domingo, 24 de junio de 2012

El Museo Textil

Le tengo mucho afecto al Museo Textil. Durante un tiempo, no hace mucho, me tocó arremangarme para ayudar a sacarlo adelante, junto al empuje del ministro Jesús Caldera y la entrega de Cipriano González, que no cejaron ni un instante de revolver Roma con Santiago para que el edificio fuera entregado como se había proyectado, sin mermas que no viene al caso comentar. Eran mejores tiempos que los actuales y ni por esas era fácil mover los despachos en Madrid para que la madeja se desenredara. Para explicar que su entrega al Ayuntamiento se haga ocho años después de lo debido requeriría una paciencia que sin duda los lectores no tienen ni merece la pena que la gasten en este sortilegio que alguna meiga ha malmirado. Cien años nos costó sacar adelante el embalse de Navamuño y otros tantos se va a llevar ver abierto el Parador Nacional de Turismo, si es que antes no se privatiza la cadena y se desvanece el sueño.

Que la Administración Central nos entregue por fin el edificio que ha de albergar el Museo Textil es el final de una aventura y el comienzo de otra. Las primeras informaciones llegadas del feliz acontecimiento hablan de unas jornadas de puertas abiertas para que todos los bejaranos puedan visitar la nueva instalación museística, oportunidad que yo no desaprovecharía para echarle una ojeada, porque la aventura que ahora comienza es la de dotarlo de contenido, que es más ardua que disponer del edificio.

Dotarlo de contenido quiere decir disponer de un proyecto museístico en condiciones que haga del edificio un auténtico centro de interés y no un simple depósito de máquinas desusadas. En el Museo Gutenberg de Maguncia, que es lo mío, me contaron toda la historia de las artes gráficas tal como eran en el siglo XV y me imprimieron, con una prensa manual, un retrato del inventor de la imprenta, que atesoro en casa. Dudo que en el museo que contará qué fue Béjar durante tres siglos me acaben tejiendo el paño para una manta. Un proyecto museístico implica una colección estable y bien relatada que explique los procesos y los objetos textiles, pero también exposiciones temporales, conferencias, seminarios, biblioteca, investigación, actividades divulgativas, publicaciones, un sitio web y sobre todo una dirección, un personal técnico y un presupuesto. Por eso digo que ahora comienza otra aventura, más dura y difícil que la de alzar y disponer el edificio.

La excusa para no hacerlo está servida de antemano, porque no son tiempos los actuales para inversiones y por lo tanto me da la impresión de que la pompa y el tronío de las declaraciones quedarán al poco diluidos en esa costumbre bejarana de fingir museos lo que en realidad son depósitos de fantasmas que vagan en la nada.

Lo que no obstará para que le vendamos la moto al turismo, que es el fin último de todas las iniciativas que en Béjar han sido y serán.

martes, 19 de junio de 2012

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (17)

Que estando el Emperador para ir a Hungría contra el Turco, ofrecíansele muchos señores de Castilla para servirle en aquella jornada y otros caballeros disimulaban con él, por donde dijo generalmente:

─ Muchos han de querer ir conmigo y yo los tengo de consentir; y otros se querrán quedar holgando y mandarles he que vayan.

Oyolo el Francés e interpretolo a otro sentido y dijo a los Grandes que estaban presentes:

─ Habéis visto qué bien acondicionado es su Majestad, que quiere a los que no le quieren y no quiere a los que le desean servir.

Y tornóselo a decir al Emperador, diciéndole:

─ Bien acondicionado sois, que amáis a quien no os ama y alanzáis de vos a los que os quieren servir.

Repitió esto tantas veces y por tantas maneras que hizo enojar al Emperador y desde allí le desfavoreció, de manera que el truhán, viéndose privado primero y después perdida su privanza, acordó de dejar la corte. Y fuese a su casa pensando de lograr un mayorazgo grueso que había ganado por sus gracias, siendo un pobre sastre remendón. Mas no gozó de él muchos días, que un señor de Castilla le hizo dar de puñaladas por las malicias graciosas que le había dicho, cuando estaba favorido y pujante, delante del Emperador.

[Francisco Monzón, Espejo del príncipe christiano, Lisboa, 1544, fol. clxiii]

lunes, 18 de junio de 2012

El clima y los bodigos

Bien, veamos: por una parte hemos tenido un rifirrafe de declaraciones entre la Alcaldía y Gecobesa sobre si se ha emitido factura o no se ha emitido, sobre si se deben de pagar o no 600.000 euros de canon anual a las arcas municipales por la gestión de la estación de esquí. No me he aclarado si al final se iban a (tener que) pagar o no, porque Gecobesa ha hecho el Don Tancredo y ha dicho que vengan otros a hacer las cuentas. Pero todo parece indicar que no van a entrar esas perras en el arcón del tesoro municipal, más roído que el baúl donde el ciego guardaba los bodigos que Lázaro de Tormes se comía a escondidas.

Por otra parte sabemos que la falta de caudal en el magro Cuerpo de Hombre, río cada vez menos productivo y vago, no mueve las turbinas hidrológicas de Samuel Solórzano y Tranco del Diablo, por lo que las turbinas económicas municipales también están dejando de moler trigo por valor ya de 750.000 euros, de lo que se deduce que de seguir así no va a quedar un bodigo que el mísero pero avispado Lázaro de Tormes se pueda llevar a la boca municipal bejarana, porque el arcón está poco menos que criando telarañas, esos ornatos que crecen en las esquinas donde habita el vacío.

Mal pinta la suma de lo uno con lo otro, que en realidad es resta. El silogismo se vuelve transparente a poco que uno concatene efectos y consecuencias: como no nieva no hay esquiadores, por lo que no hay ingresos en la estación de esquí, razón de que hablar del canon pagable al ayuntamiento (hoy o en el año de la quimera) sea risible y el arcón quede sin tintineo de monedas; y como no nieva, vuelta la burra al trigo, no hay agua que vaya a parar al Cuerpo de Hombre y por lo tanto no se mueven los molinos municipales, ergo no hay electricidad que vender a Iberdrola, de lo que se vislumbra que no hay maravedíes que brillen en la palma de la mano municipal.

La conclusión del silogismo parece conducir a donde nadie querría: con la palma de la mano vacía por falta de doblones por culpa del cambio climático en el que no cree el primo de Rajoy, el bofetón en el bolsillo del contribuyente bejarano se anuncia en lontananza, digamos el año que viene, por ejemplo. Permítanme que parodie el dicho salmanticense universitario que entenderán perfectamente: “Quod Natura non dat, bexariensis praestat”. Que en cristiano al libre modo quiere decir que lo que la Naturaleza no otorga, lo van a poner los bejaranos.

Atentos pues, porque todo tiene visos de que los lloros municipales van a ser enjugados con el pañuelo de las tasas por colgar la ropa a secar en los balcones, por irse a merendar a la Fuente del Lobo o por echar tomillo a los pies del Santísimo Sacramento, que queda la calle luego como si hubiera habido un botellón espiritual y hay que barrerlo todo, sin pagar IBI ni impuesto municipal de recogida de basuras.

jueves, 14 de junio de 2012

Sistema Béjar

En 1877 la revista La Ilustración Española y Americana reproducía una xilografía de 9 x 21 cms a cuyo pie se describía como “Máquina electro-dinámica y alarma telefónica, sistema Béjar” de cuyo inventor, funcionamiento y utilidad no tenemos mayores noticias.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (16)

Estando un día el Emperador en el Alcázar de Segovia ... entró este Gonzalo del Río, regidor de Segovia, y díjole este Francesillo:

─ Cuando entrasteis, estaba yo suplicando al Emperador que os hiciese merced de aquel lugarillo ...

Y como el Emperador callase, volvió el don Francesillo:

─ Mas en esto del dar no hay que hablar con su Majestad.

Este regidor era opuesto del Francesillo, con quien andaba tan discreto y gracioso que siempre que se juntaban le concluía y atajaba y le hacía callar, de que el emperador gustaba mucho; y ansí en entrando el regidor, le hacía del ojo para que comenzase con él plática.

[Acotación al margen de la Crónica burlesca, Biblioteca Nacional, ms. 1838, fol 43v]

sábado, 9 de junio de 2012

Béjar y la estatua de la Libertad

No se lo creerán, pero se publicó un libro en los Estados Unidos, ese país desconocido e imprevisible, que se titulaba The Bejar Name in History [El nombre de Béjar en la historia], que no tenía lugar ni año de edición porque se hacía en el formato de edición bajo demanda, que es una manera nueva de vender libros: si lo quieres, te imprimimos un ejemplar; si no, no. Lo encontré en internet, claro. Ahí hay de todo. Lo más fascinante del hallazgo no resultó que fuera un libro de título absoluto y aparentemente fundamental para la bibliografía bejarana cuya lectura se me hubiera escapado hasta ahora, sino que en su cubierta aparecía nada menos que la mismísima estatua de la Libertad de la isla de Ellis, frente a Manhattan, el lugar por el que pasaban antaño todos los inmigrantes que querían asentarse en los Estados Unidos y que hemos visto en tantas películas. Ahí es nada. Béjar y la estatua de la Libertad juntas. Como sé que no se lo creen, aquí se lo reproduzco:



Luego, cuando averigüé más, resultó que no era para tanto. No era un libro total y absoluto que nos proporcionase todas las fuentes de las crónicas medievales, cristianas y musulmanas, en las que aparecía Béjar, o los legajos del Consejo Real del Archivo Nacional de Simancas, por poner algunos ejemplos que serían investigaciones de largo aliento y que se agradecerían, sino tan sólo un compendio de listas de embarque y pamplinas parecidas en las que aparecía alguien que se apellidaba Béjar y había emigrado a los Estados Unidos alguna vez, entrando, eso sí, por la famosa aduana de la isla de Ellis.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (15)

A la tristeza de la ciudad [de Burgos] corresponde la del cielo, casi siempre nublado, siendo raro ver el sol limpio, por lo cual no decía mal don Francés: “Que Burgos traía luto por toda Castilla, y que el sol, como las otras cosas, viene a Burgos de acarreo”.

[Andrea Navagero, Viaje por España (1524-1526), Madrid: Turner, 1983, pp. 80-81]

Cruces

El martes me dio un arrebato y me apunté por libre a la romería de la Peña de la Cruz, a la que no acudía desde cuando Béjar estaba floreciente, aunque tengo que reconocer que el campo estaba esplendoroso, como suele en estas fechas, que es lo que le queda a esta urbe desnortada. Como dice un amigo mío, daban ganas de ponerse a cuatro patas y liarse a comer hierba, de bonito que estaba. En otros siglos me recuerdo recogiendo pamplinas por el camino, pero esta vez fue polvo a más no poder lo que me comí, del tráfico cosmopolita que de continuo me rebasaba. Jodía civilización.

Son ya muchas las veces que tengo subidas las cuestas que conducen a la Peña de la Cruz y sigo preguntándome a qué se debe esa cruz. Parece inmemorial, desde luego, por más que en los años setenta se levantara la que ahora contemplamos. Una vez que lo pregunté en público, alguien me respondió que se erigió con motivo de la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa, pero lo cierto es que nunca he leído nada en ninguna parte que explique el origen de la tal cruz. Sabemos ya con certeza cómo se originaron los hombres de musgo, cómo fue la construcción de la plaza de toros, los detalles de la llegada de los flamencos, las vicisitudes de El Bosque o lo más grueso de lo que pasó en la Revolución de 1868, pero hay otras cosas de las que las noticias son escasas o ningunas. Valga el caso del origen de la Peña de la Cruz.

Ahora que estamos todos con el IBI a cuestas, convendría inventariar y tasar la prolija colección de cruces y derivados escultóricos que los bejaranos tenemos rodeándonos por todas partes, dentro y fuera, vigilándonos, instándonos a creer, acompañándonos en todo momento para que nuestra alma no esté sola en ningún rincón escondido, no sea que el diablo nos aceche y nos pille sin protección. Solo de Béjar a la Peña de la Cruz no sé las que habrá, de todas las formas y tamaños, a cada vuelta y revuelta. No pagan IBI, desde luego, y supongo que tampoco ocupación de espacio público ni nada parecido. Bien se dijo que la cruz era la marca comercial más antigua y rentable de las que en el mundo han sido y serán. Ni Coca-Cola ni Apple ni Nike disponen de tantos reclamos a la vista. Y si los tienen, pagan religiosamente.

Y por si fueran poco las estáticas, ahora a cada parpadeo se las encuentra uno moviéndose por las calles, por los motivos más variopintos, como si volvieran las Cruzadas contra el turco infiel. Atentos, porque llega el próximo domingo el órdago a la mayor, martillo de herejes. Otra vez a encerrarse en casa con una pila de libros. Entre la crisis y la clandestinidad, está uno que no le llega la camisa al Cuerpo.

The Free State of Bejar

Hubo un tipo llamado Jack C. Butterfield que en 1963 publicó un libro que se titulaba nada menos que The Free State of Bejar [El Estado Libre de Béjar]. Asustado, y no siendo vasco el autor, como obviamente se deducía por su nombre (aunque nunca se sabe...), luego miré mejor la referencia bibliográfica y resultó que estaba editado por The Library Committee, The Daughters of the Republic of Texas, esto es, el Comité Bibliotecario de las Hermanas de la República de Tejas. El libro, claro, estaba publicado en la ciudad de San Antonio y precisamente venía a contar cómo la antigua ciudad de “San Antonio de Bejar”, sin acento, perdió además el apellido y se quedó sin más en “San Antonio”, para lo cual necesitaron pergeñar 35 páginas. Lo que no se entiende es que si el argumento del libro era cómo perdió precisamente el topónimo, el libro se titulara como se tituló, con relumbrón del topónimo echado a perder.

Anecdotario de don Francés de Zúñiga (14)

De Medina del Campo solía decir [don Francés] que era una villa sin suelo y sin cielo, porque en el invierno estaba cubierto con media vara de lodo el suelo, y no se podía ver el cielo con las continuas nieblas.


[Adolfo de Castro, “Apuntes biográficos” a la Crónica burlesca, B.A.E., XXXVI, p. XII]

Llamas de plata

A eso de la medianoche, fervorosa hora de abrir los libros secretos y misteriosos, una treintena de catecúmenos nos reunimos el jueves pasado en ese pequeño teatro cercano, doméstico, casi conyugal que es el templo de La Alquitara, para escuchar desde el altar del escenario cómo Luis Pastor desgranaba sus poemas y canciones en un concierto que más que íntimo fue susurrado, casi de cristal, por momentos a capella, cuyas palabras revoloteaban y se posaban en los oídos desde la claridad del aire ahora sin humos, aire intacto que apenas vibraba porque las canciones eran dichas con tanta delicadeza que parecíamos estar escuchando la buena nueva.

Abotargados como estamos por el pedal fijo de la radiofórmula, dejarse sumir por canciones que parecen traídas de otro mundo resulta un ejercicio de voluntad al que cuesta esfuerzo llegar. Más de cuatro de los espectadores estábamos allí por las reminiscencias de ese otro mundo, el mundo del que venimos, el mundo de aquel tiempo de la Transición en el que la música era un arma para transformar la vida y descubrir otros territorios, los que solo se llega a través de la poesía y la conquista. Me inicié entonces en Luis Pastor, pero en un concierto universitario que dio al alimón con los portugueses Sergio Godinho y Fausto mediados los setenta yo me quedé prendado de la música lusitana de este último y corrí en pos de él, dejando atrás a quien me lo descubrió. Veinte años después Fausto espació tanto sus discos que no pude encontrarlo sino en las canciones nuevas de Luis Pastor, cuyos discos, lejos de la industria, son obras hechas por mano de orfebre, la lírica más emotiva en estos tiempos de fárragos sin respiración.

Que en medio de la noche bejarana, alumbrados por una llama de plata, a lomos de una estrofa se pusiera a cantar en catalán, después de haberlo hecho en portugués, mientras nos íbamos del valle del Jerte al mestizaje de Lavapiés, de la renuncia al oropel a la denuncia del desvarío del mundo, de la nostalgia al optimismo, de los recortes en educación y sanidad al desmantelamiento de la cultura, que en mediod e la noche bejarana nos pusiera el corazón en llamas, no puede ser otra cosa que un gesto de la esperanza, que aun respira entre los matorrales.

Luis Pastor es esa llama de plata que todavía incendia las ganas de hacer un mundo mejor, precisamente ahora que la penuria extiende su manto de sombras. Ayer cerró sus puertas en Béjar el Contenedor de Arte No Te Salves, un fogonazo de esa cultura abierta, libre y renovadora que viaja en islas, sin llegar nunca a tierra firme. Cuando se despedía, Luis Pastor, naufrago de esas islas, dio las gracias a La Alquitara: “Por resistir”.