Hace unos días un grupo de literatos y amigos empeñados le tributaron en la Biblioteca Nacional un homenaje a Juan Eduardo Zúñiga. Si no fuera porque un periodista amigo lo contó en un diario, el homenaje hubiera pasado desapercibido, como tantas cosas efímeras. No es hallan grandes comentarios sobre este autor en los buscadores de la red. En realidad, ni siquieras los especialistas académiscos se han ocupado grandemente de él. Sin embargo, cuando se le cita existe la convención de que su trilogía de cuentos sobre la contienda civil y la postguerra (Largo noviembre de Madrid, La tierra será un paraíso y Capìtal de la gloria, ahora reunido todo en un volumen en Cátedra, col. Letras Hispánicas, 2007) es no sólo su obra cumbre, sino de lo mejor que la literatura española ha dado sobre aquel tiempo de horror. El último de los tres volúmenes fue Premio de la Crítica en 2004, un año después de su aparición, pero tampoco eso sirvió para que se le leyera más ni se le conociera mejor. Ni siquiera en Béjar. Juan Eduardo Zúñiga es el último eslabón de una familia que tiene como antepasados a su padre, Toribio Zúñiga, reputado farmacéutico (que tuvo como mancebo a un jovencísimo Ramón J. Sender recién llegado a Madrid) y periodista, fundador y director del semanario Béjar en Madrid. Su abuelo fue Juan Bautista Zúñiga, excelente periodista e historiador local y su tío-abuelo fue Mariano Zúñiga, alcalde que propició la llegada de la luz eléctrica a Béjar. Y su antepasado remoto fue, claro, don Francés de Zúñiga. Con Juan Eduardo Zúñiga, que acaba de cumplir 90 años, y por eso el homenaje, parece que se agota una estirpe. Aunque nacido ya en Madrid, donde su padre había instalado la farmacia, nunca desdeñó su relación con Béjar, que será pagada posiblemente con olvido e indiferencia.
domingo, 14 de junio de 2009
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