Durante los días 26 al 31 de marzo han tenido lugar las que quizá sean sextas Jornadas Culturales del entrañable colegio público Filiberto Villalobos, bajo el epígrafe genérico de “Francesillo de Zúñiga, un bufón en el colegio”. Digo que quizá sean las sextas por las alusiones que había en el programa y que, como otros años, no se han rendido al mundo escolar cerrado sino que han estado abiertas al público bejarano en general.
No voy a dar cuenta ni realizar un resumen de cada uno de los actos del amplio programa preparado por el claustro de profesores con la complicidad de sus alumnos y los padres de estos, porque la diversidad de los mismos requeriría un párrafo y un elogio encarecido, lo que haría de esta breve nota un informe que no viene al caso.
Quiero centrarme exclusivamente en el hallazgo que me ha supuesto haber sido invitado a participar en ellas y por lo tanto descubrirlas por culpa de esa parentela que me eché hace veinte años con el escritor y bufón don Francés de Zúñiga, a quien los responsables del colegio han tomado durante este curso como excusa para prodigar en sus pupilos el conocimiento de Béjar y sus circunstancias. Sólo en las vísperas de la celebración de las Jornadas y tener que documentarme para mi intervención he alcanzado a comprobar que la tarea callada de ese grupo de profesores ha hecho más por la divulgación entre los bejaranos (los del futuro, los alumnos partícipes) de lo que significa en nuestro patrimonio cultural la figura enorme del bufón de Carlos V que lo que se había hecho en los últimos veinte años, desde que puse en claro su inequívoca condición de bejarano, hasta entonces discutida por los eruditos literarios. Después de esta experiencia escolar, me siento menos solo en el acarreo del divertido escritor renacentista. Durante estos meses de curso, y especialmente en estos días de apertura a un público de padres y vecinos, los alumnos han podido no sólo conocer al antepasado ilustre de tan rara profesión, sino que han ampliado los ángulos desde los cuales se puede siempre seguir manteniendo vivo el patrimonio que nos pertenece.
Los alumnos del Filiberto Villalobos han recreado el aspecto y las maneras del bufón, han hecho juegos de mesa con él, han construido un guiñol entrañable, lo han visto representado sobre un escenario a través de cuentos, han vuelto a escuchar la música que se oía en la corte del Emperador, han jugado a descubrir fotográficamente los lugares que pisó y ha servido de hilo conductor para otros aprendizajes y situaciones. No se puede pedir más. O sí, se puede pedir que estas experiencias se prodiguen, se reproduzcan con otros personajes o aspectos de la proximidad vital de los alumnos que equilibren las influencias globalizadas y uniformadas de Hollywood, sean más conocidas, los bejaranos acudan con generosidad para entender cómo se hace una magnífica tarea educativa en los colegios públicos con más imaginación, habilidad y tesón que recursos.
Vaya, pues, mi felicitación pública para quienes lo hacen sin esperar estos elogios impresos, esos alumnos, padres y profesores que han puesto en pie estas Jornadas Culturales de honda raíz local, y en especial para quien fue mi valedora y me las puso delante de los ojos, Lourdes Ruano.
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