El alcalde Riñones ha declarado en estos días previos a la celebración, que estaba entre sus intenciones, aun reconociéndola como difícil, la de solicitar la Declaración de Interés Turístico Internacional para la fiesta del Corpus Christi bejarano. Mérito y vuelo no le falta a la hora de proponerse metas. Nuestra fiesta local no es de menor arraigo y repercusión que los sanfermines pamplonicas, la romería del Rocío onubense o las fallas de Valencia.
Puestos a pensar qué significa exactamente el Corpus bejarano, no he oído ni una sola palabra acerca de la posibilidad de que al acontecimiento acuda cada año el obispo de la diócesis o, si tan alto vuelo tenemos, el cardenal primado de Toledo. Por no decir el nuncio de su Santidad o el mismísimo Benedicto XVI. Parece que el afán de profundizar en el sentido de la fiesta alcanza, creo deducir, su condición más profana, esto es, la que se atiene a la presencia de los hombres de musgo en el entramado escénico.
Dicho de otra manera, si analizamos los componentes que intervienen en la arquitectura de la misma, veremos que se superponen cinco capas: 1) la religiosa, que es la matriz que da sentido y cohesión al espacio simbólico sobre el que se eleva la fiesta; 2) la legendaria, de carácter etnográfico y ciertamente peculiar por su aparente exclusividad y rareza; 3) la política, desde el momento en que se convierte en instrumento de acción municipal y no diocesana; 4) la turística, en tanto que la espiritualidad queda desbordada por el ocio y el entretenimiento de una tournée para contemplar y fotografiar ese monumento efímero (duran un solo día) que son los hombres de musgo; y 5) la económica, porque detrás de todo lo anterior parece que el fin último que lo mueve es una sociedad en crisis necesitada de justificar cualquier apariencia de éxito social como palanca de generación de empleo, riqueza y dinamismo monetario.
No me cabe duda de que tal y como hoy se estructura y se entiende el Corpus bejarano, la importancia de los componentes que acabo de señalar se establece en orden inverso al que los he citado, lo que pone muy de manifiesto la pérdida de valores y la perversión de intereses que suele denunciar monseñor Rouco, aunque en esta ocasión se haga a costa del propio sentido de la exaltación eucarística.
Dado que, pese al barniz, nadie sabemos cuánta ocupación hotelera arrastran los hombres de musgo, digo yo si no sería bueno que los encerráramos en un parque temático, pongamos por caso, cobrando entrada, para ver cuánto dan de si como recurso económico, y dejáramos que la procesión religiosa siguiera su camino, sin que los turistas enturbien con sus cámaras fotográficas el acto de fe.
Porque me pasa lo que al del chiste: no sé si estamos a setas o a rolex.
Puestos a pensar qué significa exactamente el Corpus bejarano, no he oído ni una sola palabra acerca de la posibilidad de que al acontecimiento acuda cada año el obispo de la diócesis o, si tan alto vuelo tenemos, el cardenal primado de Toledo. Por no decir el nuncio de su Santidad o el mismísimo Benedicto XVI. Parece que el afán de profundizar en el sentido de la fiesta alcanza, creo deducir, su condición más profana, esto es, la que se atiene a la presencia de los hombres de musgo en el entramado escénico.
Dicho de otra manera, si analizamos los componentes que intervienen en la arquitectura de la misma, veremos que se superponen cinco capas: 1) la religiosa, que es la matriz que da sentido y cohesión al espacio simbólico sobre el que se eleva la fiesta; 2) la legendaria, de carácter etnográfico y ciertamente peculiar por su aparente exclusividad y rareza; 3) la política, desde el momento en que se convierte en instrumento de acción municipal y no diocesana; 4) la turística, en tanto que la espiritualidad queda desbordada por el ocio y el entretenimiento de una tournée para contemplar y fotografiar ese monumento efímero (duran un solo día) que son los hombres de musgo; y 5) la económica, porque detrás de todo lo anterior parece que el fin último que lo mueve es una sociedad en crisis necesitada de justificar cualquier apariencia de éxito social como palanca de generación de empleo, riqueza y dinamismo monetario.
No me cabe duda de que tal y como hoy se estructura y se entiende el Corpus bejarano, la importancia de los componentes que acabo de señalar se establece en orden inverso al que los he citado, lo que pone muy de manifiesto la pérdida de valores y la perversión de intereses que suele denunciar monseñor Rouco, aunque en esta ocasión se haga a costa del propio sentido de la exaltación eucarística.
Dado que, pese al barniz, nadie sabemos cuánta ocupación hotelera arrastran los hombres de musgo, digo yo si no sería bueno que los encerráramos en un parque temático, pongamos por caso, cobrando entrada, para ver cuánto dan de si como recurso económico, y dejáramos que la procesión religiosa siguiera su camino, sin que los turistas enturbien con sus cámaras fotográficas el acto de fe.
Porque me pasa lo que al del chiste: no sé si estamos a setas o a rolex.
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