viernes, 3 de diciembre de 2010

El Bosque


A Béjar le pasa con El Bosque lo que a George W. Bush le pasó con la invasión de Irak: había que hacerlo, pero no había un plan para lo que ocurriría después. Durante cuatrocientos años fue un lugar privado en el que lo que ocurriese dentro nos era ajeno a los bejaranos. Sólo a partir de que un poderoso industrial lo comprara en el siglo XIX comenzaron a menudear ocasionalmente banquetes, fiestas y paseos, pero siguió siendo privado. En las últimas décadas del siglo XX, siendo ya jardín histórico, se podía visitar su parte más accesible, apenas los alrededores del estanque. Creció, pues, la conciencia popular (donde digo popular entiéndase municipal) de que debía comprarse para que fuera de pleno uso y disfrute de los bejaranos. Llevó su tiempo, su trabajo, su negociación, sus intentos fracasados y por fin su logro. Hace de eso ya diez o doce años. Desde entonces han llovido las ideas, pero nadie sabe exactamente qué hacer con la dichosa villa renacentista. Rectifico: todos tenemos una opinión (como tenemos un culo, que dice el dicho popular), pero no hay una decisión. En realidad no se acomoda a ninguna idea que le vaya como un guante, pero todos tenemos sueños (a veces, despropósitos) sobre lo que pondríamos ahí. Intuyo que va para largo. Mientras tanto se toma, vamos distrayendo el asunto con reparaciones y adecentamientos. Por lo menos, que no se nos caiga de las manos, ahora que es nuestro. Lo queríamos, pero no teníamos un plan para después.

Y mejor sería que no lo haya nunca. Sea cual sea el propósito al que se destine, lo primero que necesitará será un aparcamiento para tanto coche como vendrá. Y ya me dirán ustedes dónde. Imagínenlo, ahora que ofrece tantos claros en su visión íntegra. La historia será sacrificada por la modernidad. O por la comodidad, que es peor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario