Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina es un libro de Raúl Martín que apareció en octubre pasado, publicado por el Instituto de las Identidades, de la Diputación de Salamanca. Se incluyen bastantes relatos bejaranos, asunto sobre el que ahora no entraré. Uno de ellos pretende narrar la leyenda del Tranco del Diablo, ya saben, todo aquello de que allí perdió una bota, pero se entretiene el autor en estirar y estirar el relato, supongo que con la loable intención de que ocupe dos páginas.
Afanado en ese empeño, en el penúltimo párrafo afirma el autor que “cuentan los más viejos del lugar que hay algo mágico en este paraje. De hecho, son muchos los relatos transmitidos de generación en generación que hablan de fatales desenlaces en las cercanías, ya sean lugareños perdidos por sus senderos, jovenzuelos heridos durante sus correrías o historias de traiciones y desamores. Destaca una acontecida en las inmediaciones de este lugar, en las conocidas como fincas del Molino del Fraile y Navarredonda. Se dice que allí vivió el bufón del rey Carlos I de España, también emperador de los territorios que hoy comprenden Alemania y el centro de Europa. Misteriosamente, fue apuñalado por la espalda, al parecer por noble mandato”.
Y digo yo: ¿quiénes son los más viejos del lugar? ¿Los más viejos del Tranco del Diablo? ¿Los de Béjar? ¿Los de Montemayor, los de La Calzada, los de Puerto? ¿Con quién ha hablado este hombre para hablar con esa impropiedad? Jamás he oído decir a nadie que haya nada mágico en el paraje del Tranco del Diablo. Es un lugar prácticamente inaccesible, que casi nadie visita, del que casi nadie recuerda ni la facecia de la bota y que sólo es conocido apenas por las fotografías del hermoso lugar.
Y digo yo: si hay muchos relatos tradicionales ambientados en las cercanías, de los que incluso da ejemplos nominales, ¿por qué no los ha incluido en el libro para que todos los podamos leer? Porque yo no conozco ni uno, ni de los que menciona ni de otros. Y digo yo otra vez: si el libro recoge mitos, leyendas e historias prodigiosas, esto es, literatura tradicional popular, ¿qué carajo pinta ahí, mutado en fantasía, el bufón, tan real él? Nada tiene que ver el Tranco del Diablo con el Molino del Fraile, como nada tiene que ver la Fuente del Lobo con el Regajo de los Moros, por más cerca que estén, a efectos de literatura oral. Es más: nada tiene que ver don Francés de Zúñiga con el Molino del Fraile: tan sólo vivió en Navarredonda.
Y ya que el Pisuerga pasa por el Tranco del Diablo, me pregunto a qué tipo de relato, de los muchos que se han transmitido de generación en generación, según el autor, corresponde el traído por los pelos y a destiempo de don Francés de su asesinato: ¿al de “lugareño perdido por sus senderos”? ¿Al de “jovenzuelo herido durante sus correrías” ¿Al de “historias de traiciones y desamores”?
Remato: don Francés no fue apuñalado por la espalda, sino que peleó de cara y le hirieron en los brazos y en un costado. Y no le mataron en el Tranco del Diablo, sino en alguna calle de Béjar. Es lo que tiene meterse en fregaos de literatura oral, que si el autor no anda fino se le puede ir de la mano: no puede venir de la tradición, de los más viejos del lugar, de generación en generación, lo que sólo hace 25 años que apareció en los archivos.
Ay, Señor, lo que son los excesos de la retórica y la falta de rigor.
Afanado en ese empeño, en el penúltimo párrafo afirma el autor que “cuentan los más viejos del lugar que hay algo mágico en este paraje. De hecho, son muchos los relatos transmitidos de generación en generación que hablan de fatales desenlaces en las cercanías, ya sean lugareños perdidos por sus senderos, jovenzuelos heridos durante sus correrías o historias de traiciones y desamores. Destaca una acontecida en las inmediaciones de este lugar, en las conocidas como fincas del Molino del Fraile y Navarredonda. Se dice que allí vivió el bufón del rey Carlos I de España, también emperador de los territorios que hoy comprenden Alemania y el centro de Europa. Misteriosamente, fue apuñalado por la espalda, al parecer por noble mandato”.
Y digo yo: ¿quiénes son los más viejos del lugar? ¿Los más viejos del Tranco del Diablo? ¿Los de Béjar? ¿Los de Montemayor, los de La Calzada, los de Puerto? ¿Con quién ha hablado este hombre para hablar con esa impropiedad? Jamás he oído decir a nadie que haya nada mágico en el paraje del Tranco del Diablo. Es un lugar prácticamente inaccesible, que casi nadie visita, del que casi nadie recuerda ni la facecia de la bota y que sólo es conocido apenas por las fotografías del hermoso lugar.
Y digo yo: si hay muchos relatos tradicionales ambientados en las cercanías, de los que incluso da ejemplos nominales, ¿por qué no los ha incluido en el libro para que todos los podamos leer? Porque yo no conozco ni uno, ni de los que menciona ni de otros. Y digo yo otra vez: si el libro recoge mitos, leyendas e historias prodigiosas, esto es, literatura tradicional popular, ¿qué carajo pinta ahí, mutado en fantasía, el bufón, tan real él? Nada tiene que ver el Tranco del Diablo con el Molino del Fraile, como nada tiene que ver la Fuente del Lobo con el Regajo de los Moros, por más cerca que estén, a efectos de literatura oral. Es más: nada tiene que ver don Francés de Zúñiga con el Molino del Fraile: tan sólo vivió en Navarredonda.
Y ya que el Pisuerga pasa por el Tranco del Diablo, me pregunto a qué tipo de relato, de los muchos que se han transmitido de generación en generación, según el autor, corresponde el traído por los pelos y a destiempo de don Francés de su asesinato: ¿al de “lugareño perdido por sus senderos”? ¿Al de “jovenzuelo herido durante sus correrías” ¿Al de “historias de traiciones y desamores”?
Remato: don Francés no fue apuñalado por la espalda, sino que peleó de cara y le hirieron en los brazos y en un costado. Y no le mataron en el Tranco del Diablo, sino en alguna calle de Béjar. Es lo que tiene meterse en fregaos de literatura oral, que si el autor no anda fino se le puede ir de la mano: no puede venir de la tradición, de los más viejos del lugar, de generación en generación, lo que sólo hace 25 años que apareció en los archivos.
Ay, Señor, lo que son los excesos de la retórica y la falta de rigor.
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