Hubo un obispo medieval bejarano, don Gonzalo (de Zúñiga, cómo no), mitrado en la sede placentina, que fue de armas tomar, en el sentido más riguroso de la palabra: era de los de la cruz y la espada al mismo tiempo, como bien supieron los sarracenos en Las Navas de Tolosa. Tal fue su fama que dejó tras de sí un romance popular de lo que se cantaban de plaza en plaza: “Un día de San Antón, / ese día señalado, / se salían de Jaén / cuatrocientos hijosdalgo. / Las señas que ellos llevaban / es pendón, rabo de gallo; / por capitán se lo llevan / al obispo don Gonzalo, / armado de todas armas, / encima de un buen caballo”.
Aquellos obispos placentinos tenían por costumbre amortiguar los calores estivales veraneando en Béjar, que siempre ha tenido un clima más sano y templado en los agostos. El balneario de Baños era la playa de la Concha de la burguesía extremeña hasta no hace tanto. Los obispos, por su condición, alternaban las alcobas de Plasencia con las del palacio de verano de que disponían en Béjar. Dirán ustedes que cuál era: el mismo que luego fue la Real Fábrica de Paños del primer industrial independiente del ducado, Gabriel Rodríguez, caserón noble frente a la iglesia de Santa María que hoy aparece a la venta en inmobiliarias de la red a un precio que la crisis, maldita crisis, pone por encima de mis posibilidades de este mes.
Durante siglos, la visita a Béjar de un obispo placentino no despertaba menos alharaca que la de un duque o duquesa. Unos y otros pisaban más bien poco las calles bejaranas, así que su venida era motivo de alborozo grande. Crónicas hay que lo atestiguan. E incluso, en tiempos más recientes, fotos con arcos triunfales para su recibimiento. Todavía recuerdo de mis tiempos de niñez una visita pastoral con gran despliegue escénico. No dejaba de ser un acontecimiento.
El actual obispo, Amadeo Rodríguez, visitó el otro día Béjar y las fotos publicadas por los medios de comunicación daban fe de unas maneras menos ampulosas, más modestas, rayanas más en la discreción que en el confeti. Apenas el alcalde y un par de concejales le agasajaron a la puerta del templo, en una foto un tanto desangelada que tal vez sea sino de los tiempos.
Parece ser que ambas autoridades, la religiosa y la civil, hablaron de Las Edades del Hombre, que no sé del todo si es motivo pastoral o profano. Un tema difícil, aunque puede que salga adelante. Careciendo Béjar de catedral o templo de similares dimensiones, la pregunta del millón es dónde piensan exhibir el rico patrimonio eclesiástico: ¿en alguna gran nave textil en abandono? No sería mala cosa que lo uno valiera para recuperar lo otro. Hasta merecería celebrarlo con un arco triunfal.
Aquellos obispos placentinos tenían por costumbre amortiguar los calores estivales veraneando en Béjar, que siempre ha tenido un clima más sano y templado en los agostos. El balneario de Baños era la playa de la Concha de la burguesía extremeña hasta no hace tanto. Los obispos, por su condición, alternaban las alcobas de Plasencia con las del palacio de verano de que disponían en Béjar. Dirán ustedes que cuál era: el mismo que luego fue la Real Fábrica de Paños del primer industrial independiente del ducado, Gabriel Rodríguez, caserón noble frente a la iglesia de Santa María que hoy aparece a la venta en inmobiliarias de la red a un precio que la crisis, maldita crisis, pone por encima de mis posibilidades de este mes.
Durante siglos, la visita a Béjar de un obispo placentino no despertaba menos alharaca que la de un duque o duquesa. Unos y otros pisaban más bien poco las calles bejaranas, así que su venida era motivo de alborozo grande. Crónicas hay que lo atestiguan. E incluso, en tiempos más recientes, fotos con arcos triunfales para su recibimiento. Todavía recuerdo de mis tiempos de niñez una visita pastoral con gran despliegue escénico. No dejaba de ser un acontecimiento.
El actual obispo, Amadeo Rodríguez, visitó el otro día Béjar y las fotos publicadas por los medios de comunicación daban fe de unas maneras menos ampulosas, más modestas, rayanas más en la discreción que en el confeti. Apenas el alcalde y un par de concejales le agasajaron a la puerta del templo, en una foto un tanto desangelada que tal vez sea sino de los tiempos.
Parece ser que ambas autoridades, la religiosa y la civil, hablaron de Las Edades del Hombre, que no sé del todo si es motivo pastoral o profano. Un tema difícil, aunque puede que salga adelante. Careciendo Béjar de catedral o templo de similares dimensiones, la pregunta del millón es dónde piensan exhibir el rico patrimonio eclesiástico: ¿en alguna gran nave textil en abandono? No sería mala cosa que lo uno valiera para recuperar lo otro. Hasta merecería celebrarlo con un arco triunfal.
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