lunes, 23 de agosto de 2010

Un minuto de reflexión en torno al patrimonio artístico bejarano

Me encontré dos noticias en la prensa en la misma semana. Una hablaba de la apertura de una exposición en el Museo Etnográfico de Castilla y León, que tiene su sede en Zamora, con el título de Sueños de plata. El tiempo y los ritos, que recoge fotografías de la región desde 1870 hasta 1980. Entre ellas, una en la que se ve a unos mozalbetes jugando al fútbol con traje de calle, más de uno incluso con abrigo, en el patio del palacio ducal, entonces de tierra dura. En segundo plano, los tejados, con la espadaña de San Gil sobresaliendo, y al fondo, espectacular, la vista de la sierra, completamente blanca. Corría el año 1961. La foto va a nombre del periódico en el que la vi, pero es apropiación indebida: sin duda es de cualquiera de los fotógrafos bejaranos de aquel entonces.
La otra hablaba de la petición del Museo Thyssen de un cuadro depositado en el Museo Municipal de Béjar para una exposición que tendrá lugar el año próximo. El cuadro en cuestión se titula Visión fantástica de una ciudad antigua y es del pintor flamenco Martin Valckenborch, que la realizó a finales del siglo XVI o principios del XVII. La pieza, que representa de forma minuciosa una ciudad antigua con mezcla de elementos renacentistas y barrocos, pero con la inspiración puesta en las viejas visiones de la ciudad de Roma, llegó a Béjar gracias a la generosidad del diplomático y coleccionista anticuario Valeriano Salas, en lo que constituye seguramente el mejor regalo artístico que se le haya hecho a Béjar en todo el siglo XX.
Soy consciente de lo que digo: el legado de Valeriano Salas se hizo directamente al Ayuntamiento de Béjar; el de Mateo Hernández fue al Estado español. Sabemos, sí, que el Centro de Arte-Museo Reina Sofía tiene previsiones de hacer una exposición integral dedicada a Mateo Hernández, lo que son palabras mayores. Pero Mateo no lo es todo. Parece que lo es todo, pero no es todo. Hace ya muchos años que tengo la impresión, mejor dicho, hace ya muchos años que tengo la certeza de que Béjar por lo general ignora cualquier otro patrimonio artístico que no sea el de Mateo.
Tienen que venir del Museo Thyssen a decirnos que tenemos un cuadro estupendo del que nada sabemos, ni nadie conoce. Jamás ha sido utilizado localmente en ninguna publicación, en ningún programa de mano, en ningún cartel, en ninguna web. He podido verlo en aquel libro que el maestro Torralba Soriano publicó en el Centro de Estudios Salmantinos, donde hacía el inventario de las existencias del museo bejarano. Aquel libro apareció en 1972 y nunca más se ha reimpreso, así que dudo de que muchos lectores sepan de qué libro hablo. Y la foto que se incluye del cuadro es en blanco y negro. Por supuesto, he visto el cuadro en el propio museo varias veces. Es una joya. Como tantas que hay allí.
Qué decir del patrimonio fotográfico bejarano. Se nos está yendo, sin que nos demos cuenta. Unas, porque se pierden. Otras, porque se van fuera de la ciudad. Cuando queramos darnos cuenta, tendremos que pedir copias o préstamos. Una lástima.
No sé a quién corresponde hacer una mejor valoración del patrimonio íntegro que todavía le queda a Béjar, que es mucho más que Mateo Hernández, los hombres de musgo, la plaza de toros y El Bosque. En el afán de sacarle brillo a la plata de la cuchara sopera, nos olvidamos del resto de la cubertería. Los pueblos que no cuidan sus tesoros, se vuelven yermos.
[publicado en Béjar en Madrid, 20 de agosto de 2010]

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Parece que en Béjar más allá de la obra de Mateo Hernández o de El Bosque no hay más patrimonio histórico-artístico.
    El legado de Valeriano Salas es valiosísimo y apenas es visitado y valorado por los bejaranos. Ahora en verano, abrieno por la mañana y por la tarde (trabajo en el museo), hay días que no viene nadie. Por cierto, el cuadro de Valchenborch (una maravilla) en mi opinión ha de ser del XVII, pues la pose del caballo en primer término, de espaldas y en paso de corveta, es muy barroco y recuerda, por ejemplo, al retrarto ecuestre del conde-duque de Olivares de Velázquez.
    Como dices, siempre tiene que venir gente de fuera para valorar lo que nosotros ninguneamos. Es el caso de la Fundación de las Edades del Hombre, que se ha llevado y restaurado algunas obras para las ediciones de Ponferrada 2007 y Soria 2009. El caso más sangrante es el Cristo Yacente de la iglesia de Santiago, rarísimo, en piedra policromada y del S. XVI. Se lo llevaron, lo restauraron, lo expusieron, lo admiraron, y su vuelta a Béjar no tuvo repercusión, y ahí está, abandonado en esa especie de museo embrionario que es el Sacro.
    Un saludo

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  2. Totalmente de acuerdo. Parece que en Béjar más allá de la obra de Mateo Hernández o de El Bosque no hay más patrimonio histórico-artístico.
    El legado de Valeriano Salas es valiosísimo y apenas es visitado y valorado por los bejaranos. Ahora en verano, abrieno por la mañana y por la tarde (trabajo en el museo), hay días que no viene nadie. Por cierto, el cuadro de Valchenborch (una maravilla) en mi opinión ha de ser del XVII, pues la pose del caballo en primer término, de espaldas y en paso de corveta, es muy barroco y recuerda, por ejemplo, al retrarto ecuestre del conde-duque de Olivares de Velázquez.
    Como dices, siempre tiene que venir gente de fuera para valorar lo que nosotros ninguneamos. Es el caso de la Fundación de las Edades del Hombre, que se ha llevado y restaurado algunas obras para las ediciones de Ponferrada 2007 y Soria 2009. El caso más sangrante es el Cristo Yacente de la iglesia de Santiago, rarísimo, en piedra policromada y del S. XVI. Se lo llevaron, lo restauraron, lo expusieron, lo admiraron, y su vuelta a Béjar no tuvo repercusión, y ahí está, abandonado en esa especie de museo embrionario que es el Sacro.
    Un saludo
    Roberto Domínguez

    PD: El comentario anterior es mío, pero por un error (también mío) ha aparecido bajo el nombre de otra persona. Siento el fallo.

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