sábado, 19 de febrero de 2011

Musgo

“Moqueta natural, pero carísima, que se usa como traje para seducir turistas”.

Ratón de la Riva I

Al alcalde de Valladolid (vaya pájaro) le dijeron los leonesistas (otros que) que la ciudad que rige no es la capital de la comunidad autónoma, como dice la web municipal pucelana. Me la suda, vino a decir el ginecólogo de doña Ana Botella: lo mantengo. El suceso ha sido como el de aquella errata que Neruda encontró en una corrección de pruebas: “La mantengo. Mejora el texto”, firmó. Lo mismo.
No hay quien pueda con él. Se ha vuelto tan genial que bien se merece prestarle un poco de atención, seguirle los pasos y darles aire, porque el traje de bufón parece que le cae cómodo. Es un digno discípulo de don Francés: mata con la lengua. Sus bufonadas, excesos premeditados y medidos (no conviene perder la alcaldía: se acabaría el estrado desde el que hacer piruetas ante los cortesanos y servidumbres), no alcanzan la exquisitez del sastre bejarano del Renacimiento, pero llenan la boca de risas.
Hagámosle honores, hasta que le den de cuchilladas por sus boutades.

Don Francés en el Tranco del Diablo

Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina es un libro de Raúl Martín que apareció en octubre pasado, publicado por el Instituto de las Identidades, de la Diputación de Salamanca. Se incluyen bastantes relatos bejaranos, asunto sobre el que ahora no entraré. Uno de ellos pretende narrar la leyenda del Tranco del Diablo, ya saben, todo aquello de que allí perdió una bota, pero se entretiene el autor en estirar y estirar el relato, supongo que con la loable intención de que ocupe dos páginas.
Afanado en ese empeño, en el penúltimo párrafo afirma el autor que “cuentan los más viejos del lugar que hay algo mágico en este paraje. De hecho, son muchos los relatos transmitidos de generación en generación que hablan de fatales desenlaces en las cercanías, ya sean lugareños perdidos por sus senderos, jovenzuelos heridos durante sus correrías o historias de traiciones y desamores. Destaca una acontecida en las inmediaciones de este lugar, en las conocidas como fincas del Molino del Fraile y Navarredonda. Se dice que allí vivió el bufón del rey Carlos I de España, también emperador de los territorios que hoy comprenden Alemania y el centro de Europa. Misteriosamente, fue apuñalado por la espalda, al parecer por noble mandato”.
Y digo yo: ¿quiénes son los más viejos del lugar? ¿Los más viejos del Tranco del Diablo? ¿Los de Béjar? ¿Los de Montemayor, los de La Calzada, los de Puerto? ¿Con quién ha hablado este hombre para hablar con esa impropiedad? Jamás he oído decir a nadie que haya nada mágico en el paraje del Tranco del Diablo. Es un lugar prácticamente inaccesible, que casi nadie visita, del que casi nadie recuerda ni la facecia de la bota y que sólo es conocido apenas por las fotografías del hermoso lugar.
Y digo yo: si hay muchos relatos tradicionales ambientados en las cercanías, de los que incluso da ejemplos nominales, ¿por qué no los ha incluido en el libro para que todos los podamos leer? Porque yo no conozco ni uno, ni de los que menciona ni de otros. Y digo yo otra vez: si el libro recoge mitos, leyendas e historias prodigiosas, esto es, literatura tradicional popular, ¿qué carajo pinta ahí, mutado en fantasía, el bufón, tan real él? Nada tiene que ver el Tranco del Diablo con el Molino del Fraile, como nada tiene que ver la Fuente del Lobo con el Regajo de los Moros, por más cerca que estén, a efectos de literatura oral. Es más: nada tiene que ver don Francés de Zúñiga con el Molino del Fraile: tan sólo vivió en Navarredonda.
Y ya que el Pisuerga pasa por el Tranco del Diablo, me pregunto a qué tipo de relato, de los muchos que se han transmitido de generación en generación, según el autor, corresponde el traído por los pelos y a destiempo de don Francés de su asesinato: ¿al de “lugareño perdido por sus senderos”? ¿Al de “jovenzuelo herido durante sus correrías” ¿Al de “historias de traiciones y desamores”?
Remato: don Francés no fue apuñalado por la espalda, sino que peleó de cara y le hirieron en los brazos y en un costado. Y no le mataron en el Tranco del Diablo, sino en alguna calle de Béjar. Es lo que tiene meterse en fregaos de literatura oral, que si el autor no anda fino se le puede ir de la mano: no puede venir de la tradición, de los más viejos del lugar, de generación en generación, lo que sólo hace 25 años que apareció en los archivos.
Ay, Señor, lo que son los excesos de la retórica y la falta de rigor.

jueves, 17 de febrero de 2011

Museo Judío

Leo unas declaraciones de Hannah, hija de Franz Ronsenthal, superviviente de Buchenwald, comisionada ahora por Obama para combatir el antisemitismo, en las que afirma que "el 46% de los españoles tiene opiniones negativas sobre los judíos, cuando prácticamente no viven con judíos". Cierto. Nunca deja de latir en una sociedad homogénea como la nuestra la aversión hacia el otro.
Mucho tendrá que esforzarse el Museo Judío bejarano para ser útil en su misión de propagar la convivencia y la tolerancia entre distintos. No basta con custodiar un legado histórico y celebrar conferencias y exposiciones. Y sobre todo, no basta con servir a fines turísticos. Era inquietante el titular de un periódico provincial que hace unos días titulaba su crónica bejarana con la frase "la población inmigrante supone ya el 4,5 por ciento de los habitantes". Me pregunto qué querría decir ese adverbio de tiempo, ya. Luego, al describir la procedencia, se resalta que "las personas procedentes de África alcanzan las 280 personas, y las de origen marroquí se sitúan ya en 109". ¿Es consciente el redactor de las implicaciones de ese adverbio de tiempo, ya? ¿Sabe algo de gramática y lo que ésta implica en la creación de una opinión pública?
Mucho tendrá que esforzarse el Museo Judío para no ser sólo un depósito de un pasado petrificado y hermoseado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Una historia de éxito colectivo

Béjar fue un importante centro de manufactura textil desde finales del siglo XVII hasta el ocaso del siglo XX. A lo largo de esos 300 años de actividad, la ciudad salmantina tuvo que reinventar varias veces su principal industria. En los albores del siglo XVIII acogió en la ciudad a los maestros flamencos. Durante el siglo XIX incorporó los nuevos procesos de producción desarrollados en la Revolución Industrial. Y a comienzos del siglo XX atrajo a la pujante industria catalana. En las últimas décadas del siglo XX, los habitantes de Béjar se enfrentaban a un desafío mayor que todos los anteriores. La actividad que había alimentado a 10 generaciones de bejaranos empezaba a ofrecer síntomas de agotamiento. ¿Sabrían ingeniarse también esta vez un nuevo futuro colectivo?

Un puñado de empresas locales salió adelante gracias a su apuesta por la calidad, la especialización y la exportación; hoy dan trabajo a cerca de medio millar de empleados, manteniendo con orgullo la tradición textil local.

Al tiempo hubo quien quiso avanzar en otra dirección. Un antiguo alumno de la Escuela de Ingeniería de Béjar, Francisco Maestre, tuvo el sueño de instalar en el municipio una planta de producción de captadores solares térmicos y paneles fotovoltaicos de última generación. El reto no era menor, pero logró seducir de forma sucesiva a trabajadores, Ayuntamiento, otros socios inversores y la Universidad.

En 2007, sobre las antiguas instalaciones de una fábrica textil condenada al cierre, se puso en marcha una planta solar que hoy da empleo a casi un centenar de trabajadores, buena parte de ellos antiguos empleados de la textil que se han esforzado para formarse en el desempeño de nuevas funciones.

El sueño de Maestre nunca hubiera fraguado sin el empuje de ese espíritu emprendedor colectivo.

El Acuerdo Social y Económico presentado el pasado 2 de febrero por Gobierno, sindicatos y organizaciones empresariales incluye un paquete de medidas sobre política de innovación. Hablamos de un hecho inédito, aunque el documento comparte algunos elementos con los Pactos de la Moncloa, en 1977 no se hacía mención alguna a la investigación y la innovación.

El impulso que el Acuerdo da al empleo en I+D y a la creación de empresas tecnológicas, con instrumentos como el capital riesgo o la compra pública, es una apuesta por los innovadores y los emprendedores. Pero la innovación no es una apuesta "de casino": es una inversión con retorno asegurado, la única vía sostenible para las economías avanzadas.

El presidente Obama lo expresó con pragmatismo anglosajón en su reciente Discurso del Estado de la Unión: "La innovación no solo es algo que nos cambia la vida; es lo que hacemos para ganarnos la vida".

La innovación exige, del lado del emprendedor, capacidad creativa y voluntad de arriesgar. Sin nuevas ideas no hay innovación, pero tampoco hay innovación sin personas dispuestas a comprometer su talento, sus recursos y su tiempo para poner tales ideas en práctica. Para que la innovación sea además un proceso transformador de la sociedad, debe sumar confianza y tolerancia al fracaso por parte de su entorno.

Las medidas en materia de innovación que establece el Acuerdo Social y Económico se dirigen, en primer término, a dar apoyo a los emprendedores y a mejorar las condiciones para que nuestro esfuerzo en I+D se transforme en riqueza y empleo -cabe recordar que en el lustro comprendido entre 2005 y 2009 España invirtió en I+D más que en los 12 años anteriores-. Pero conviene tener presente que construir una sociedad innovadora requiere algo más que investigar, patentar y desarrollar nuevos productos y procesos. La innovación es por encima de todo una actitud que puede, y en este momento debe, comprometer a cualquier ciudadano en múltiples aspectos de su vida. Y allá donde esté un trabajador, un emprendedor, una empresa o un municipio comprometido con la innovación, allí estará el Gobierno para apoyarle. El Gobierno no puede emprender por ellos, pero compartirá su riesgo y fomentará la confianza de todos en su esfuerzo.

La historia colectiva de Béjar nos demuestra que la innovación es para sus habitantes algo más que una forma de cambiar de vida: es su manera de ganarse la vida. Los bejaranos conocen bien las dificultades de la crisis y la falta de empleo, innovar es su manera de no rendirse. Para ellos siempre ha sido así. Por eso se hizo realidad el sueño de Maestre. Por eso han merecido todo el apoyo del Gobierno.

La empresa de energía solar de Béjar ha consolidado su actividad gracias a un gran proyecto de I+D financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, dentro del programa Cénit. El municipio fue distinguido el pasado enero como Ciudad de la Ciencia y la Innovación -un reconocimiento a la importancia de los entornos locales en la promoción del conocimiento y el cambio de modelo productivo-.

A los españoles nunca nos han faltado motivos para confiar en nuestra creatividad. El riesgo, la capacidad de compartir éxitos y fracasos, son valores de los que en anteriores ocasiones de nuestra historia hemos podido presumir. La innovación no es la meta de unos pocos, es el camino de todos. ¿A qué estamos esperando?

Cristina Garmendia Mendizábal, ministra de Ciencia e Innovación, El País, jueves 10 de febrero de 2011, p. 27.