número de tabernas, porque la librería sigue siendo la misma, una y única.
La imprenta había llegado a Béjar hacia mediados de siglo, de manos de uno de los prohombres que todos conocemos: Primo Comendador. Más exactamente, de su madre y de un socio llamado Remigio Téllez. Y con la imprenta llegaron los periódicos y los libros. Y el comercio de los libros. Ya a finales del siglo había un par de librerías, que entrado el siglo XX se multiplicaron notoriamente: la de Pablo Enríquez, la de José María Blázquez de Pedro, La Racional, Casa Junquera… De todas ellas, la de más larga vida y la que más bejaranos recordarán fue la de Carlos Calvo.
El último tercio del siglo pasado todavía fue pródigo y daba a entender que los bejaranos eran buenos aficionados a la lectura. Pero poco a poco fueron cerrando, una tras otra: Sacho, Márquez, Ri-Al, Austral, Cervantes…
Ahora me entero de que Ignacio Blázquez se ha jubilado también. Quienes salimos de la niñez en las últimas décadas del siglo XX y le hemos tenido afecto a los libros le debemos parte de eso que se suele llamar educación sentimental. Me recuerdo comprando libros en todas las librerías que he citado, desde Carlos Calvo hasta Cervantes, donde Miguel me vendió hasta colecciones enteras, pero en las estanterías del establecimiento de Ignacio fui apresado por lecturas que después no me han abandonado en toda la vida. A la luz del escaparate de Stvdio, su librería, recuerdo que vi por vez primera, una noche de invierno de 1975, siendo estudiante bachiller, las tapas negras de una colección nueva que don Germán Sánchez Ruipérez, el gran editor, se dio en inventar para lanzar su editorial Cátedra: las de “Letras Hispánicas”, la inmensa colección de los clásicos de la literatura española. Qué hechizo el de aquella noche. Ahora tengo una balda entera ocupada por libros de esa colección, pero uno de los primeros fue una edición de las Soledades de Góngora, que me vendió Ignacio sin que yo supiera que allí dentro me iba a encontrar con el duque de Béjar y los versos que el cordobés pergeñó idealizando El Bosque. Y manoseado de tantos años y tanto uso está el ejemplar del Fuero de Béjar que le compré, oro carísimo para un estudiante que arañaba las entrañas de la historia de Béjar con hambre de conocer, ejemplar que todavía conserva la etiqueta que Ignacio le pegó en la portada, donde una vez hubo un precio, ampliamente amortizado. Béjar ha sido (lo es todavía) una ciudad afortunada en escritores y libros de materia local, pero para que el trato entre el autor y el lector se produjera hacía falta que alguien tuviera el empeño de perder dinero aguantando esos libros, de escasa fortuna en su tirada, en las estanterías, y ahí sí que Ignacio ha sido un héroe al que nadie nunca coronamos de laureles. Hay que tener mucho amor por Béjar para esperar que esos libros de escaso recorrido produzcan algún beneficio, pero doy por hecho que su motivación era otra: la de hacernos felices a unos cuantos, que espigábamos en los anaqueles de Stvdio sabiendo que si no estaba allí el libro que buscábamos no estaría en ninguna parte. Me vendió, tomo a tomo, con plazos que le mermaban la ganancia y resignación de padre condescendiente, los tochos del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas, cinco mil páginas de filología dura que subrayé buscando leonesismos hasta que me harté. Y tantos otros libros que de sus manos pasaron a las mías, incluso alguno que yo mismo escribí que hizo el camino inverso, que con paciencia trapense trató de vender.
Antes de que todo el andamiaje de los que nos dedicamos a oficios que tienen que ver con el libro se vaya al garete y sólo exista internet, Ignacio se ha quitado de en medio. En silencio y sin reclamar un sitio en la historia. Cuando empezó, apenas se podía en Béjar otra cosa para entretener los ocios que ir a misa, tomar chatos y jugar la partida. Eran los menos los que se evadían de este mundo en el refugio de los libros, entre cuyas tapas se escondían don Quijote y madame Bovary, que Ignacio se encargaba de encaminar hacia nuestros sueños con la magia de su escaparate, donde los viajes impresos se abrían al abismo que estaba más allá de Vallejera.
Si esta ciudad fuera generosa, tributaría un homenaje a todos los pequeños empresarios que con sus oficios han hecho nuestra vida más llevadera y se van retirando sin ruido. Pero en tratándose de libros son palabras mayores: si yo fuera esta ciudad, sin rubor me pararía a aplaudir cada vez que me cruzara con el librero Ignacio Blázquez por la calle.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Repompón

El Programa de Actos Culturales y Taurinos para la conmemoración del III centenario de la creación de la plaza de toros de Béjar incluye un texto de presentación del presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, que habla de la “popular y justamente conocida como La Ancianita”. Me pasmo por lo de popular y justamente conocida. También incluye otro texto de la presidenta de la Diputación de Salamanca, que hasta tres veces en su brevedad habla de La Ancianita. Y un tercer texto de nuestro alcalde, Cipriano González, que también la cita como La Ancianita. Qué unanimidad. Qué conocimiento.
Miguel Rodríguez Bruno escribió un libro sobre la fiesta taurina en Béjar y creo que no menciona la barbaridad gramatical. Me cuentan que al parecer lo hizo alguna vez algún columnista en el Béjar en Madrid hacia mediados del siglo pasado. Algo es algo. Se anuncia para mayo próximo una exposición de carteles, documentos y fotografías. Estaremos atentos entonces para rastrear el origen léxico de otro de esos barbarismos con los que Béjar se lustra.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El Bosque


A Béjar le pasa con El Bosque lo que a George W. Bush le pasó con la invasión de Irak: había que hacerlo, pero no había un plan para lo que ocurriría después. Durante cuatrocientos años fue un lugar privado en el que lo que ocurriese dentro nos era ajeno a los bejaranos. Sólo a partir de que un poderoso industrial lo comprara en el siglo XIX comenzaron a menudear ocasionalmente banquetes, fiestas y paseos, pero siguió siendo privado. En las últimas décadas del siglo XX, siendo ya jardín histórico, se podía visitar su parte más accesible, apenas los alrededores del estanque. Creció, pues, la conciencia popular (donde digo popular entiéndase municipal) de que debía comprarse para que fuera de pleno uso y disfrute de los bejaranos. Llevó su tiempo, su trabajo, su negociación, sus intentos fracasados y por fin su logro. Hace de eso ya diez o doce años. Desde entonces han llovido las ideas, pero nadie sabe exactamente qué hacer con la dichosa villa renacentista. Rectifico: todos tenemos una opinión (como tenemos un culo, que dice el dicho popular), pero no hay una decisión. En realidad no se acomoda a ninguna idea que le vaya como un guante, pero todos tenemos sueños (a veces, despropósitos) sobre lo que pondríamos ahí. Intuyo que va para largo. Mientras tanto se toma, vamos distrayendo el asunto con reparaciones y adecentamientos. Por lo menos, que no se nos caiga de las manos, ahora que es nuestro. Lo queríamos, pero no teníamos un plan para después.

Y mejor sería que no lo haya nunca. Sea cual sea el propósito al que se destine, lo primero que necesitará será un aparcamiento para tanto coche como vendrá. Y ya me dirán ustedes dónde. Imagínenlo, ahora que ofrece tantos claros en su visión íntegra. La historia será sacrificada por la modernidad. O por la comodidad, que es peor.

domingo, 10 de octubre de 2010

Repompa

Tiemblo: además de Ciudad Cervantina, ahora pretendemos ser Ciudad Taurina.
Lleguemos al delta del despropósito y desemboquemos en el mar de las quimeras: Ciudad Inventada.

sábado, 9 de octubre de 2010

Bicefalia

Después de sus declaraciones acerca de la inminente reapertura del jardín El Bosque, no queda ninguna duda de que Alejo Riñones es el Delegado de la Junta de Castilla y León en Béjar, lo que es un honor no capitalino. En el peor de los casos, pasaría por alcalde pedáneo de El Bosque, país bejarano sin fronteras ni habitantes.

jueves, 30 de septiembre de 2010

San Miguel



Ayer fue san Miguel. 29 de septiembre. El arcángel san Miguel es el jefe de los ejércitos de Dios en la tradición judía, islámica y cristiana. Lo sabemos todo sobre la celebración de la fiesta de la Virgen del Castañar, pero nada de la de san Miguel, que tiene un montón de patronatos a su cargo, entre ellos el de nuestra ciudad. También será el encargado de tocar la trompeta el día del Juicio Final. Esperemos que no comience precisamente aquí, con la cantidad de sitios que hay por ahí para empezar el mayor festival de jazz de la historia. Aquí quedaría bien que lo hiciera Juanma García, que sería lo propio y le daría un swing latino.
¿De cuándo procede que San Miguel sea el patrón de Béjar? No he leído nada, o no lo recuerdo, o no me fijé en ello si lo hice. La devoción del Ducado por la orden franciscana fue tan grande que propició una larga presencia de la misma en Béjar, ayudando y protegiendo no sólo un convento masculino, sino también otro femenino, el de la Piedad. El primero data de 1310, casi un siglo anterior a la presencia de los Zúñiga en Béjar; el segundo fue directamente cosa suya, a finales del siglo XVI. El convento de San Francisco, cuando se creó y durante largo tiempo, perteneció a la Provincia de San Miguel, en el reparto territorial que la Orden tenía en el país; posiblemente no sea ese hecho ajeno al patronato que se le concedió sobre la Villa de Béjar, aun cuando en 1575 el general de la Orden, desde Roma, expidió la patente por la cual el convento bejarano pasaba entonces a pertenecer a la Provincia de los Ángeles, abandonando la de San Miguel.
Pero el arcángel se quedó para siempre como patrón de Béjar, con escasa fortuna. Antaño tuvo una feria de ganado en torno a su fecha que fue muy celebrada, pero desde que la industria automovilística y la agrícola sustituyeron la tracción animal por la mecánica la feria decayó bastante. Tuvo también su ermita, de la que nada queda. Y un parador de viajeros, del que nos queda una fotografía. No tengo certeza de que exista ningún cuadro, ninguna escultura, ninguna asociación, club deportivo, certamen, qué sé yo, ningún otro detalle que nos recuerde su presencia en la ciudad. En el reparto de honores locales, a san Albín le tocó un puente, a san Gil un reloj, a san Nicolás un teso, a santa Ana un parque y a san Miguel, quizá por estar cerca de todos nosotros el día del trompeterío final, le tocó el cementerio.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Más pompa todavía

En una guía de viajes de Anaya Touring que utilicé hace unos meses, vuelvo a releer ahora que la plaza de toros de Lima también es la más antigua del mundo. Luego, el redactor, se retrae un poco: "Después de la de Ronda".

viernes, 3 de septiembre de 2010

Más pompa

Hoy leo por ahí que la primera corrida de toros tuvo lugar en Ávila en el año 1080, con motivo de una boda de ringorrango. Si sigo prestando atención a este tipo de datos curiosos, llegaré al centenario con la impresión de que Béjar tiene la plaza de toros más antigua de Béjar, con suerte.

sábado, 28 de agosto de 2010

Pompa

Anunciarte por ahí como “el primer centro textil lanero del oeste de España” tiene sus riesgos, porque puede venir la globalización y pasar del uno al cero. Decirle al mundo entero que Béjar es la primera población citada en El Quijote es, además de agarrar el rábano por las hojas, temerario, porque puede venir alguien a decirte que el duque de marras era un zote que miró por encima del hombro al bueno de Cervantes. Sacar pecho pregonando que tienes la plaza de toros más antigua del mundo puede ser altisonante, porque puede venir por la espalda Miranda del Castañar, ahí al lado, dando la misma matraca y quién sabe si con razón, porque la historia está llena de sorpresa. Y no tardará en ponerse a la venta cierto libro, escrito por un bejarano, que afirma que es la de Medinilla —antigua tierra de Béjar, hoy de Piedrahíta-Barco— la que merece el baldón. Y eso sin salir de los alrededores a competir con la España que queda taurófila.
La humildad y la discreción son buenas compañeras en la vida.

Alcaldes paralelos

A ojo de observador agudo no le será difícil descubrir que el sistema de representación política de que gozamos tiene trampantojo. Basta con atender a las noticias de cada día en los medios de comunicación para entender que tenemos dos alcaldes, como en el Antiguo Régimen (no me refiero, como coloquialmente se suele hacer, al de Franco, sino al auténtico, el de antes de la Revolución Francesa). Uno da cuenta de su peregrinar por los ministerios madrileños y los logros gracias al Gobierno de España; el otro justifica su deambular por las consejerías vallisoletanas y los logros gracias a la Junta de Castilla y León. Rara vez uno y otro cruzan el río por el puente más lejano.
Así que no se trataba de descentralizar, como pretendíamos cuando éramos jóvenes en la Transición, sino de tocar pelo a toda costa.

lunes, 23 de agosto de 2010

Un minuto de reflexión en torno al patrimonio artístico bejarano

Me encontré dos noticias en la prensa en la misma semana. Una hablaba de la apertura de una exposición en el Museo Etnográfico de Castilla y León, que tiene su sede en Zamora, con el título de Sueños de plata. El tiempo y los ritos, que recoge fotografías de la región desde 1870 hasta 1980. Entre ellas, una en la que se ve a unos mozalbetes jugando al fútbol con traje de calle, más de uno incluso con abrigo, en el patio del palacio ducal, entonces de tierra dura. En segundo plano, los tejados, con la espadaña de San Gil sobresaliendo, y al fondo, espectacular, la vista de la sierra, completamente blanca. Corría el año 1961. La foto va a nombre del periódico en el que la vi, pero es apropiación indebida: sin duda es de cualquiera de los fotógrafos bejaranos de aquel entonces.
La otra hablaba de la petición del Museo Thyssen de un cuadro depositado en el Museo Municipal de Béjar para una exposición que tendrá lugar el año próximo. El cuadro en cuestión se titula Visión fantástica de una ciudad antigua y es del pintor flamenco Martin Valckenborch, que la realizó a finales del siglo XVI o principios del XVII. La pieza, que representa de forma minuciosa una ciudad antigua con mezcla de elementos renacentistas y barrocos, pero con la inspiración puesta en las viejas visiones de la ciudad de Roma, llegó a Béjar gracias a la generosidad del diplomático y coleccionista anticuario Valeriano Salas, en lo que constituye seguramente el mejor regalo artístico que se le haya hecho a Béjar en todo el siglo XX.
Soy consciente de lo que digo: el legado de Valeriano Salas se hizo directamente al Ayuntamiento de Béjar; el de Mateo Hernández fue al Estado español. Sabemos, sí, que el Centro de Arte-Museo Reina Sofía tiene previsiones de hacer una exposición integral dedicada a Mateo Hernández, lo que son palabras mayores. Pero Mateo no lo es todo. Parece que lo es todo, pero no es todo. Hace ya muchos años que tengo la impresión, mejor dicho, hace ya muchos años que tengo la certeza de que Béjar por lo general ignora cualquier otro patrimonio artístico que no sea el de Mateo.
Tienen que venir del Museo Thyssen a decirnos que tenemos un cuadro estupendo del que nada sabemos, ni nadie conoce. Jamás ha sido utilizado localmente en ninguna publicación, en ningún programa de mano, en ningún cartel, en ninguna web. He podido verlo en aquel libro que el maestro Torralba Soriano publicó en el Centro de Estudios Salmantinos, donde hacía el inventario de las existencias del museo bejarano. Aquel libro apareció en 1972 y nunca más se ha reimpreso, así que dudo de que muchos lectores sepan de qué libro hablo. Y la foto que se incluye del cuadro es en blanco y negro. Por supuesto, he visto el cuadro en el propio museo varias veces. Es una joya. Como tantas que hay allí.
Qué decir del patrimonio fotográfico bejarano. Se nos está yendo, sin que nos demos cuenta. Unas, porque se pierden. Otras, porque se van fuera de la ciudad. Cuando queramos darnos cuenta, tendremos que pedir copias o préstamos. Una lástima.
No sé a quién corresponde hacer una mejor valoración del patrimonio íntegro que todavía le queda a Béjar, que es mucho más que Mateo Hernández, los hombres de musgo, la plaza de toros y El Bosque. En el afán de sacarle brillo a la plata de la cuchara sopera, nos olvidamos del resto de la cubertería. Los pueblos que no cuidan sus tesoros, se vuelven yermos.
[publicado en Béjar en Madrid, 20 de agosto de 2010]

jueves, 8 de julio de 2010

Abejorock

¡Qué lástima ese nombre que le han puesto al festival de rock duro, Abejarock! Lo supongo un intento de mezcla de la simbología local de la abeja y el estilo musical. Ahora bien, si se buscaba una simbología, la más adecuada para sintonizar con el rock duro, alternativo, constrasocial, hubiera sido magnífico jugar con las palabras y acabar en el abejorro, y no en la abeja, con lo que la anfibología del término hubiera sido perfecta. Ya hubo una revista estudiantil con ese nombre, en la Escuela de Ingenieros.

Qué duro es a veces pararse un momento a pensar.

domingo, 6 de junio de 2010

La platería del Renacimiento en Béjar, de Roberto Domínguez Blanca

Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir, en la antigua capilla del colegio de San Pelayo (Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca), a la presentación oficial del libro La platería del Renacimiento en Béjar, del bejarano Roberto Domínguez Blanca, que ha sido editada por el Centro de Estudios Bejaranos en su colección “Varia Bejarana”, con el apoyo económico del Ayuntamiento.

La obra, en realidad, ya circulaba desde hace un tiempo por las librerías, puesto que lleva pie editorial del año 2009, y la presentación no fue más que excusa para que dos docenas de fieles con congregáramos alrededor del autor, cuyo esfuerzo merecía ese tributo y reconocimientos públicos como el de estas líneas, que no quieren más que recordar a los lectores que la obra está pidiendo llegar a las bibliotecas de quienes pretendemos reconstruir el rompecabezas del pasado bejarano.

En ese sentido, esta pieza es inédita y llena un vacío incomprensible a estas alturas. Es muy poco lo que se ha escrito sobre el arte bejarano. Y cuando digo bejarano, me refiero a toda la comarca, como es el caso. Vaya por delante que no sólo el trabajo realizado es impecable además de fundamental, sino que resulta definitivo. A veces, y esta es una, una obra abre una veta de estudio y la cierra al mismo tiempo. Será difícil en el futuro que otro autor pueda decir más que lo que Roberto Domínguez Blanca ha reunido en sus páginas. La enjundia de su investigación es de tal calado que no ha dejado espacio para completarla en el futuro, por lo que por sí misma se convierte en una obra de obligada referencia en la bibliografía bejarana esencial. El recorrido por los artistas y artesanos que están en su índice, y las piezas que les corresponden, es de tal magnitud, que no debe de quedar archivo parroquial de la comarca ni legajo traspapelado que no haya sido husmeado por este joven león de biblioteca, porque para ratones ya estamos los demás. Es una lástima, tan sólo, que los costes de obras de estas características no hayan permitido que el total de las ilustraciones se haya reproducido en color, porque la contemplación de los cálices, cruces, hostiarios y crismeras hubiera deparado un deleite mayor.

El libro es el resultado de la Memoria de Grado del autor, lo que ha de entenderse como un mero anticipo de esa investigación mayor (como si ésta no lo fuera) en la que está al parecer embarcado y que habrá de constituir su tesis doctoral, que a la vista de lo enseñado promete ser un punto de no retorno en el estudio del arte orfebre en la comarca de Béjar.

jueves, 3 de junio de 2010

El último kilómetro

Hace dos días por fin se ha abierto al tráfico el último kilómetro de la autovía A-66 a su paso por la comarca de Béjar. Literalmente el último kilómetro, porque no más faltaba, un viaducto a la altura, nunca mejor dicho, de Puerto de Béjar. Debería haber estado acabado, cierto es, hará año y medio, cuando todo el resto de tal tramo de autovía se abrió. Parece ser que eso, un retraso de año y medio, es lo único importante para la derecha mediática: no importa que haga cuarenta años que esa obra debería estar hecha, si no fuéramos el culo de España, sólo importa que quien lo ha hecho, que casualmente no han sido ellos, se ha retrasado un año y medio. Ni tienen conciencia de la historia ni aprecian al pueblo al que pretender salvar del abismo, ellos que le pisan los nudillos para que caiga de una vez. Podían haber hecho algo en los ocho años del aznarato, pero se tocaron los perendengues para tener luego la opotunidad de llamar tardón al que se arremangó y lo hizo. Qué gente, Señor, qué gente.

La tijera de Goebbels

El pasado 19 de mayo, en una comparecencia de prensa en la que dispararon contra todo lo que se movía con un duro en la mano, el Grupo Municipal Popular criticó que en el Ayuntamiento bejarano se gasten "35.500 euros en la compra de revistas o libros". El exabrupto no merece ningún comentario, porque por sí mismo pone en evidencia a quien sugiere sacar la tijera, como Goebbels, en cuanto oye la palabra cultura. Como en el chiste de la Última Cena: ¿es o no es como para darle una mano de hostias?

martes, 4 de mayo de 2010

No aparecer en la foto


No estuve atento en su momento, cuando quizá hubiera una explicación, pero el caso es que cuando se creó en 1998 la Fundación General de la Universidad de Salamanca (digamos que un instrumento auxiliar para llegar más lejos) se constituyó un patronato que velaría por ella. De ese patronato forman parte las Cámaras de Comercio de Salamanca, Zamora y Ávila, pero no la de Béjar (tampoco la de Arévalo), que está dentro del distrito universitario de la institución. Sin embargo, sí que tiene silla en la mesa de patronos el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Guijuelo. No me cabe duda de cuáles son las razones de la ausencia de la ciudad textil y la inclusión de la chacinera. Pero por detrás del poderoso caballero que es Don Dinero, en estas (aparentes) nimiedades se fragua el destino, el tiempo de cada cual, la decadencia o el ascenso, el ocaso de la representatividad y la influencia, la posición y el status de cada cual. No se marchitan los signos de la belleza de Béjar, pero sí los del poder que una vez tuvo y la hizo diferente.


jueves, 29 de abril de 2010

Don Francés de Zúñiga en las Jornadas Culturales del CEIP Filiberto Villalobos

Durante los días 26 al 31 de marzo han tenido lugar las que quizá sean sextas Jornadas Culturales del entrañable colegio público Filiberto Villalobos, bajo el epígrafe genérico de “Francesillo de Zúñiga, un bufón en el colegio”. Digo que quizá sean las sextas por las alusiones que había en el programa y que, como otros años, no se han rendido al mundo escolar cerrado sino que han estado abiertas al público bejarano en general.

No voy a dar cuenta ni realizar un resumen de cada uno de los actos del amplio programa preparado por el claustro de profesores con la complicidad de sus alumnos y los padres de estos, porque la diversidad de los mismos requeriría un párrafo y un elogio encarecido, lo que haría de esta breve nota un informe que no viene al caso.

Quiero centrarme exclusivamente en el hallazgo que me ha supuesto haber sido invitado a participar en ellas y por lo tanto descubrirlas por culpa de esa parentela que me eché hace veinte años con el escritor y bufón don Francés de Zúñiga, a quien los responsables del colegio han tomado durante este curso como excusa para prodigar en sus pupilos el conocimiento de Béjar y sus circunstancias. Sólo en las vísperas de la celebración de las Jornadas y tener que documentarme para mi intervención he alcanzado a comprobar que la tarea callada de ese grupo de profesores ha hecho más por la divulgación entre los bejaranos (los del futuro, los alumnos partícipes) de lo que significa en nuestro patrimonio cultural la figura enorme del bufón de Carlos V que lo que se había hecho en los últimos veinte años, desde que puse en claro su inequívoca condición de bejarano, hasta entonces discutida por los eruditos literarios. Después de esta experiencia escolar, me siento menos solo en el acarreo del divertido escritor renacentista. Durante estos meses de curso, y especialmente en estos días de apertura a un público de padres y vecinos, los alumnos han podido no sólo conocer al antepasado ilustre de tan rara profesión, sino que han ampliado los ángulos desde los cuales se puede siempre seguir manteniendo vivo el patrimonio que nos pertenece.

Los alumnos del Filiberto Villalobos han recreado el aspecto y las maneras del bufón, han hecho juegos de mesa con él, han construido un guiñol entrañable, lo han visto representado sobre un escenario a través de cuentos, han vuelto a escuchar la música que se oía en la corte del Emperador, han jugado a descubrir fotográficamente los lugares que pisó y ha servido de hilo conductor para otros aprendizajes y situaciones. No se puede pedir más. O sí, se puede pedir que estas experiencias se prodiguen, se reproduzcan con otros personajes o aspectos de la proximidad vital de los alumnos que equilibren las influencias globalizadas y uniformadas de Hollywood, sean más conocidas, los bejaranos acudan con generosidad para entender cómo se hace una magnífica tarea educativa en los colegios públicos con más imaginación, habilidad y tesón que recursos.

Vaya, pues, mi felicitación pública para quienes lo hacen sin esperar estos elogios impresos, esos alumnos, padres y profesores que han puesto en pie estas Jornadas Culturales de honda raíz local, y en especial para quien fue mi valedora y me las puso delante de los ojos, Lourdes Ruano.

domingo, 25 de abril de 2010

Freak salvaje

Ayer vi juntos en fotos en la prensa al Hombre de Musgo y a Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León. Se habían saludado en plan comunero en las campas de Villalar, ese lugar de derrotados. La última vez que se me apareció el Hombre de Musgo fue en septiembre pasado, en la inauguración de la sucursal salmantina de El Corte Inglés. De día en día se le ve más más desenvuelto en los saraos sociales y festivos, hecho un hombre de mundo y cada vez más cerca de convertirse en un friki turístico.
No somos capaces de entender el patrimonio si no es convirtiéndolo en espectáculo turístico.

martes, 6 de abril de 2010

El jardinero y el salvaje, de Gabriel Cusac

La XLIII convocatoria del Concurso Literario del Casino Obrero ha sido de nuevo ganada por el escritor gaditano, afincado en Béjar, Gabriel Cusac. Ya lo había hecho en otras cuatro ocasiones anteriores, entre otros premios obtenidos en su ya larga trayectoria narrativa.


El cuento ganador lleva el título prometedor de “El jardinero y el salvaje” y ha sido publicado, como viene haciendo en los últimos años, por el Casino Obrero en un volumen que recoge el acta del jurado, el relato ganador y el que se quedó a las puertas, en esta ocasión de la mirobrigense Concha Fernández González.


En la exégesis de la leyenda bejarana de los mal llamados hombres de musgo (en realidad no deja de ser un particularismo local nominativo para la tradición europea del mito del salvaje), Cusac le da una vuelta de tuerca al asunto y lo convierte en un símbolo nuevo: la simbiosis, o de otra forma el desdoblamiento de personalidad, que los bejaranos estamos adquiriendo con uno de los pocos pero entrañables mitos de nuestra tradición. Conociendo al personaje (me refiero aquí al propio Cusac), es fácil entender que tarde o temprano acabaría escribiendo este relato de identidad personal. Pero quizá sin darse cuenta lo ha trascendido y el trasunto se vuelve de validez para la propia identidad bejarana: de unos años a esta parte vivimos en la búsqueda y persecución de un ser huidizo idealizado cuyas huellas delatan que perseguidor y perseguido son el mismo personaje (en este caso, dualmente representados por el jardinero y el salvaje). La esquizofrenia de un espejo sin azogue.


A Béjar no le hacen falta palabras gruesas, las que todos los días oímos y leemos, sino metáforas que ayuden a sentarnos en el diván y encarar la crisis particular de una ciudad que ha perdido sus referentes y da palos de ciego en busca de su identidad. “El jardinero y el salvaje” es una parábola del presente bejarano: el jardinero escéptico que se transmuta o se trasciende en el mito que admira y persigue, sin alcanzar nunca en esa persecución a coincidir con él, porque es él mismo en dos momentos distintos.


El cuento, así, se vuelve una parábola que va más allá de la fantasía con la que quizá el propio Cusac la pergeñó: una Béjar rutinaria que anhela dar con la Béjar mítica para encontrarse a sí misma. Más reflexiones como ésta serían necesarias para acabar con este tiempo de tumbos en que vive inmersa Béjar desde hace un par de décadas.


Por lo demás, no todo son aplausos: así como la síntesis del cuento es magnífica, también es verdad que su efecto sería más efectivo si el autor no le hubiera incrustado (quizá por necesidades de extensión de las bases del concurso) toda la morralla ensayística sobre la historia de El Bosque y la pesadumbre personal sobre su rehabilitación. Sobra.


[publicado en Béjar en Madrid, 19 de marzo de 2010]